domingo, 28 de febrero de 2016

Mondo

MONDO
Extracto del maestro TAISEN DESHIMARU





En el Zen, un Mondo es un intercambio entre un discípulo y su maestro ( Mon: pregunta, et Do: repuesta). Algunos mondos son celebres e ilustran la transmisión del zen « de mi alma a tu alma ». La repuesta del maestro, que va más allá de la pregunta, toma a veces una forma enigmática y desconcertante en un primer momento.

P. —A propósito de los exámenes de acceso para adquirir los grados, los Dan, un maestro nos dijo un día que tres cosas eran importantes: shin, wasa, thai...el espíritu, la técnica, el cuerpo. ¿Cuál es la más importante?.  
R. —En las artes marciales como en el juego de Go, conocer bien la técnica es muy práctico. Sucede a veces que en un ser joven el cuerpo sirve de elemento fundamental, mientras que en un hombre de más edad, técnica y espíritu predominan. De hecho, lo más importante es shin, el espíritu. Después viene la técnica y el cuerpo. En los demás deportes, sobre todo en Occidente, la fuerza del cuerpo debe ser la más desarrollada. No es este el caso en las artes marciales; en judo, el cuerpo debe ser formado, pero es secundario en relación a la técnica y al espíritu-intuición necesario para aplicarlo bien. Si técnica fuerte y cuerpo fuerte luchan juntos, es la técnica la que vencerá. Si un espíritu fuerte combate una técnica fuerte, es el espíritu el que vencerá ya que sabrá encontrar el punto débil. Se conoce la historia del samurai que, después de una riña, combatía con un obrero. Aquel le hizo un hábil estrangulamiento mortal y el obrero se ahogaba cuando, en la punta de sus dedos, palpo los testículos de su adversario, los cuales agarro y apretó con todas sus fuerzas. Al cabo de algunos instantes, el samurai estuvo obligado a soltar presa, vencido...
El entrenamiento no debe estar concentrado únicamente sobre el desarrollo del cuerpo. Evidentemente, en los torneos modernos, no se lucha a vida o a muerte, sino para ganar puntos: por lo que la fuerza del cuerpo y la técnica es suficiente. En los tiempos antiguos, era completamente de otra manera puesto que la vida se encontraba en juego: entonces la intuición lo decidía todo, como último recurso.
Hoy día, se debería volver a encontrar esto; en cada combate, hacer como si la vida dependiera de él, incluso con los sables de madera. Entonces, las artes marciales encontrarían su verdadero lugar; la práctica de la vía. Si no, no se trata más que de un juego...
Fuerza de cuerpo, técnica y fuerza de espíritu están, de hecho, más o menos en igualdad, pero es siempre shin, el espíritu, el que decide el resultado del combate.
Ya os he contado la historia del samurai que vino a ver al legendario Maestro Miyamoto Musachi, y le pidió que le enseñara la verdadera vía del sable. Este último aceptó. Convertido en su discípulo, el samurai pasaba su tiempo, bajo la orden del maestro, acarreando y cortando leña, yendo a buscar agua a una fuente alejada. Y esto, todos los días, durante un mes, dos meses, un año, tres años. Hoy día, cualquier discípulo hubiera huido al cabo de algunos días, incluso de algunas horas. El samurai continuaba y de hecho, entrenaba su cuerpo. Sin embargo, al cabo de tres años ya no pudo aguantar más y le dijo a su maestro: “¿Pero qué entrenamiento me hace usted seguir aquí? Desde mi llegada no he tocado un sable. ¡Paso mi tiempo cortando leña y transportando agua! ¿Cuándo me iniciara usted?”. “Bueno, bueno”, respondió el maestro. “Voy a enseñarte la técnica, ya que lo deseas.” Le hizo entrar en el doyo y, cada día, desde la mañana hasta la noche, le ordeno que caminara sobre el borde extremo del tatami y que diera así, paso a paso, sin equivocarse, la vuelta a la sala.

