martes, 5 de noviembre de 2019

El Aikido y el ideal samurai


EL AIKIDO Y EL IDEAL SAMURAI

 

Por Cuauhtémoc Sotelo Rosas. Aikikai Cuernavaca.
México. Shodan de Aikido.
Tomado de: http://samuraibushi.simplesite.com/418688863

 


Desde el tipo de vestimenta o uniforme (keikogi y hakama) que se usa para entrenar Aikido, tácitamente se da a entender la identificación del arte marcial con la cosmogonía samurái: las solapas de la chaqueta se cruzan montando la izquierda sobre la derecha. Tradicionalmente sólo se hacía a la inversa en las mujeres y en los difuntos. Este motivo es absolutamente pragmático: tradicionalmente los samuráis llevaban la espada (katana) en el lado izquierdo, por lo que si la solapa derecha de la chaqueta estuviera sobre la izquierda, existiría la posibilidad de que la empuñadura de la katana se enganchara con la solapa del traje al desenvainar, lo cual podría significar la muerte ante un adversario rápido. Por otro lado, cubrir la solapa derecha permitía esconder en la chaqueta un cuchillo (tanto), pudiendo desenvainarse rápidamente al introducir la mano derecha bajo ésta.

En lo que respecta a la hakama, debe decirse que en la época feudal japonesa sólo podían vestirla los nobles de la corte y los samuráis de alto rango.

Conviene recordar que el aikido es un arte marcial con profundas raíces y fundamentos históricos, filosóficos, éticos y, si se quiere espirituales, pero con todo y eso no es un yoga, ni un tai-chi, ni una contemplación, ya que de otra forma se llamaría así, tendría cualquiera de esos nombres. El Aikido es un arte marcial completo y autónomo, que también es deudor, heredero y continuador de distintas disciplinas marciales provenientes tanto de la antigüedad como de la historia moderna de Japón, todas ellas relacionadas inextricablemente con la casta de los samuráis. De ahí que el uniforme o vestimenta que se usa para practicarlo, se relacione práctica e históricamente con esos guerreros legendarios. De otro modo, para efectos también prácticos -si el Aikido no se relacionara ni se quisiera que se relacionase con los antiguos samuráis-, podría usarse cualquier otro tipo de vestimenta como vemos en distintas disciplinas de contacto deportivas o diferentes artes marciales de competición.

Por eso –dice Nobuyoshi TAMURA en su libro “Aikido. Etiqueta y transmisión”-, en el Aikido para la práctica (keiko) se lleva un keikogi (pantalón y chaqueta) sin ninguna prenda interior (las mujeres, no obstante, llevan una camiseta). Después de haberse atado el cinturón de ejercicio (keiko-obi) se pone el hakama de ejercicio (keikohakama).”

“Este conjunto es la adaptación práctica de la vestimenta que antaño llevaban de forma cotidiana los samuráis. Presenta las siguientes ventajas: comodidad, no entorpece los movimientos; solidez, y buena absorción del sudor.”

El aspecto más notable es que, si el conjunto se lleva correctamente, la actitud se ve mejorada, consolidando en consecuencia lo mental.”

“Si nos incorporamos a los boy-scouts llevaremos uniforme, si nos incorporamos al ejército antes de todo nos pondremos el uniforme, lo que provoca de forma natural una sensación de pertenencia. Lo mismo ocurre en el aikido; el hecho de vestir el conjunto indumentario tradicional de los samuráis permite al aikidoka dirigirse a la práctica con el cuerpo y el espíritu unificados desde el principio del ejercicio.”

 NOBUYOSHI, Tamura. “Aikido. Etiqueta y transmisión”, pág. 122.

La actitud, lo mental, el cuerpo y el espíritu “unificados” desde el principio, son los signos de pertenencia –en lo que a la vestimenta se refiere- a la idea samurái en el Aikido. La vestimenta del aikidoka emula, con intención llena de respeto, el esprit de corps samurái en el Aikido.

