jueves, 21 de febrero de 2019

La naturaleza absoluta: la reciprocidad de yin y yang


La naturaleza absoluta: la reciprocidad de yin y yang

Tomado del libro  “El espíritu del Aikido” de K. Ueshiba





El Maestro Ueshiba aconsejaba constantemente a sus alumnos, especialmente a aquellos cuyo exceso de apego a la forma limitaba sus movimientos, lo siguiente:

En aikidō no hay formas ni modelos. Los movimientos naturales son los movimientos del aikidō. Su profundidad es insonble e inagotable.

El significado de la declaración del Fundador, expresada con frecuencia en su esotérico estilo personal, puede no ser siempre claro. Para los alumnos que empiezan, empeñados en dominar las diferentes formas y técnicas, estas frases contradicen todo lo que se les enseña. Si el aikidō no tiene formas o modales ¿de qué sirve aprender las direrentes técnicas? ¿qué se entiende por movimientos naturales? ¿puedo moverme de la forma que yo quiera?.

Lo primero que hay que señalar es que la formulación del Fundador no va dirigida a los principiantes, sino a los alumnos avanzados. Es un consejo dirigido a aquellos que han alcanzado cierto nivel de dominio y que, sin embargo, están todavía tan apegados a la forma que carecen de la fluidez de los movimientos naturales que caracterizan la manifestación última del aikidō. Realmente sus palabras tienen la intención de animar a los alumnos avanzados a trabajar más duramente hasta alcanzar el objetivo del aikidō. Un proverbio clásico japonés dice “Entra en la forma y sal de la forma”.  Ya se trate de artes culturales o de budō, uno debe entrenarse en el dominio de la forma, pero una vez conseguido debe liberarse de ella. Para los que aún tienen por delante un largo camino antes
de dominar la forma, no es de extrañar que las palabras del Fundador les produzcan
confusión.

La apreciación plena de dicha declaración debe reservarse para aquellos que han
entrenado verdaderamente y practicado aikido durante muchos años, y que han llegado a
dominar sus principios y movimientos y han reflexionado considerablemente sobre la
filosofía del budo, todo lo cual requiere un conocimiento tanto teórico como práctico de los
principios básicos del aikido, incluidos la unidad del ki del universos con el ki personal, el
principio de entrar y rotar esféricamente teniendo el ki, la mente y el cuerpo unificados, y la
manifestación tangible del principio del arte del sable.

Quizás el significado más difícil de captar sea el de «movimientos naturales», porque es
una expresión muy común y mucha gente tiene alguna noción, aunque sea vaga, de lo que
quiere decir. Pero, en serio, ¿cuánta gente conocemos que de verdad viva «naturalmente»?
Cuanto más pensamos en el significado de «natural», más difícil se nos hace explicarlo.

¿Cómo debería entender el alumno de aikido el significado de «movimientos naturales»,
y su relación con los movimientos de su arte? ¿Cuál es la clave que lo revelaría y por dónde
podemos empezar? Anticipando una conclusión, yo creo que de lo que se trata es de captar
dentro de nosotros mismos, de forma exacta y directa, la actividad de la naturaleza que
invade el universo y afecta a nuestros cuerpos y a nuestras vidas.

Pensemos lo que pensemos, es fundamental conectar directamente con los cambios en
los fenómenos naturales -atmósfera, tiempo, medio ambiente-, y recibirlos abiertamente, y
al hacerlo debemos desnudar nuestros sentidos y nuestros cuerpos ante la naturaleza e
interactuar con ella sin forzarla a que responda a nuestras expectativas, ni actuando
selectivamente en contra de aspectos particulares en ella, ni utilizándola para nuestros
propósitos particulares. Debemos, pues, ver los fenómenos naturales cómo son y obtener
más capacidad de penetración de la verdadera naturaleza de la realidad.

Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en la participación de estudiantes en las
sesiones de verano y de invierno, aceptando a cada momento el calor o el frío y disfrutando
de ellos según la estación. Cuando la gente experimenta frío o calor en sus cuerpos, aprende
a conocer sus propias reacciones ante ello y llegan a saber lo bien que pueden actuar bajo
condiciones adversas o incómodas. Esta intimidad con la naturaleza y con el propio cuerpo
es el primer paso para dominar sus procesos.