P. —Pero esa es exactamente la manera que se debe tomar en el Kendo, un pie en la línea del otro, después deslizarse...
R. —Sí. De esta manera el maestro le enseño la concentración sobre la marcha. Concentrarse sobre un acto, hacerlo perfectamente. Ya que los detalles de la técnica, los trucos, los pasos, son de hecho secundarios con relación a la concentración. Si se está suficientemente concentrado, un gesto, uno solo, es suficiente.
Por consiguiente, el discípulo caminó a lo largo del borde del tatami durante un año. Al cabo de ese tiempo, dijo al maestro: “Yo soy un samurai, he practicado mucho la esgrima, he encontrado a otros maestros de kendo. Ninguno me ha enseñado como usted lo hace. Por favor, enséñeme la verdadera vía del sable.” Bien, dijo el maestro, sígueme. “Lo condujo lejos, a un lugar en el que se encontraba un trozo de madero que atravesaba un precipicio de una profundidad increíble, aterradora”: “He aquí dijo el Maestro, tienes que atravesar este pasaje.” El samurai discípulo no comprendía nada de aquello y, de cara al precipicio, dudaba, sin saber qué hacer. De pronto, oyeron detrás de ellos un toc.toc, el ruido de un bastón de ciego. El ciego, sin prestar atención a su presencia, paso al lado de ellos y atravesó sin dudar, tanteando con su bastón el madero que franqueaba el precipicio. “¡Ah pensó el samurai, empiezo a comprender. Si el ciego atraviesa así, yo debo hacer lo mismo.” En este instante el Maestro le dijo: “Durante un año, has caminado sobre el borde del tatami que es más estrecho que este tronco, así que debes pasar.” El samurai comprendió y...atravesó de una vez el puente. El entrenamiento estaba completo: el del cuerpo durante tres años; el de la concentración sobre una técnica (la marcha) durante un año, y el del espíritu de cara al precipicio, de cara a la muerte.

P.--¿Pero por qué el espíritu es lo más importante?
R. —Porque, a última hora, es él quien decide.
En las artes marciales japonesas, desde los tiempos antiguos, un solo gesto justo provocaba la muerte. De aquí viene la lentitud, la concentración de los movimientos antes del ataque, Un golpe, y se acabó: un muerto, algunas veces dos, si se daban los golpes justos. Todo se juega en un instante. En este instante, el espíritu decide todo, técnica y cuerpo lo siguen. En todos los deportes de hoy día existe un tiempo de espera. En las artes marciales no hay tiempo de espera: si se le espera aunque solo sea un poco, el espíritu debe estar sin cesar concentrado sobre la situación, dispuesto a atacar o reaccionar. De aquí su importancia primordial.

P. —Pero ¿cómo elegir la técnica de ataque?
R.---No es cuestión de elegir. Ello debe hacerse inconscientemente, automáticamente, naturalmente. El pensamiento no puede intervenir ya que si no, hay tiempo de espera, por consiguiente fallo. La conciencia permanente, despierta de la situación global es pues esencial para que surja el gesto justo: la conciencia selecciona un golpe, técnica y cuerpo parten hacia delante. Y se acabó.

P---Por ejemplo en kendo. Hay un golpe llamado debana wasa: se trata de atacar antes de que el adversario lo haga, de golpear antes de que él golpee. Por consiguiente, en esta técnica del debana, la intuición es en efecto muy importante.
R.---¡La intuición es siempre esencial! Si el adversario os da un golpe inesperado, debéis tener entonces la intuición de la parada, la conciencia de la huida. ¡Para salvaros del golpe! Conciencia que provocará la reacción del cuerpo y de la técnica apropiada. ¡Pero si pensáis en ese momento: “Debo utilizar tal o cual técnica”, en el instante de vuestro pensamiento, seréis tocado! La intuición desencadena el cuerpo y la técnica. Cuerpo y conciencia se unen: se piensa con el cuerpo entero, se emplea totalmente en la reacción.
Es por esto por lo que es difícil hacer categorías sobre la importancia o la jerarquía de shin, el espíritu, wasa, la técnica, y tai, el cuerpo. Deben estar unidos, No separados. Es su perfecta unión la que crea el acto justo. No su separación. La unidad total.
En las artes marciales japonesas, la Vía del sable, el kendo, ha sido considerada siempre como el arte más noble de combate, ya que es la que mejor une estos tres factores: conciencia-intuición, cuerpo y técnica.

P.---En el mundo, doce millones de personas practican el kendo, seis millones el judo, cinco millones el kárate, un millón el aikido, y doscientas mil personas el tiro con arco, el kyudo...
R.---En todas estas artes marciales, la unidad entre el espíritu, el cuerpo y la técnica es esencial.

Pensar y después golpear no es el gesto justo. Hay que atrapar suki, la ocasión, la oportunidad. Esto es muy importante. El pensamiento no puede hacerlo. Solamente la conciencia puede atrapar la oportunidad de la acción. El vació en el que hay que actuar.

sábado, 13 de febrero de 2016

Zen y el arte de los arqueros Japoneses

Zen y el Arte de los arqueros Japoneses

Por Daisetz T. Suzuki
Ipseich, Massachusetts
Mayo de 1953





Una de las características determinantes de la práctica de la arquería, y en realidad de todas las artes según son encaradas en el Japón, y probablemente también en otros países del Lejano Oriente, es que no tiene un fin meramente utilitario ni se limita al puro goce estético, sino que está destinada a adiestrar la inteligencia y a ponerla en contacto con la realidad esencial. De ahí que el objeto de la práctica de la arquería no consista única y exclusivamente en "dar en el blanco"; que el esgrimista no esgrima la espada sólo para derrotar a su antagonista, y que el bailarín no baile sólo para ejecutar ciertos movimientos rítmicos del cuerpo. Antes que nada, la mente debe ser armonizada con lo Inconsciente.