Y qué decir del conjunto de técnicas del que se compone la enseñanza del Aikido, tanto cuando se enseñan las técnicas a mano vacía, como cuando se practica con las herramientas y armas que se conocen, sirviendo solo de ejemplo histórico aquellas que le permitían al samurái no ser desarmado ni inmovilizado en un ataque sorpresivo o verdaderamente cercano en los caminos, cuyo ataque tuviera como fin evitar que desenvainara. Las técnicas de Aikido, creadas y modificadas por O Sensei para no ser letales, guardan en su forma la simiente del combate samurái.

El protocolo y la etiqueta que los practicantes de Aikido guardamos en nuestros entrenamientos, en la manera en que ahí nos relacionamos con nuestros compañeros y con nuestro sensei, o en la manera en que reverenciamos y practicamos la etiqueta y usamos el bokken, el tanto y la katana. Todo, nos evoca la disciplina y los rituales de los samuráis.

Quizás el ideal samurái sea una cosa aspiracional en el Aikido, una búsqueda axiológica, digno de emularse en su profundo trasfondo ético, como hombres y mujeres de su tiempo: de honor, de coraje, de rectitud, de benevolencia y de lealtad.

Así, el bushido fue redactado, entre otros, por Tsuramoto Tashiro, que recogió las reglas escritas del monje samurái Yamamoto Tsunetomo, samurái famoso por la recopilación de la tradición guerrera japonesa en el hagakure. En el bushido encontramos elementos procedentes del zen y del sintoísmo. La formación del samurái era el resultado de varios componentes religiosos, filosóficos y sociales. Será el budismo zen el que vuelva el espíritu samurái fuerte como su espada. El samurái debía demostrar impasibilidad y autocontrol en cualesquiera circunstancias, y para esto se entrenaba durante años. Gracias al zen samurái llegaba a adquirir un dominio absoluto de sí mismo en casi cualquier situación. El samurái tenía que poseer sentido del deber, resolución, generosidad, firmeza de ánimo, magnanimidad y humanidad.

El bushido posee influencias de cinco corrientes distintas: el confucionismo chino que hace culto a los antepasados y tiene como grandes virtudes la lealtad y la justicia, esta corriente busca la superioridad moral y la búsqueda del conocimiento. El taoísmo de Lao Tsé y su Tao Te Ching donde el objetivo primordial es alcanzar la inmortalidad buscando la armonía de las energías yin y yang que conforman el Tao. El budismo que trasciende la muerte y brinda al guerrero un estado de armonía absoluta. El zen que aporta características guerreras y valor al samurái. El sintoísmo que brinda valores éticos y lealtad con el soberano de forma tradicional. En esta corriente el samurái encuentra su pureza que entre otras cosas no le permite pensar en la traición.

Si bien el Bushido es un código muy estricto en cuanto a valores y reglas a seguir, aportaba a los guerreros una gran disciplina que convirtió a los samuráis en ejemplos no solamente en el campo de batalla sino en la sociedad japonesa.

“Ya fuera en tiempo de guerra o de paz –dice Carol GASKIN-, un samurái intentaba encontrar la paz dentro de sí mismo a través de la meditación. Con frecuencia, buscaba la tranquilidad de su jardín o de su casa de té privada situada en el mismo. Los jardines de los samuráis eran obras de arte diseñadas con flores y árboles, contrastes de luces y sombras, estanques de agua, o simplemente arena y rocas, todo ello en un esfuerzo por representar verdades acerca de la naturaleza de la vida.”

GASKIN Carol y Vince HAWKINS, “Breve historia de los samuráis”, Ed. Nowtilus, Madrid, 2005, págs. 46-47.

 

A pesar de que el Bushido era un código seguido por guerreros que eran entrenados para matar también les daba una faceta humana que tenía como pilares la nobleza, la humanidad y un amplio sentido de la justicia. El samurái no mataba en vano ni tampoco hacía alardes de sus habilidades como guerrero. La honradez y humildad frente a los demás causaban admiración y no temor.

Los ciudadanos comunes sabían que los samuráis eran capaces de matar, pero en general no se permitían abusar de su poder, precisamente por estar sujetos a las estrictas reglas emanadas del Bushido, que prescribía conductas ejemplares para hombres –y mujeres de la misma casta y linaje-.