Es un hecho bien conocido que el tiempo afecta a nuestro estado psicológico. En un día
claro y soleado nuestras mentes están claras y nuestros cuerpos ligeros y estamos de un
humor jovial. En días cubiertos y lluviosos nuestros espíritus tienden a estar decaídos y
nuestros cuerpos lentos y hay una sensación sombría en el ambiente. En los días nublados
nuestras mentes y nuestros cuerpos están inestables, y, cuando el viento sopla, si es una
brisa suave hace que nos sintamos bien, pero si es un tifón nos causa agitación. Veamos la
última relación que hay entre la naturaleza y los seres humanos, incluso a este nivel de
sucesos tan comunes. Y cuando se trata de cambios estacionales más dramáticos, ya no sólo
se ven afectados la temperatura y la humedad, sino que también los ciclos vitales de las
plantas y de los animales experimentan drásticos cambios. Las plantas echan brotes, las
flores se abren, crecen las hojas, maduran las frutas, y luego, inevitablemente, todo se
marchita y muere. Tales cambios producen también efectos sutiles en la mente humana y en
el cuerpo humano, y de hecho sabemos que el ritmo de las mareas gobierna la vida marina e
influye subliminalmente en la forma de sentir y de actuar de las personas. También las
erupciones volcánicas y los terremotos desencadenan cambios decisivos en la vida de la
tierra, que a su vez, tarde o temprano, afectarán a la vida humana. Todas las cosas en la vida son un vasto tejido de interrelaciones e interdependencia.

Cuando reconocemos plenamente cómo los fenómenos naturales y sus cambios afectan a
los seres humanos, sabemos también que de alguna manera están conectados a nuestra
propia comprensión del significado de la vida. Y cuando llegamos a comprender y a
apreciar la vida humana, nos acercamos a vivir junto a la naturaleza y el universo. De esta
manera, sin perder nuestra individualidad y nuestra autoconciencia, nos hacemos uno con la
actividad de la naturaleza, y cuando esto se ha conseguido, los movimientos naturales
aparecen espontáneamente en armonía con el universo. Esta es nuestra manera de entender
lo natural, que en el aikido se manifiesta en el hecho de que es una forma de budo basada
en la realización activa del ki, y aquí está el significado de la expresión «Los movimientos
naturales son los movimientos del aikido».

La fuente más importante de los movimientos naturales es el poder de la respiración.
Cuando el poder respiratorio fluye espontáneamente, los movimientos de la persona se
hacen naturales de forma inconsciente. Por el contrario, cuando el poder respiratorio no se
emite libremente y su flujo se para, los movimientos se vuelven torpes y faltos de
naturalidad. El poder de la respiración incluye la respiración normal, pero implica algo más
que la inhalación y exhalación ordinarias, ya que abarca la actividad del ki.

Desde el punto de vista fisiológico, la respiración normal es una función del sistema
respiratorio centrado en los pulmones y en el corazón y que incluye la nariz, la boca y los
poros de la piel. El sistema respiratorio humano es la manifestación más concreta de lo que
llamamos vida y la propia vida es inseparable del funcionamiento del universo, de ahí que
esté íntimamente conectada a los cambios cíclicos de la naturaleza: la noche y el día, las
cuatro estaciones, el flujo y reflujo de las mareas, y demás fenómenos. El poder de la
respiración está profundamente conectado con el poder inherente a las fuerzas naturales y
es expresado a través del ki del universo, y sus manifestaciones más precisas y elementales
en los movimientos de la naturaleza son, como hemos señalado con anterioridad, entrar y la
rotación esférica.

Entre los muchos movimientos naturales del aikido está la técnica de muñeca conocida
como kote gaeshi. En esta técnica, la muñeca se dobla lentamente en la dirección natural, a
diferencia de las llaves de muñeca del judo y el jujutsu, en las que la muñeca se dobla en la
dirección opuesta. La flexión forzada, al no ser natural, presenta el riesgo de causar daño.
En cambio, el aikido nunca intenta movimientos que vayan en contra de lo natural y de este
modo evita lesiones innecesarias y sin sentido.

