INTERNACIONALIZACIÓN DEL AIKIDO
Por Kisshomaru
Ueshiba
31 de diciembre de 1999
El III Congreso de la Federación Internacional de
Aikido se celebró en París en 1980, y en él delegados de todo el mundo
discutieron y aprobaron unánimemente la internacionalización del Aikido
centralizada en el Honbu Dojo, en Tokio. El ambiente durante esos cuatro días
estaba verdaderamente cargado de entusiasmo por tan ambiciosa empresa.
Especialmente gratificante fue la confirmación por
parte de los delegados de que el Aikido contiene lo mejor de la cultura
espiritual de Japón. No sólo reconocieron su base filosófica hondamente
enraizada en la tradición japonesa, De hecho, la mayoría expresó que su interés
por el Aikido estaba directamente relacionado con el hecho de que representaba
lo mejor de la cultura japonesa.
Menciono esto porque durante algún tiempo me ha
preocupado la forma en que las Artes Marciales japonesas se han desarrollado en
el extranjero. Cuando se las trasplanta a otros países, algunas Artes Marciales
parecen perder sus características tradicionales y se convierten en un asunto
solo de habilidad física, de manera que la final el centro del Arte se desplaza
a los países que generan mejores competidores físicamente fuertes y
técnicamente habilidosos. No puedo estar de acuerdo con que esto sea una
consecuencia inevitable de la internacionalización. En lo que se refiere al
Aikido, su esencia está integrada por la singularidad de la filosofía japonesa,
hasta tal punto que estoy convencido de que quien no esté de acuerdo con esto
no puede ser considerado un practicante de Aikido. El significado de la
internacionalización no es, pues, que la tradición original se
internacionaliza, sino que los practicantes de Aikido se todos los países se
transforman y se unen a esa tradición.
Durante todo el congreso estuve expresando mi
preocupación a delegados de diversos países, y creo que la mayoría aceptó y
apoyó mi punto de vista, lo que probablemente se debe al hecho de que el Aikido
es principalmente un camino espiritual que condena cualquier forma de
competición o concurso, en los que se deciden los vencedores y los vencidos y
cuyo único aliciente es ganar.
El sistema competitivo es la raíz de los problemas
que surgen con la internacionalización de las Artes Marciales japonesas, pues
aunque las competiciones han jugado un papel definitivo en la difusión de las
Artes Marciales a lo largo del mundo, también suprimen la cualidad esencial del
Budo, cuya principal preocupación es el cultivo del espíritu. Cuando la fuerza
lo decide todo, las vías marciales japonesas pierden su verdadera esencia, y
entonces es natural que la destreza física se apodere del centro de la escena.
Cuando tal cosa sucede, Japón pierde sus derechos derivados del desarrollo de
un Arte Marcial único, no relacionado con la violencia ni con la brutalidad,
sino con la paz y el amor.
Reitero esta observación porque no quiero ver al
Aikido cometiendo las equivocaciones de las otras Artes Marciales que se han
extendido por el mundo. Yo, por supuesto, estoy muy agradecido por los
desinteresados esfuerzos y los sacrificios realizados por los instructores de
Aikido, que han propagado las semillas del Arte por los distintos países del
mundo. La expansión del Aikido comenzó en los años cincuenta en Francia, Hawai,
Nueva York y otras partes de los EEUU, y continuó en los años setenta en
Inglaterra, Italia, Brasil, Argentina, Australia y países del Sudeste Asiático.
Acogí con satisfacción este desarrollo, pero no pude responder inmediatamente a
las numerosas invitaciones para visitar los centros extranjeros de Aikido,
debido principalmente a la preocupación anteriormente mencionada.
Tras sopesar el asunto cuidadosamente, concluí que
podíamos proceder a ellos, si antes aclarábamos dos cuestiones fundamentales
respecto al Aikido: que la esencia del Aikido es la única filosofía japonesa
que confirma la búsqueda espiritual como primer principio del Budo; y que la
única forma verdadera de Aikido es la tradición instituida por el Maestro
Ueshiba. Mientras se acepten y se confirmen estos dos principios podremos
evitar los errores observados en la expansión de otras Artes Marciales. Y
mientras mantengamos el característico rechazo del Aikido por los concursos
competitivos, conservaremos la integridad del verdadero Budo.
El III Congreso de la Federación Internacional de
Aikido, en 1980, fue un acontecimiento verdaderamente significativo que señaló
el amanecer de una nueva era para el Aikido mundial. Para mí, como Doshu, dicho
acontecimiento fue enormemente alentador por el apoyo que recibí en lo que se
refería a mis preocupaciones e ideas respecto al futuro internacional del
Aikido.
