sábado, 12 de abril de 2014

Conceptos éticos y filosóficos en el Aikido

Conceptos éticos y filosóficos en el Aikido
Por Jaume Segura



Clase en el  NYA con Yamada Sensei

Herir a tu oponente es herirte a ti mismo. Aikido es controlar la agresión sin producir daños”. Morihei Ueshiba

Las dos frases del encabezamiento condensan lo que a rasgos generales se entiende como la máxima expresión de la práctica del Aikido.

Lo más difícil de estudiar en el Aikido no son las técnicas en sí, bien al contrario, lo agotador es controlar la violencia que surge de nuestro interior cuando no sentimos amenazados, lo cual no es más que el reflejo de nuestras inseguridades.
Bien es cierto que aunque la técnica de Aikido puedan usarse como defensa personal ante una posible agresión (el Aikido es un arte marcial completo y eficaz), Morihei Ueshiba no las creó como un método de lucha más. Su intención fue desarrollar un Arte capaz de integrar a la persona en todos sus aspectos, física, mental y energética. Es más saludable saber que si llega el caso no nos pondremos a la altura de quien nos ataca. Nos defenderemos con proporcionalidad (como marca la Ley), con firmeza pero con serenidad, procurando respetarnos a nosotros mismos impidiendo que nuestra rabia o nuestro miedo lleguen a avergonzarnos. En Aikido no se utiliza la palabra ENEMIGO, decimos oponente, compañero, o simplemente UKE (el que es dirigido, el que ataca), pues si mientras entrenamos, nuestra mente ve un contrincante en la persona que realiza el ataque, el sentido competitivo impedirá una respuesta respetuosa con él. Así, en el Aikido no hay competiciones que enfrenten un aikidoka contra otro. Si por descuido, rabia o descontrol infligimos un daño a UKE, debemos ser conscientes de la responsabilidad que adquirimos al aprender técnicas marciales, muchas de ellas potencialmente peligrosas para nuestros compañeros. La persona que entrena Aikido asume que desea cultivar sus capacidades para mejorar su calidad de vida, no para maltratar a quien se le ponga por delante. Es de personas inteligentes saber apreciar lo que piensan o sienten los demás, un aikidoka nunca menospreciará a su oponente, pues él le da la oportunidad de experimentar su propio crecimiento personal. Se podría decir que UKE es como un espejo para nosotros. El estado físico y psíquico en que dejamos a nuestro compañero al acabar la técnica nos indicará en qué estado estábamos nosotros. Dependiendo del grado de control que tengamos en nuestro cuerpo y nuestras acciones, dependerán los resultados. La palabra Aikido, en japonés está compuesta por tres ideogramas que representan tres conceptos: El primero de ellos: AI, significa Unión o Armonía y habla de la relación que debe haber entre los diferentes elementos que componen un todo. El segundo ideograma: KIse puede traducir como Energía y hace referencia a las fuerzas o energías que nos mueven, cuerpo, mente y espíritu. Por último, el tercero: DO es Camino o Vía, y habla del compromiso personal que se elige libremente al seguir una dirección concreta.
Esta definición, explica que el Aikido es una disciplina que intenta armonizar las energías que componen el individuo. Tal explicación no diferiría de otras artes marciales tradicionales, si no se diera la máxima importancia al hecho de preservar la integridad física y moral del adversario.

Entre aikidokas experimentados siempre surge la duda si la filosofía del Aikido es la que crea las técnicas, o es al revés; las técnicas llevan a la filosofía. Las dos razones son ciertas: al principio, cuando accedemos al Aikido ignorando su espíritu, las técnicas nos hacen comprender que hay formas más armoniosas de defenderse que simplemente golpeando con saña al agresor. Con el tiempo, sin embargo descubrimos que la persona no necesita, ni desea realmente hacer daño a los demás para protegerse, así que es una opción personal comportarse de forma violenta. Comprendemos que las técnicas de Aikido contienen el espíritu de la Paz, puesto que nos educa el instinto primario de la agresividad. Al conseguir llegar aquí, el aikidoka se esfuerza porque las técnicas contengan el grado máximo de armonía.

Otro aspecto relevante en la práctica de este Arte es el hecho de experimentar los dos papeles, atacante y defensor con un mismo ánimo, desde una perspectiva no solo de aprendizaje técnico, sino también como una experiencia que forma nuestro carácter. El papel de TORI (el que dirige, el defensor), no es más importante que el de UKE (el que es dirigido, el que ataca), bien al contrario se cree que si no desarrollamos primero las habilidades como UKE no podremos llegar a ser unos buenos TORI. Esto es así debido a la particular forma de las técnicas de Aikido, que buscan convencer antes que dominar, lo cual nos obliga a entender que le ocurre a UKE cuando le realizamos una técnica.

El Aikido posee una diferencia básica respecto a otras artes marciales, y ésta es su deseo de no violentar al agresor. Dicho así, en un primer momento podría parecer que las técnicas de Aikido son blandas, o incluso más teóricas que prácticas. Nada más alejado de la realidad. Una de las dificultades que entraña su práctica es aprender a utilizar las técnicas sin llegar a hacer daño, y sin que pierdan su efectividad.

Para conseguir esto, es necesaria la máxima concentración y un esfuerzo consciente en mantener nuestra atención en el AQUÍ y AHORA, pues no se debe olvidar que se está entrenando un arte marcial que mal aplicado puede ocasionar lesiones muy importantes. La persona que recibe las técnicas (UKE), juega un papel muy importante, ya que quien aplica esas técnicas (TORI), deberá evaluar muy bien el grado de adaptabilidad de su compañero. Un UKE rígido física y mentalmente se pone en peligro así mismo, lo mismo ocurre si dicho UKE se relaja hasta tal punto que se abandone a la suerte, por lo que TORI debe tener en cuenta en todo momento el estado psíquico y físico de su compañero. Lo ideal en todo momento es mantener una voluntad de atacar con decisión y recibir la respuesta con espontaneidad. La adaptabilidad por parte de UKE al recibir sobre sí la técnica defensiva debe ser comparable a la de TORI al recibir el ataque, puesto que las técnicas de Aikido parten de la capacidad de absorber una agresión, redirigiendo la energía y la inercia para finalmente devolverla, de forma controlada y acrecentada a quien te ataca.

