martes, 27 de febrero de 2018

Musubi


Musubi

Por Mitsugi Saotome. Tomado de “Aikido”, Kairós: Barcelona.

 


 

“Aikido es el estudio de la sabiduría. Si no puedes controlarte y confiar en ti mismo – si no puedes verte a ti mismo claramente – nunca podrás tener ningún conocimiento o confianza de los otros y, ciertamente, no podrás controlarlos. El propósito del Aikido no es la creación de luchadores agresivos sino el refinamiento de la sabiduría y el autocontrol. Como estudiante de Aikido, debes estudiarlo para mejorar y pulirte a vos mismo, sin competir con los demás.

La clave en este proceso –y el corazón del Aikido– es Musubi. La traducción de esta palabra japonesa sería “unidad”, o “interacción armónica”. En la práctica, Musubi significa la habilidad de unirse, tanto física como mentalmente, con la energía de tu compañero/a. Musubi es el estudio de una buena comunicación. En cualquier interacción entre las personas existe la comunicación. Depende de los participantes que la interacción sea productiva o inútil, amigable u hostil, verdadera o inexacta. Musubi, a medida que se va refinando, puede significar la habilidad de controlar y alterar la interacción, cambiando una aproximación hostil en un encuentro saludable, o un ataque en un apretón de manos.

Musubi es a la vez un método de aprendizaje y el objetivo del estudio. Musubi, en su último refinamiento, está relacionado con la adquisición de un sentido de armonía universal y, en la técnica, la habilidad de controlar los encuentros para bien. Pero, ¿puede tal habilidad ser adquirida para forzar o infligir miedo a las personas que lo están aprendiendo? No. Musubi debe ser enseñado y estudiado de acuerdo a los principios que ejemplifica, para que la conciencia de los estudiantes de Aikido pueda ser refinada junto con sus movimientos físicos. Musubi debe ser enseñado a través de una buena interacción y una firme, pero amable, guía.

Aprender a responder ataques con Musubi es un proceso largo y difícil. Uno no puede golpear un principiante y decirle “No pelees, únete, ¡únete!” El principiante no solo no se unirá al ataque, sino que reaccionará con miedo y agresión, las reacciones instintivas frente a una amenaza. El principiante va a tratar de defenderse luchando o hiriendo al atacante. En Aikido el objetivo es domesticar y controlar esos instintos naturales, no estimularlos. Esta es la razón, especialmente con los principiantes, que a menudo se utilizan distintos ataques de agarre. El estudiante principiante no está preparado para tratar con ataques reales –como golpes y patadas– con calma mental o movimientos físicos propicios. Los agarres les permiten a los principiantes estudiar las técnicas sin miedo, manteniendo la integridad física mientras se aprenden las respuestas correctas. En vez de entablarse en lucha y competición, los estudiantes pulen tanto los movimientos físicos, como la mente. Los practicantes estudian: el control –de él o ella– mismos, su compañero/a, y la relación entre ambos. Los agarres tienen la ventaja de proveer el contacto físico entre los compañeros de práctica, de tal forma que ambos puedan sentir que hace que el movimiento funcione. Si no hay un contacto físico, los estudiantes principiantes encontrarían difícil la exploración los mecanismos de las técnicas.

La práctica de los principiantes usualmente comienza con agarres estáticos. Esto posibilita el estudio de una correcta postura, trabajo de pies y posición del cuerpo. Los estudiantes pueden progresar hacia agarres en movimiento, los cuales permiten el desarrollo del sentido del timing y la distancia, y la exploración de las relaciones espaciales entre ellos y sus compañeros/as de práctica. Posteriormente, los estudiantes pueden comenzar a ajustar los distintos grados y tipos de fuerza, velocidad y dirección. De esta forma, empiezan a crear confianza en sus habilidades para comunicarse con sus compañeros, a incrementar su sentido de intuición para con los movimientos e intenciones de los demás practicantes.