Hojeando los periódicos tras mi regreso a Japón me
encontré con el siguiente artículo en el Nihon Keizai Shimbun (30 de septiembre
de 1980), que decía entre otras cosas:
"Es verdaderamente asombroso el creciente
interés por las Artes Marciales japonesas. Al principio sólo había Judo, pero
actualmente hay dojos de Karate y de Aikido por todas partes, con toda clase de
personas disfrutando de las sesiones de práctica, desde la gente común a los
intelectuales.
¿Por qué es tan popular el Budo japonés? En el caso
del Aikido no se trata de un deporte de combate para ver quién gana, y
cualquier persona -de mediana edad, viejos, mujeres y niños- puede participar
en él plenamente, lo que le hace atractivo para aquellos que quieren hacer
algún ejercicio por motivos de salud. Más importante, sin embargo, es la
invitación que hace a observar la etiqueta y el comportamiento correctos y a
nutrirse de la mística oriental que haya en Waza, las cuales impregnan
totalmente la mente y el cuerpo de uno.
El secreto del éxito económico japonés, ya sea en
la industria electrónica o en la del automóvil, estriba en situar el objetivo
en el dominio de la técnica básica, y una vez que ésta ha sido digerida por
completo, salir con algo nuevo. Este esfuerzo se soporta con el espíritu de
armonía y cooperación, que es Ai-Ki. Esperamos que esta esencia sea transmitida
a los occidentales en la reunión de la Federación Internacional de Aikido, no
sin antes recordar a los japoneses que después del orgullo viene la
caída".
Pensé que el periodista era muy perspicaz en sus
comentarios sobre el interés occidental por el Aikido. Desde hace tiempo yo
mismo he percibido que la principal atracción ha estado en énfasis por la
"etiqueta y el comportamiento correctos", y me ha dado la impresión
que la mayoría de los practicantes de Aikido comprenden perfectamente lo que
quiere decir esto, del mismo modo que lo que se conoce como "mística
oriental". No todos, por supuesto, han alcanzado ese nivel, pues existen
diferentes ambientes culturales, y puede que además la apreciación general de
los aspectos relativos a la esencia del Aikido sea mayor entre alumnos
japoneses atentos. Sin embargo, puedo decir con seguridad que entre los
occidentales los hay que demuestran más intensidad en su búsqueda de la
espiritualidad del Budo que la media japonesa comprometida en el Aikido.
En los practicantes franceses hay muchos que han
estado profundamente inmersos en el entrenamiento Zen, y miran al Aikido como
una forma dinámica de Zen. En Inglaterra, estudiantes y graduados de Oxford,
Cambridge y otras universidades muestran gran simpatía por los ideales del
Aikido manifestados en su visión del mundo y en la integración de la mente y el
cuerpo. Muchos alumnos que he conocido en EEUU buscan en el entrenamiento de Aikido
una clave para su propia identidad, y en Alemania algunos ven en él la esencia
del espíritu japonés y creen que el Aikido puede contribuir a que la
civilización occidental salga del atolladero en que se encuentra. Recientemente
ha habido una súbita oleada de interés por el Aikido en el Sudeste de Asia.
Parece ser que una de las razones es la creencia de que el fuerte espíritu
engendrado por el Budo puede haber contribuido a la prosperidad económica
japonesa, fenómeno que se contempla con tanto asombro como envidia.
Pero éstas son meras abstracciones de mis
impresiones personales respecto a los motivos por los que la gente de
diferentes países se interesan por el Aikido, y no son, pues, el resultado de
ningún estudio objetivo. En verdad, aún tengo pendiente captar con precisión
dichos motivos. Sin embargo, después de haber hablado con extranjeros, lo mismo
en el Honbu Dojo como durante mis muchos viajes al exterior, mis impresiones
pueden contener algo de verdad.
Me parece que muchos de los que han atravesado las
puertas del Aikido no lo han hecho directamente, sino siguiendo un camino
sinuoso. Quiero decir que muchos están impresionados por la espiritualidad
japonesa y se dirigen al Aikido porque parece que es lo que mejor simboliza
esto. Y una vez que comienza el entrenamiento conocen la unidad del
"yo" con el propio cuerpo, con la Naturaleza, y con el Universo, y se
convierten en alumnos para toda la vida.
Este tipo de acercamiento al Aikido origina una
apreciación muy intelectual de su esencia, debida quizá al hecho de que entre
los occidentales el Aikido tiende a atraer a gente educada y reflexiva, y,
puesto que son inteligentes, captan el Aikido tanto en su particularidad (la
más alta expresión de espiritualidad japonesa) como en su universalidad (la
belleza y racionalidad de los movimientos del Aikido).
Mientras todos los practicantes, japoneses y
extranjeros por igual, traten de entrenar rigurosamente y procuren cultivar el
espíritu, el futuro del Aikido estará asegurado. Haciendo estas dos cosas contribuiremos
en nuestra propia medida a hacer de este mundo un lugar mejor para nosotros y
para nuestros hijos. Porque después de todo ese es el objetivo del verdadero
Budo.