La observación y respeto del cuerpo del oponente, permite realizar luxaciones que en muchas ocasiones acaban en proyecciones. Esto es así porque el Aikido nunca va en contra de lo que el cuerpo necesita. Si UKE al atacar y descargar su golpe, donde esperaba encontrar resistencia encuentra inercia no podrá evitar desequilibrase. Para evitar hacerse daño al caer intentará recuperar el equilibrio, si en ese instante le ayudamos a recuperarse sumando su propio impulso al nuestro, su empuje inicial se multiplica de tal forma que pierde todo control sobre su desplazamiento. Llegados a este punto se entiende que el trabajo de quien ataca (UKE), sea tan importante. Por dos motivos: 1) deberá atacar con decisión para que TORI pueda aprender a defenderse realmente; 2) el aprendizaje de caídas o la adaptabilidad ante determinadas presas permitirá a TORI trabajar con confianza y precisión.

Las luxaciones en Aikido se aplican por la necesidad de reconducir los desequilibrios de los desplazamientos de UKE en la dirección que nos interesa, y la posibilidad de llegar a inmovilizar al atacante. Las proyecciones son la forma lógica y natural de dar salida a una inercia y una energía que solo UKE, a través de una caída controlada, puede disipar. Con estas premisas la persona que defiende (TORI), no necesita una constitución física fuerte, ni tener una altura importante; basta con cierto grado de reflejos y un nivel normal de agilidad que le permita moverse con soltura. Esto explica porque tantas personas en todo el mundo, sin distinción de edad, sexo o fuerza física practican Aikido.

Dentro de lo que sería el repertorio básico de las técnicas de Aikido, se debe destacar en primer lugar los desplazamientos circulares que caracterizan a este Arte Marcial.

Los desplazamientos siempre procuran ser envolventes, evitando la confrontación directa con el adversario, al mismo tiempo que la propia inercia del movimiento concede al defensor la capacidad de incrementar la potencia de las técnicas que realiza. Esta característica permite que personas con poco peso o no muy fuertes puedan llegar a controlar a alguien que le supera en altura y fuerza. Cada paso realizado en Aikido equivale a la búsqueda constante del desequilibrio del compañero procurando mantener la propia estabilidad. El sentido circular de estos desplazamientos también se aplica en la forma de llegar a ocupar el centro físico del atacante, lo que faculta, llegado el caso, realizar desplazamientos enérgicos en espacios muy reducidos.

Este concepto de circularidad también se aplica en el control de las luxaciones, pues es el único método que respeta la forma natural del cuerpo del atacante. Todas las articulaciones del cuerpo humano se rigen por espirales concéntricas. Como ejemplo solo debemos extender un brazo y a continuación observar cómo se cierra el puño y flexionar el brazo hasta plegarlo por completo.

Dentro de la amplia gama de luxaciones que dispone el Aikido, son muy pocas las que bloquean las articulaciones en sentido contrario al desarrollo natural de las extremidades. El Aikido busca la economía y sencillez en todas sus técnicas, pero bajo la premisa de mantener la integridad del compañero.

Las proyecciones son el tercer elemento técnico que caracteriza y diferencia al Aikido de otras Artes.

En grados avanzados es la forma técnica más común para resolver el ataque del compañero, pues requiere conocer diferentes posibilidades que ofrecen desplazamientos y luxaciones combinados entre sí. Sin embargo en el Aikido, a diferencia del Judo o el Jiu-Jitsu, las proyecciones son realizadas con la idea de “dar salida” a toda la inercia creada del movimiento conjunto entre TORI y UKE. Esta voluntad de no bloquear los desplazamientos del atacante, ni de romper la fluidez del movimiento corporal, hace que desde fuera, el Aikido sea visto como un Arte Marcial muy estético, que a veces recuerda una danza. Para hacer posible una proyección el defensor debe ocupar el centro de equilibrio del atacante y hacerlo suyo para después devolvérselo en las condiciones que deseemos.

Llegados a este punto se hace obvio la necesidad por parte del atacante de practicar profusamente la técnica de las caídas. Un UKE (atacante) que no sepa caer no debe practicar más allá de sus posibilidades. Estas caídas (UKEMI), se practican desde el primer día y poco a poco van evolucionando hasta alcanzar el grado necesario para entrenar sin peligro.

Una vez el aikidoka ha logrado cierto dominio de su cuerpo y su mente, se entra en el conocimiento del trabajo con las armas tradicionales de Aikido. Estas están hechas en madera y simulan la daga, el sable y el bastón japoneses.

El entrenamiento en su manejo, tanto en el ataque como en la defensa, facilita la comprensión del trabajo a mano vacía, pues la mayoría de técnicas están muy relacionadas con el Kenjutsu (técnica del manejo del sable). Proporcionan sentido de realidad y obligan a la concentración del practicante, al tiempo que permiten desarrollar el control de las diferentes distancias de trabajo.

Al tener que atacar o defender con alguna de estas armas, el aikidoka descubre la lógica y el origen de los desplazamientos circulares que caracterizan el Aikido. Algunos incorporan a su práctica la Katana de la práctica del Iaido (desenvainar) como expresión de la máxima anticipación, concentración y precisión.

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