La cooperación es muy importante en el entrenamiento de Aikido. Casi toda la práctica se realiza con un compañero/a, y las relaciones entre los ellos debe ser la manifestación del Musubi. Tanto nage como uke tienen esta responsabilidad. Mientras nage debe entrenar para unirse con (más que luchar contra) los ataques; uke debe aprender a atacar de una forma que sea apropiada a la técnica que está siendo estudiada y de proveer las condiciones apropiadas para el aprendizaje. Por ejemplo, si el instructor demuestra una técnica que contiene una proyección hacia adelante, es apropiado que el uke empuje hacia adelante. En cambio si el uke empuja hacia atrás, tratando de anular la técnica de nage, esto lleva a la reducción de la técnica a la lucha y ni nage ni uke aprenderá cómo funciona la técnica o correctamente. Estudiantes avanzados se pueden beneficiar de ataques inesperados, práctica libre e intentos de contra-técnicas, pero esto se da luego de años de estudio de las técnicas básicas y del aprendizaje de las condiciones que requiera cada acción.

El estudio de Aikido es el estudio de la sabiduría, y la sabiduría, en gran parte, es la posesión de sentido común. El sentido común, desafortunadamente, es poco común. En este mundo es bastante difícil de encontrarlo o nunca se aprende. El entrenamiento en Musubi y en los principios básicos de Aikido involucra el re-aprendizaje del sentido común. Se puede encontrar evidencia de esto en los movimientos básicos de defensa del irimi y tenkan. Estos dos movimientos pueden ser entendidos como uno –irimi-tenkan– así como el yin y el yang forman, en conjunto, parte del todo.

Tanto el irimi como el tenkan son movimiento que las personas usualmente utilizan en su vida diaria sin pensarlo. Imaginemos que estas caminando en medio de una calle repleta de gente, y se ve a alguien que viene caminando justo hacia vos. Al momento del “casi” impacto uno se corre y deja pasar a la persona (irimi). Ahora imaginemos que la misma persona te empuja al momento de pasar a tu lado, uno simplemente gira y mantiene el propio equilibrio y sigue caminando (tenkan). Ambos movimientos son ejemplos simples y naturales del sentido común. Cualquier persona puede hacerlos, y su simplicidad y universalidad confirman su verdad.

Pero una persona no entrenada en Aikido que ve que alguien viene directo hacia ella con un ataque, automáticamente trata de caminar hacia atrás. Cuando es empujada en un gesto hostil, la persona o se paraliza del miedo o se agarra del agresor para no caerse. La persona pierde el sentido común y la habilidad para percibir la reacción natural.

El entrenamiento de Aikido, a través de su proceso gradual y cooperativo, enseña cómo aplicar los principios de Musubi en situaciones crecientemente dificultosas. Permite entrenar tu mente a mantener su calma y visión de tal forma que el miedo, la ira o la falta de confianza no distorsione los movimientos del cuerpo. A su vez, permite entrenar el cuerpo diligentemente; la práctica constante le provee al cuerpo la sabiduría de la experiencia. En este sentido, el cuerpo se vuelve el reflejo y la manifestación física de tu mente. El cuerpo y la mente trabajando como unidad –de nuevo, en la relación de Musubi– permite que reacciones simple, eficaz y sensiblemente bajo presión, en vez de ser dominado y controlado por las circunstancias.

Uno ve a estudiantes avanzados en Aikido atacándose y proyectándose muy fuerte, pero han llegado a este punto de su entrenamiento luego de pasar por varias etapas cuidadosas que permitieron educar su mente y su cuerpo. Por lo tanto, los ataques fuertes y vigorosos se convierten en un desafío más que en una amenaza. El propósito de los golpes, patadas y agarres en la práctica no tienen el objetivo de destruir al enemigo sino descubrir, la propia (así también la del compañero/a) fuerza, balance, intuición y estabilidad mental. En vez de enfrentarse con desconfianza, miedo y competitividad, uno afronta a los compañeros/as de práctica con concentración, sinceridad y sentimientos de disfrute.

