Conceptos
éticos y filosóficos en el Aikido
Por Jaume Segura
Tomado de http://www.aitai.es
Clase en el NYA con Yamada Sensei
“Herir a tu
oponente es herirte a ti mismo. Aikido es controlar la agresión sin producir
daños”. Morihei Ueshiba
Las dos frases del encabezamiento condensan lo que a rasgos generales se
entiende como la máxima expresión de la práctica del Aikido.
Lo más
difícil de estudiar en el Aikido no son las técnicas en sí, bien al contrario,
lo agotador es controlar la violencia que
surge de nuestro interior cuando no sentimos amenazados, lo cual no es más que
el reflejo de nuestras inseguridades.
Bien es
cierto que aunque la técnica de Aikido puedan usarse como defensa personal ante
una posible agresión (el Aikido es un arte marcial completo y eficaz), Morihei Ueshiba no las creó como un
método de lucha más. Su intención fue desarrollar un Arte capaz de integrar a la persona en todos sus
aspectos, física, mental y energética. Es más saludable saber que si llega el
caso no nos pondremos a la altura de quien nos ataca. Nos defenderemos con proporcionalidad (como marca la Ley),
con firmeza pero con serenidad, procurando respetarnos a nosotros mismos
impidiendo que nuestra rabia o nuestro miedo lleguen a avergonzarnos. En Aikido
no se utiliza la palabra ENEMIGO, decimos oponente, compañero, o simplemente
UKE (el que es dirigido, el que ataca), pues si mientras entrenamos, nuestra
mente ve un contrincante en la persona que realiza el ataque, el sentido
competitivo impedirá una respuesta
respetuosa con él. Así, en el Aikido no hay competiciones que enfrenten un aikidoka contra otro. Si por
descuido, rabia o descontrol infligimos un daño a UKE, debemos ser conscientes
de la responsabilidad que
adquirimos al aprender técnicas marciales, muchas de ellas potencialmente
peligrosas para nuestros compañeros. La persona que entrena Aikido asume que
desea cultivar sus capacidades para mejorar su calidad de vida, no para
maltratar a quien se le ponga por delante. Es de personas inteligentes saber
apreciar lo que piensan o sienten los demás, un aikidoka nunca menospreciará a
su oponente, pues él le da la oportunidad de experimentar su propio crecimiento personal. Se podría decir
que UKE es como un espejo para nosotros. El estado físico y psíquico en que
dejamos a nuestro compañero al acabar la técnica nos indicará en qué estado
estábamos nosotros. Dependiendo del grado de control que tengamos en nuestro cuerpo y nuestras acciones,
dependerán los resultados. La palabra Aikido, en japonés está compuesta por
tres ideogramas que representan tres conceptos: El primero de ellos: AI,
significa Unión o Armonía y habla de la relación que
debe haber entre los diferentes elementos que componen un todo. El segundo
ideograma: KIse puede traducir como Energía
y hace referencia a las fuerzas o energías que nos mueven, cuerpo,
mente y espíritu. Por último, el tercero: DO es Camino o Vía, y
habla del compromiso personal que se elige libremente al seguir una dirección
concreta.
Esta
definición, explica que el Aikido es una disciplina que intenta armonizar las energías que componen el
individuo. Tal explicación no diferiría de otras artes marciales
tradicionales, si no se diera la máxima importancia al hecho de preservar la integridad física y moral del
adversario.
Entre aikidokas experimentados siempre surge la duda si la filosofía del
Aikido es la que crea las técnicas, o es al revés; las técnicas llevan a la
filosofía. Las dos razones son ciertas: al principio, cuando accedemos al
Aikido ignorando su espíritu, las técnicas nos hacen comprender que hay formas más
armoniosas de defenderse que simplemente golpeando con saña al agresor. Con el
tiempo, sin embargo descubrimos que la persona no necesita, ni desea realmente hacer daño a los demás para protegerse,
así que es una opción personal comportarse
de forma violenta. Comprendemos que las técnicas de Aikido contienen el espíritu de la Paz, puesto que nos
educa el instinto primario de la agresividad. Al conseguir llegar aquí, el
aikidoka se esfuerza porque las técnicas contengan el grado máximo de armonía.