La mayoría de las técnicas de aikido tienen dos aspectos que se conocen como
movimientos omote y ura (literalmente, de frente y de espaldas, respectivamente). Aunque
existen diferencias según la técnica, el principio básico, por ejemplo al contrarrestar un
ataque frontal directo, es o bien entrar derecho al espacio ocupado por el adversario, o bien
girar y entrar al punto muerto detrás de él. Lo primero es un movimiento omote, y lo último
un movimiento ura.

Estos dos movimientos defensivos, que se encuentran en el budo clásico, están basados
en el antiguo principio del yin y del yang, principio que el aikido también utiliza en muchas
de sus técnicas. Para ilustrar el uso del yin y del yang en las artes marciales pondremos un
ejemplo extraído del jujutsu y del arte del sable, pero en primer lugar transcribiremos la
definición de estos términos según un texto de la Escuela Kitó de jujutsu:
Kitó significa levantarse y caer. Levantarse es la forma de yang. Caer es la forma de
yin. Uno vence por recurso de yang y también vence por recurso de yin.
Esto está explicado, como sigue, en el comentario conocido como Densho chúshaku:
Cuando el enemigo muestre yin, vence mediante yang. Cuando el enemigo muestre yang,
vence mediante yin. Las técnicas que se enseñan en la Escuela Kitó se limitan al uso de yin
y yang. Aunque se utilizan muchísimos otros medios de oponerse a los movimientos del
enemigo, en una contienda distraen. Limitándose a la técnica del yin y el yang la victoria
está asegurada.

Según esta explicación, la estrategia no es otra cosa que la capacidad de usar libremente
el yin y el yang, el ataque y la defensa, dependiendo del modo en que se mueva el enemigo:
contrarrestando su yin con yang y su yang con yin.

En el caso del antiguo arte del sable, el principio del yin y del yang se aplicaba a la
postura resultante del modo de asir el sable, según se encuentra en un texto conocido como
Ittó -ryú kikigaki:

En la escuela Naganuma Jikishinkage enseñan la postura de sostener el sable alto,
siendo ésta la forma de yang dentro de yang. En la Escuela Itto enseñamos la postura de
sostener el sable bajo, basada en la forma de yin. Cuando se usa yang dentro de yang, cae
en manos de yin. Cuando se usa nuestro yin de yin, se convierte en yang y funciona bien.
En la Escuela Munen adoptan el intermedio entre yin y yang, enseñando la postura de
sostener la espada de frente, apuntando a los ojos del adversario, pero girando luego las
manos ligeramente a la derecha.

Las diversas escuelas de budo interpretan el yin y el yang de manera diferente, pero
todas las interpretaciones derivan de las ideas filosóficas básicas de los pensadores chinos
clásicos. Como resumen podemos citar un párrafo del Libro de los Cambios:
En tiempos antiguos, los santos sabios compusieron el Libro de los Cambios con el
propósito de seguir el principio de la naturaleza y de la vida. Establecieron el Tao del
Cielo y lo llamaron yin y yang. Establecieron el Tao de la Tierra y lo llamaron lo blando y
lo firme. Establecieron el Tao del Hombre y lo llamaron afabilidad y rectitud. Combinando
estos tres poderes, los doblaron. Por eso en el Libro de los Cambios el signo siempre está
compuesto de seis líneas.

Dicho en pocas palabras, el universo se compone de tres poderes -Cielo, Tierra y
Hombre-, que se revelan como el Tao que opera en la vida a través de los aspectos relativos
de yin y yang, lo blando y lo firme, la afabilidad y la rectitud. Esto significa que cuando
comprendemos plenamente el funcionamiento de dichas relatividades y vivimos de acuerdo
con ellas nos unimos con el Tao. Manifestar yin y yang en nuestras acciones es ser uno con
el Tao.

El principio del yin y del yang es significativo en sí mismo, pero, finalmente, es a través
de la práctica y de la realización como nos permite este principio alcanzar la realidad última
del Tao. En aikido, yin y yang se usan concretamente en los movimientos omote y ura, pero
el asunto fundamental es que uno alcanza la vía, y en consecuencia la verdad fundamental,
a través de la práctica, y ya que esta forma una unidad con el Tao del Cielo, estos
movimientos de aikido son los movimientos naturales.



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