Uno de los elementos –quizás el más importante– del Musubi es el aprendizaje de sentir y utilizar la unidad de la energía. Es por ello que el ejercicio de kokyu tanden ho, como lo decía O´Sensei, es el entrenamiento más fundamental en Musubi. El mismo no es una técnica de combate, sino el estudio de las relaciones físicas y el movimiento. Estando uke y nage enfrentados, uke tomando ambas muñecas de nage, este último utilizando todo su cuerpo como unidad coordinada, trata de desequilibrar a uke. El propósito (y allí radica su importancia fundamental en el Musubi) del suwari waza kokyu ho es descubrir el principio de la energía circular. Nage debe inspirar cuando uke agarra sus muñecas y espirar al momento de devolver la fuerza de uke, actuando como una unidad. La mente de nage debe mantenerse flexible y receptiva.

Suwari waza kokyu ho no es un ejercicio competitivo, no es un torneo de fuerza. Uke provee la suficiente resistencia para desafiar (en forma positiva) a nage, pero no tanta que haga que la técnica imposible de realizar. Nage no lucha para tirar a uke sino que utiliza este entrenamiento para estudiar el balance, respiración y unidad de la energía física y mental. A medida que el entrenamiento se va volviendo avanzado, verás que la fuerza física de tu compañero/a puede trabajar a tu favor. Dado que suwari waza kokyu ho se fundamenta en el principio de Musubi, absorbiendo y devolviendo la energía en forma circular, el efecto es tal que uke y nage armonizan sus energías. Nage termina utilizando, en forma combinada, su fuerza sumada a la de uke. Cuando más se resista y utilice su fuerza uke, mayor serán las herramientas con las que contará nage para desequilibrarlo. Esta circularidad de la energía es la esencia del Musubi.

Deberías aplicar el principio de Musubi que se aprende a través de suwari waza kokyu ho en todas las técnicas de Aikido. Es el Musubi el que te permitirá acceder al punto que la fuerza y el tamaño físico no hagan diferencia a la hora de realizar las técnicas. Si fallas en este último punto, siempre estarás a merced de la fuerza de los otros y caerás en el peligro de una lucha competitiva.

O´Sensei decía una y otra vez a sus estudiantes que los principios que rigen la naturaleza son los mismos que rigen al Aikido. Un pequeño pájaro puede volar en un ventarrón pero no luchando contra viento, debe tomar la fuerza del viento y sumársele. Uno puede manejar un pequeño bote en aguas tumultuosas, solo si se sabe cómo encarar las olas. Por lo tanto, también en Aikido, los estudiantes buscar aprender a recibir la fuerza y transformarla en su aliada, más que luchar contra ella. Esto es sabiduría y esto es la realidad del Musubi.

Al continuar el entrenamiento, tu habilidad para utilizar los principios del Musubi debería expandirse. El principiante necesita del contacto físico para poder sentir la conexión con su compañero. El estudiante avanzado aprende a mantener esa conexión con menos y menos contacto físico. Inclusive, algunas técnicas pueden realizarse sin siquiera el contacto físico. El entrenamiento diario, además de los beneficios en el plano corporal, incrementa tu habilidad para relacionarte no solo con tus compañeros/as de práctica, sino también con otros/as, dado que expande tu visión, tu intuición y tu sensibilidad. En tu vida fuera del Dojo, hay menos oportunidad de contacto físico con los otros, pero las lecciones aprendidas durante la práctica pueden ser aplicadas en beneficio de tus relaciones con los otros y con toda la humanidad en cuanto conjunto. El proceso de remoción prejuicios y pensamientos negativos y la creación de una nueva conciencia inclusiva no debería cesar nunca.