Otro aspecto relevante en la práctica
de este Arte es el hecho de experimentar los dos papeles, atacante y defensor
con un mismo ánimo, desde una perspectiva no solo de aprendizaje técnico, sino
también como una experiencia que forma nuestro carácter. El papel de TORI (el
que dirige, el defensor), no es más importante que el de UKE (el que es
dirigido, el que ataca), bien al contrario se cree que si no desarrollamos
primero las habilidades como UKE no podremos llegar a ser unos buenos TORI.
Esto es así debido a la particular forma de las técnicas de Aikido, que buscan convencer antes que dominar, lo cual
nos obliga a entender que le
ocurre a UKE cuando le realizamos una técnica.
El Aikido posee una diferencia básica respecto a otras artes marciales,
y ésta es su deseo de no violentar al
agresor. Dicho así, en un primer momento podría parecer que las técnicas
de Aikido son blandas, o incluso más teóricas que prácticas. Nada más alejado
de la realidad. Una de las dificultades que entraña su práctica es aprender a
utilizar las técnicas sin llegar a
hacer daño, y sin que pierdan su efectividad.
Para conseguir esto, es necesaria la máxima concentración y un esfuerzo
consciente en mantener nuestra atención en el AQUÍ y AHORA, pues no se debe olvidar que se está entrenando un
arte marcial que mal aplicado puede ocasionar lesiones muy importantes. La
persona que recibe las técnicas (UKE), juega un papel muy importante, ya que
quien aplica esas técnicas (TORI), deberá evaluar muy bien el grado de
adaptabilidad de su compañero. Un UKE rígido física y mentalmente se pone en
peligro así mismo, lo mismo ocurre si dicho UKE se relaja hasta tal punto que
se abandone a la suerte, por lo que TORI debe tener en cuenta en todo momento
el estado psíquico y físico de su
compañero. Lo ideal en todo momento es mantener una voluntad de
atacar con decisión y recibir la respuesta con espontaneidad. La adaptabilidad por parte de UKE al
recibir sobre sí la técnica defensiva debe ser comparable a la de TORI al
recibir el ataque, puesto que las técnicas de Aikido parten de la capacidad de absorber una agresión, redirigiendo la
energía y la inercia para finalmente devolverla, de forma controlada y
acrecentada a quien te ataca.
La observación y respeto del cuerpo del oponente, permite realizar luxaciones que en muchas ocasiones
acaban en proyecciones. Esto es
así porque el Aikido nunca va en contra de lo que el cuerpo necesita. Si UKE al
atacar y descargar su golpe, donde esperaba encontrar resistencia encuentra inercia no podrá evitar
desequilibrase. Para evitar hacerse daño al caer intentará recuperar el
equilibrio, si en ese instante le ayudamos a recuperarse sumando su propio
impulso al nuestro, su empuje inicial se multiplica de tal forma que pierde
todo control sobre su desplazamiento.
Llegados a este punto se entiende que el trabajo de quien ataca (UKE), sea tan
importante. Por dos motivos: 1) deberá atacar con decisión para que TORI pueda aprender a defenderse realmente; 2)
el aprendizaje de caídas o la adaptabilidad ante determinadas presas permitirá
a TORI trabajar con confianza y
precisión.
Las luxaciones en Aikido se aplican por la necesidad de reconducir los
desequilibrios de los desplazamientos de UKE en la dirección que nos interesa,
y la posibilidad de llegar a inmovilizar
al atacante. Las proyecciones son la forma lógica y natural de dar salida a una
inercia y una energía que solo UKE, a través de una caída controlada, puede
disipar. Con estas premisas la persona que defiende (TORI), no necesita una
constitución física fuerte, ni tener una altura importante; basta con cierto
grado de reflejos y un nivel normal de agilidad que le permita moverse con
soltura. Esto explica porque tantas personas en todo el mundo, sin distinción de edad, sexo o fuerza física
practican Aikido.
