sábado, 22 de febrero de 2014

Aikido en Bogotá

Aikido en Bogotá
Por Miguel Ramiro
Madrid, 10 de febrero de 2014



Realmente me siento muy afortunado de haber tenido la oportunidad de conocer y residir en Colombia. Ese maravilloso país me ha acogido, cuidado, enseñado y ha creído en mí tanto personal como profesionalmente. Mi balance allí no puede ser más positivo, y estoy deseando ardientemente volver para seguir creciendo, completar mi ciclo, y de paso, conocer los bellos rincones que no he tenido la suerte de descubrir todavía.

Como aikidoka, mi agradecimiento a Adriana y su grupo no tiene límites. Acoger a un practicante de otra escuela, otro estilo y otro lenguaje y darle espacio no solo para expresarse, sino para compartir íntegramente todo lo que el grupo ofrece, haciéndole sentir uno más desde el principio no es algo común en nuestro mundillo, como todos sabemos, desgraciadamente a menudo teñido de intereses, egos y motivos ajenos a la mera y esencial práctica de nuestro arte. Siento no haber practicado más allá, ya fuese por falta de tiempo, trabajo, limitaciones físicas y mis confrontaciones personales entre “Aikidos”, puesto que la práctica, hasta cierto punto, debe prescindir y trascender a este tipo de contingencias.

Sí es cierto, bajo mi punto de vista y mi experiencia, que pese a lo bueno de conocer distintos estilos y maestros de Aikido, que alimentan y expanden la visión de este delicioso e inabarcable arte, nos centremos en una línea de trabajo y profundicemos en ella para ir sedimentando, profundizando y sofisticando cada vez más nuestra técnica, hasta que poco a poco esa técnica nos vaya llevando a la “metafísica” que subyace en el propio concepto del Aikido: la unificación, en el sentido más amplio de la palabra. Por supuesto sin perder nunca la perspectiva de que estamos practicando un arte marcial (aunque como sabemos hay escuelas de Aikido bien centradas en el aspecto espiritual de nuestro arte donde lo marcial pasa a un segundo plano). Picar a menudo de distintas escuelas, sin haber creado y fortalecido una base con la que nuestro arte se pueda expresar, llevará inevitablemente a la confusión y probablemente a una praxis endeble y llena de contradicciones.

Pero en el otro extremo, confiando y trabajando en una fuente de trabajo tampoco debemos caer en actitudes rígidas tales como “mi Aikido es mejor que el resto”, y “el pie se coloca así, no así”, y “shiho-nage es así, así no”, aspecto igualmente frecuente entre la practica conjunta de aikidokas de distintas escuelas. Si bien es sano chequear y comparar, no lo es criticar y querer tener la razón. Lo primero apunta a la exploración y unificación, lo segundo a la desintegración y separación. Recordemos que el Aikido se basa en la no resistencia y aceptación, y así debemos conducirnos en la práctica, sin entrar en confrontaciones, ni técnicas ni ideológicas (no por casualidad O'Sensei desaprobaba la competición). Discutiendo perdemos una energía y tiempo preciosos que podemos aprovechar practicando y aprendiendo los unos de los otros. Se dice que hay tantos Aikidos como maestros, y bien puede ser cierto, cada uno dirá una cosa distinta sobre cierto aspecto técnico, y a su manera, tendrá razón.

Es una característica asombrosa del Aikido, su capacidad como arte de crear cientos de detalles, cientos de variaciones, ya que como un arte vivo no para de evolucionar a través de la transmisión entre líneas, generaciones, países y culturas. Mi práctica en el dojo de Galerías me ha servido para trabajar todo esto, y si bien soy un practicante joven (no ya tanto de edad como de experiencia) e impetuoso, y un aficionado a cometer errores, trato de practicar la más alta visión que mi maestro y los veteranos instructores se esfuerzan por transmitir: únicamente la honesta expresión, expansión y desarrollo del Aikido. Todo lo demás son obstáculos y asuntos que hay que identificar y superar más allá de nuestro ego. Así es como el Aikido se convierte en más que un arte marcial. Se convierte en Budo, un inmenso y precioso camino de desarrollo integral. Una forma de mejorar el mundo.

Así pues, más allá de ustedes mismos, conserven la más alta visión.
Hasta pronto.

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