Finalmente, es importante recordar que para lograr el Musubi en la práctica, se debe establecer relaciones de confianza con los compañeros/as de práctica. Sin confianza, no se puede entrenar Aikido. El bujutsu de la antigüedad (artes marciales con el único fin de dejar fuera de combate al adversario) desarrollo luchadores muy hábiles, pero no necesariamente promovió mentes iluminadas. En la mayoría de los casos, dado que lo antiguos estudiantes de bujutsu eran empujados hacia el exitismo (de ello dependía su vida), se desarrollaba en ellos desconfianza y paranoia; la mentalidad propia de un luchador callejero. El propósito del Aikido, al contrario, es el desarrollo y refinamiento del espíritu – ganar fortaleza a través de la sabiduría, no la brutalidad. Esta es la razón por la cual el proceso del entrenamiento en Aikido es tan importante. A través de la educación progresiva el/la estudiante de Aikido va refinado su habilidad para acceder a un entrenamiento más vigoroso e intenso; así el significado y forma de la práctica va cambiando. Ataques fuertes y caídas con salto no son más instrumentos de amenaza, sino herramientas que mejoran las habilidades del aikidoka. La diferencia entre el bujutsu antiguo y el Aikido, en tanto entrenamiento vigoroso e intenso, es la diferencia existente entre un fuego descontrolado y el fuego de la forja. Uno destruye y mata; el otro siendo igual en calor e intensidad, mejora los metales crudos, les da forma y los vuelve en objetos de belleza y fortaleza flexible. Los estudiantes de Aikido siempre deben recordar que el propósito de su entrenamiento es el desafío y mejoramiento de ellos mismos, más que la intimidación a sus compañeros/as o la complacencia de sus propios egos a expensas de sus compañeros/as.

Son las cualidades de confianza, cooperación, apertura mental y generosidad en la práctica de Aikido las que permiten a los estudiantes abandonar los miedos que los limitan e inhiben, en su habilidad para interactuar con los otros. De esta forma, ganar la confianza en ellos mismos los llevará a potenciar sus conexiones armoniosas (Musubi). Sin Musubi, Aikido no es Aikido sino otra forma de combate.”

jueves, 22 de febrero de 2018

Aguas turbulentas


Aguas turbulentas

(Historia adaptada a partir de una anécdota atribuida al Maestro Zen Rinzai ||,
Japón. Ensayo sobre Budismo Zen, vol.1 D.T. Suzuki).






Un reconocido sensei regresaba de visitar varios dojo y de una larga peregrinación. Al cruzar el puente sobre un río de aguas turbulentas tres jóvenes practicantes lo reconocieron de inmediato y se acercaron a él. Uno de ellos se lanzó sin preliminares a preguntar al sensei:

-¿Qué tan profundo es el río del Budô?

Como única respuesta el sensei lo tomó de las solapas de su chaqueta y se aprestó a lanzarlo por encima de la barandilla al río turbulento que corría bajo sus pies.

Sus compañeros reaccionaron rápidamente y, tras excusarse con el maestro, solicitaron que éste desistiera de entregarle una lección instantánea a su atrevido compañero. Y todo quedó en apenas un gesto al borde del vacío. Sin más saludaron con cortesía al sensei, volvieron a pedirle disculpas por las molestias, se despidieron de él y cada uno continuó su camino.

Años más tarde, el joven y atropellado practicante llegó hasta el dojo del sensei y solicitó el permiso para ingresar y así poder practicar bajo su dirección. El sensei lo reconoció de inmediato como el protagonista del incidente en el puente sobre el río de aguas turbulentas. Y lo aceptó en ese instante.

Y así, muchos años más tarde, éste mismo se convertiría en un reconocido sensei a su vez.

De la anécdota se desprende que conviene estar preparado para recibir la respuesta antes de realizar la pregunta. El método directo de transmisión puede implicar una experiencia directa y ruda con la realidad. El joven practicante se inspiró en la imagen del río para realizar su pregunta como una metáfora acerca de la complejidad y transcendencia del Camino. El Sensei, al lanzarlo al río, lo enviaba a sondear por sí mismo la realidad. Una experiencia directa. El Dô no es broma, ni mero juego de ideas; es algo muy serio en que se juega la vida y así existe la posibilidad de la iluminación, el satori.

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