Dentro de lo que sería el repertorio básico de las técnicas de Aikido,
se debe destacar en primer lugar los desplazamientos
circulares que caracterizan a este Arte Marcial.
Los desplazamientos siempre procuran ser envolventes, evitando la
confrontación directa con el adversario, al mismo tiempo que la propia inercia
del movimiento concede al defensor la capacidad de incrementar la potencia de
las técnicas que realiza. Esta característica permite que personas con poco
peso o no muy fuertes puedan llegar a controlar a alguien que le supera en
altura y fuerza. Cada paso realizado en Aikido equivale a la búsqueda constante
del desequilibrio del compañero procurando mantener la propia estabilidad. El sentido circular de estos
desplazamientos también se aplica en la forma de llegar a ocupar el centro físico del atacante, lo que
faculta, llegado el caso, realizar desplazamientos enérgicos en espacios muy
reducidos.
Este concepto de circularidad también se aplica en el control de las
luxaciones, pues es el único método que respeta
la forma natural del cuerpo del atacante. Todas las
articulaciones del cuerpo humano se rigen por espirales concéntricas. Como ejemplo solo debemos extender un
brazo y a continuación observar cómo se cierra el puño y flexionar el brazo
hasta plegarlo por completo.
Dentro de la amplia gama de luxaciones que dispone el Aikido, son muy
pocas las que bloquean las articulaciones en sentido contrario al desarrollo
natural de las extremidades. El Aikido busca la economía y sencillez en
todas sus técnicas, pero bajo la premisa de mantener la integridad del compañero.
Las proyecciones son el tercer elemento técnico que caracteriza y
diferencia al Aikido de otras Artes.
En grados avanzados es la forma técnica más común para resolver el
ataque del compañero, pues requiere conocer diferentes posibilidades que
ofrecen desplazamientos y luxaciones combinados entre sí. Sin embargo en el
Aikido, a diferencia del Judo o el Jiu-Jitsu, las proyecciones son realizadas
con la idea de “dar salida” a toda la inercia creada del movimiento conjunto
entre TORI y UKE. Esta voluntad de no
bloquear los desplazamientos del atacante, ni de romper la fluidez del movimiento corporal, hace
que desde fuera, el Aikido sea visto como un Arte Marcial muy estético, que a
veces recuerda una danza. Para hacer posible una proyección el defensor debe
ocupar el centro de equilibrio del atacante y hacerlo suyo para después
devolvérselo en las condiciones que deseemos.
Llegados a este punto se hace obvio la necesidad por parte del atacante
de practicar profusamente la técnica de
las caídas. Un UKE (atacante) que no sepa caer no debe practicar más
allá de sus posibilidades. Estas caídas (UKEMI), se practican desde el primer
día y poco a poco van evolucionando hasta alcanzar el grado necesario para entrenar sin peligro.
Una vez el aikidoka ha logrado cierto dominio de su cuerpo y su mente,
se entra en el conocimiento del trabajo con las armas tradicionales de Aikido. Estas están hechas en madera y
simulan la daga, el sable y el bastón japoneses.
El entrenamiento en su manejo, tanto en el ataque como en la defensa,
facilita la comprensión del trabajo a mano vacía, pues la mayoría de técnicas
están muy relacionadas con el Kenjutsu (técnica del manejo del sable).
Proporcionan sentido de realidad
y obligan a la concentración del practicante, al tiempo que permiten
desarrollar el control de las diferentes distancias de trabajo.
Al tener que atacar o defender con alguna de estas armas, el aikidoka
descubre la lógica y el origen de los desplazamientos circulares
que caracterizan el Aikido. Algunos incorporan a su práctica la Katana de la práctica
del Iaido (desenvainar) como expresión de la máxima anticipación, concentración y precisión.
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