El Bushido posee siete reglas o virtudes que lo definen: Justicia -Rectitud (Gi) donde se busca ser justo y honrado, en la justicia no hay términos medios, las cosas son correctas o incorrectas. Coraje (Yuu) es tener valor, ser arriesgado, no tener miedo y actuar con inteligencia, respeto, fuerza y precaución. Benevolencia (Jin) es sentir compasión, ayudar a los demás en cualquier oportunidad, utilizar las habilidades adquiridas para ser útil a otras personas. Respeto (Rei) ser cortés aún con los enemigos, ser digno del respeto y no imponerse por la fuerza, jamás ser crueles o despiadados y recordar que el respeto es un valor que nos diferencia de las bestias. Honestidad (Makoto) ser sincero ante todo, tener valor en la palabra y en los hechos, hablar y hacer debe ser lo mismo, cumplir siempre las promesas aun cuando la vida está en juego. Honor (Meiyo) esta virtud es siempre juzgada por uno mismo, el conocimiento profundo del propio ser es el más claro reflejo de la realidad, el samurái sabía que nunca podía engañarse y evadir la realidad. Lealtad (Chuu) responsabilidad total por aquellos bajo su cuidado, el samurái es fiel ante todo e incapaz de traicionar, daba la vida por sus protegidos sin pensarlo dos veces.

El Bushido es un código muy noble, con ideales muy humanos que le brindan al guerrero la posibilidad de darse cuenta de que a pesar de haber sido entrenado para matar, se debe respetar y honrar la vida humana y la vida de todos los seres vivos, guardando el sentido de su responsabilidad social para con los demás, aún con sus enemigos. Aun cuando el samurái siempre estaba preparado para la muerte y la aceptaba con resignación estoica, tampoco mataba por placer, ya que estaba seguro de sus habilidades guerreras y no sentía necesidad de demostrarlas. Su mente estaba en paz, normalmente quieta, y su espíritu se enriquecía con los valores del Bushido.

Esta filosofía ha trascendido con el paso de los años y acompaña a muchas artes marciales japonesas tradicionales como por ejemplo el Kendo y el Aikido. Pero es indudable que los mayores seguidores del Bushido fueron los samuráis que no solamente respetaron el Bushido sino que vivieron a través del mismo.

Bushi no ichi-gon o "la palabra de un samurái" trasciende a un mero pacto de confianza y completa fe. Cuando un samurái daba su palabra era su propia vida lo que ponía como garantía, razón por la cual ningún pacto, tarea o misión de un samurái fue jamás recogida por escrito. El samurái también necesitaba un completo auto-control y estoicismo para ser totalmente honroso. No debían mostrar en público signos de dolor o alegría. Soporta todo interiormente, ya que tiene prohibido gemir ni llorar. Siempre mostraba un comportamiento calmado y una compostura mental que hacían que ninguna pasión de ningún tipo debería interponerse.

“Jorge Luis Borges glosa la historia de los cuarenta y siete samuráis relatada por Algernon Freeman-Mitford en sus viajes al Japón decimonónico. Lo que rescata Borges después de haber expuesto la esencia del relato de lo que el propio narrador argentino llama “la historia de los cuarenta y siete hombres leales”, es una conclusión de orden ético. Borges dice que la historia de los samuráis que vengaron la muerte de su amo contra la humillación en manos de Kotsuké no Suké, “no tiene final, porque los otros hombres, que no somos leales tal vez, pero que nunca perderemos del todo la esperanza de serlo, seguiremos honrándolos con palabras”. Este no es un detalle menor cuando pensamos en una cultura como la japonesa, en especial porque lo que remarca Borges no es sólo el tema de rendir culto a la memoria de un amo al que se le debe lealtad, es también el doble compromiso con uno mismo –el samurái debe ante todo cumplir con su propia ley- así como con el compromiso con lo que se debe hacer en términos sociales, vale decir, una conducta frente a los demás.”

FREEMAN-MITFORD Algernon, “El mundo del samurái”, ladosur ediciones, Buenos Aires, 2006, pág. 12.

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