Aikido
en Bogotá
Por
Miguel Ramiro
Madrid,
10 de febrero de 2014
Realmente me siento muy afortunado de haber tenido la
oportunidad de conocer y residir en Colombia. Ese maravilloso país me ha
acogido, cuidado, enseñado y ha creído en mí tanto personal como
profesionalmente. Mi balance allí no puede ser más positivo, y estoy deseando
ardientemente volver para seguir creciendo, completar mi ciclo, y de paso,
conocer los bellos rincones que no he tenido la suerte de descubrir todavía.
Como aikidoka, mi agradecimiento a Adriana y su grupo no
tiene límites. Acoger a un practicante de otra escuela, otro estilo y otro
lenguaje y darle espacio no solo para expresarse, sino para compartir
íntegramente todo lo que el grupo ofrece, haciéndole sentir uno más desde el
principio no es algo común en nuestro mundillo, como todos sabemos,
desgraciadamente a menudo teñido de intereses, egos y motivos ajenos a la mera
y esencial práctica de nuestro arte. Siento no haber practicado más allá, ya
fuese por falta de tiempo, trabajo, limitaciones físicas y mis confrontaciones
personales entre “Aikidos”, puesto que la práctica, hasta cierto punto, debe
prescindir y trascender a este tipo de contingencias.
Sí es cierto, bajo mi punto de vista y mi experiencia, que
pese a lo bueno de conocer distintos estilos y maestros de Aikido, que
alimentan y expanden la visión de este delicioso e inabarcable arte, nos
centremos en una línea de trabajo y profundicemos en ella para ir sedimentando,
profundizando y sofisticando cada vez más nuestra técnica, hasta que poco a
poco esa técnica nos vaya llevando a la “metafísica” que subyace en el propio
concepto del Aikido: la unificación, en el sentido más amplio de la
palabra. Por supuesto sin perder nunca la perspectiva de que estamos
practicando un arte marcial (aunque como sabemos hay escuelas de Aikido bien
centradas en el aspecto espiritual de nuestro arte donde lo marcial pasa a un
segundo plano). Picar a menudo de distintas escuelas, sin haber creado y
fortalecido una base con la que nuestro arte se pueda expresar, llevará
inevitablemente a la confusión y probablemente a una praxis endeble y llena de
contradicciones.
Pero en el otro extremo, confiando y trabajando en una
fuente de trabajo tampoco debemos caer en actitudes rígidas tales como “mi
Aikido es mejor que el resto”, y “el pie se coloca así, no así”, y “shiho-nage
es así, así no”, aspecto igualmente frecuente entre la practica conjunta de
aikidokas de distintas escuelas. Si bien es sano chequear y comparar, no lo es
criticar y querer tener la razón. Lo primero apunta a la exploración y unificación,
lo segundo a la desintegración y separación. Recordemos que el Aikido se basa
en la no resistencia y aceptación, y así debemos conducirnos en la práctica,
sin entrar en confrontaciones, ni técnicas ni ideológicas (no por casualidad
O'Sensei desaprobaba la competición). Discutiendo perdemos una energía y tiempo
preciosos que podemos aprovechar practicando y aprendiendo los unos de los
otros. Se dice que hay tantos Aikidos como maestros, y bien puede ser cierto,
cada uno dirá una cosa distinta sobre cierto aspecto técnico, y a su manera,
tendrá razón.
Es una característica asombrosa del Aikido, su capacidad
como arte de crear cientos de detalles, cientos de variaciones, ya que como un
arte vivo no para de evolucionar a través de la transmisión entre líneas,
generaciones, países y culturas. Mi práctica en el dojo de Galerías me ha
servido para trabajar todo esto, y si bien soy un practicante joven (no ya
tanto de edad como de experiencia) e impetuoso, y un aficionado a cometer
errores, trato de practicar la más alta visión que mi maestro y los veteranos
instructores se esfuerzan por transmitir: únicamente la honesta expresión,
expansión y desarrollo del Aikido. Todo lo demás son obstáculos y asuntos que
hay que identificar y superar más allá de nuestro ego. Así es como el Aikido se
convierte en más que un arte marcial. Se convierte en Budo, un inmenso y
precioso camino de desarrollo integral. Una forma de mejorar el mundo.
Así pues, más allá de ustedes mismos, conserven la más alta
visión.
Hasta pronto.
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