Si se quiere realmente ser Maestro en un arte, su conocimiento técnico no basta; es necesario trascender el aparato de la técnica, de manera que el arte se convierta en un "arte sin artificio", surgido del Inconsciente.

En el caso particular de la arquería, quien acierta el blanco y el blanco mismo, dejan de ser dos objetos antagónicos para transformarse en una sola, única realidad. El arquero pierde conciencia de sí como persona empeñada en dar en el blanco que tiene ante su vista; y este estado de "inconsciencia" se cumple cuando, absolutamente vacío y libre de sí, se vuelve uno, indivisible, con el arte de su destreza técnica, aunque haya en él algo, de un orden totalmente diferente, que no puede ser aprehendido a través de ningún estudio progresivo del arte.

Lo que distingue esencialmente la doctrina Zen de todas las demás doctrinas religiosas, filosóficas o místicas es que, al par que no trasciende jamás los límites de nuestra vida cotidiana y pese a su concreción y pragmaticidad, posee algo que la mantiene apartada de la sordidez y la inquietud humanas.

Llegamos así a la relación entre la doctrina Zen y el arte de los arqueros, y otras artes afines como la esgrima, el arreglo floral, la ceremonia del té, la danza y las bellas artes en general.

La doctrina Zen no es otra cosa que el "espíritu cotidiano", según la feliz expresión de Baso (Matsu; muerto en 788) ; "espíritu cotidiano" que consiste simplemente en "dormir cuando se está fatigado", en "comer cuando se tiene hambre". Apenas reflexionamos, meditamos y conceptuamos, la inconsciencia original se pierde y se interpone un pensamiento. Ya no comemos cuando estamos comiendo ni dormimos cuando estamos durmiendo. La flecha se desprende de la cuerda pero no se dirige rectamente hacia el blanco ni el blanco permanece donde está.

El cálculo, que es por naturaleza erróneo, interviene, y toda la experiencia de la arquería misma toma el camino equivocado. La mente confusa del arquero se traiciona a sí misma en todo sentido y en todos los planos de su actividad. El hombre es una flecha pensante pero sus más grandes obras sólo las realiza cuando no está pensando o calculando. La "puerilidad" debe ser recuperada a través de largos años de adiestramiento en el arte del olvido de sí, y cuando lo logra, el hombre piensa aunque no piense. Piensa como la lluvia que cae del cielo, como las olas que se agitan en el océano, como las estrellas que iluminan el cielo nocturno, como el verde follaje mecido por la suave brisa de la primavera. En realidad, él es la lluvia, el océano, las estrellas, el follaje.

Cuando un hombre alcanza esta etapa de desarrollo "espiritual", se convierte en un artista Zen de la vida. No necesita, como el artista pintor, un lienzo, pinceles y colores, ni como el arquero el arco, la flecha, el blanco y otros utensilios. Tiene para ello sus miembros, su cuerpo, su cabeza; y su vida "Zen" se expresa por medio de todos estos instrumentos naturales, de cardinal importancia para su manifestación; sus manos y pies son sus pinceles y el universo todo el lienzo donde "pintará" su vida durante setenta, ochenta, y aun noventa años de existencia. Esta "pintura" recibe el nombre de Historia.

Hoyen de Gosozen (muerto en 1140) dice: "He aquí un hombre que, habiendo convertido la vacuidad del espacio en una hoja de papel, las olas del océano en un tintero y el monte Sumeru en un pincel, traza estos cinco caracteres: so-shi-sai-rai-i[1]. Ante ellos, extiendo mi zagu[2] y me inclino reverentemente".

Podríamos preguntarnos: ¿qué significa esta extravagante declaración? ¿Por qué alguien capaz de ejecutar esta acción debe ser considerado por ello digno del mayor respeto? Un Maestro del Zen respondería: "Como cuando siento hambre, duermo cuanto estoy cansado". Si siente inclinación hacia la naturaleza tal vez conteste: "Ayer hacía buen tiempo; hoy llueve". El lector sin embargo quizá aún no haya visto la respuesta a su pregunta: ¿Dónde está el arquero?.



[1] 1 Estos cinco caracteres chinos, traducidos literalmente. significan: "El motivo del Primer Patriarca para venir de Occidente". El argumento es utilizado a menudo como un tópico de mondó (preguntas y respuestas a la manera del Zen). Es lo mismo que inquirir sobre la esencia misma de la doctrina Zen. Una vez comprendido esto, todo la doctrina Zen cabe en estos cinco caracteres.
[2] Zagu es una de las prendas que lleva consigo el monje Zen.

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