Ampliando el
círculo del Aikido
Tomado del libro “El
Espiritu del Aikido”,
Autor Kisshomaru
Ueshiba
Junto a la
importancia del entrenamiento para niños y jóvenes, otra característica del
aikido que le diferencia de otras artes marciales es su gran número de
practicantes femeninas.
En años
recientes, incluso en el Japón, el número de mujeres en todos los deportes,
excepto en el boxeo y en el sumo, ha ido en aumento. En las artes marciales las
mujeres están presentes en el judo, el kendo, el karate, el kempo, etc, pero
parece que es el aikido el que ha atraído, proporcionalmente, el mayor número
de mujeres. Pero este fenómeno no ha sido un estricto asunto de números, sino
que también ha sido cualitativo, por el hecho de que el entrenamiento de las
mujeres añade profundidad y amplitud al aikido.
Existe entre
ellas una considerable variedad de motivos y razones para practicar aikido, y
hay mujeres de todas las edades y profesiones que se dedican a esta vía, que
permanecen en ella durante muchos años y que aspiran a los más altos ideales
espirituales del budo. En cierto sentido parece que el aikido estuviera
especialmente abierto a las mujeres, de forma que pueden cruzar fácilmente sus
puertas y participar de modo natural en su proceso de desarrollo.
¿Es ésta la
razón por la que el aikido es a veces tan extraña y erróneamente interpretado?
Son muchas las preguntas simplistas y las declaraciones al respecto. La gente
pregunta «¿El aikido es un arte marcial para mujeres?» Dicen: «Parece que
favorece a las mujeres.» O incluso: «Es afeminado.» Algunos comentarios son
sexistas, como, por ejemplo: «¿La práctica mixta no distrae?» O «¿tantas
mujeres no entorpecen la práctica real?» Otras preguntas parecen surgir
naturalmente: «Las mujeres no están interesadas en el budo. ¿No piensan sólo en
el aikido como una forma de defensa personal, o sólo como un ejercicio para la
salud y la belleza?» «¿No son tratadas las mujeres con timidez; acaso no se les
dispensa un trato especial?».
Una vez más
preguntas y críticas surgen de la ignorancia sobre el aikido. Una persona que
hubiera entrenado incluso mínimamente en aikido o que supiera algo de su
filosofía, o que sobre todo hubiera realizado la rigurosa disciplina para
alcanzar su más alta meta, nunca haría tales comentarios.
Expresado
sencillamente, el aikido es un budo abierto a toda la gente que aspira a
unificar el ki del universo con su ki personal. Para todos los miembros de la
raza humana es el camino por el que se alcanza la armonía con todos los seres.
Las puertas del aikido están abiertas a la gente de todas las edades, clases,
sexos, nacionalidades y razas, y la no discriminación y no exclusividad son
características básicas del arte. Como en el caso de los jóvenes y de los
practicantes mayores, que más adelante se abordará, las mujeres no son objeto
de ningún tipo de discriminación. Aún más, acusar al aikido de favorecerlas o
de garles un trato preferente por ser comparativamente muy numerosas es hacerse
reo de sexismo latente.
Mientras que
el aikido no da prioridad ni a mujeres ni a hombres, es verdad que el budo
tradicional, desarrollado en un época de feudalismo, sí era visto como un
dominio exclusivamente masculino. La crítica de que el aikido es afeminado o
que favorece a las mujeres no es más que un residuo de esta anticuada actitud.
Y ya que éste es un problema serio que corresponde al presente y al futuro de
las artes marciales, deberíamos examinar más cuidadosamente tales actitudes.
Las antiguas
artes de lucha se originaron en una época en que sólo los hombres se
enfrentaban a vida o muerte en el campo de batalla, y la opinión de que el budo
era un dominio particular masculino pudo alguna vez estar justificada. Pero en
nuestro mundo moderno, cuando las artes marciales deberían ser el entrenamiento
de la mente tanto como del cuerpo, esta visión resulta completamente
anacrónica. La idea de que las artes marciales deberían reducirse sólo a los
hombres descansaba en la aceptación de la violencia, pero dicha aceptación ya
no es válida. El budo moderno, considerado como vía de entrenamiento de la
unidad mente-cuerpo, está basado en la asunción del amor y la armonía, y de
ellos es el aikido el que principalmente intenta cultivar la verdadera
humanidad en un mundo pacífico.
El aikido para
mujeres es claramente un budo, y no existe diferencia en el entrenamiento de
mujeres y hombres. Las mujeres que realmente se someten a la práctica del
aikido llegan a saber esto, con lo cual no queremos negar el hecho de que
algunas mujeres sí entren en aikido pensando que es útil como defensa personal
o un ejercicio ideal para la salud y la belleza. Ellas han sido engañadas por
artículos de periódicos y revistas que describen la popularidad del aikido
entre las mujeres, y en los cuales se reflejan los prejuicios que acabamos de
discutir.
Pero una vez
que comienzan a entrenar se dan cuenta de que el aikido supone una práctica
reiterada que requiere la unidad de la mente y el cuerpo y el cultivo del poder
del ki, y que el hecho de que pueda ser beneficioso para la salud y la belleza
o que sirva como defensa personal es simplemente una consecuencia no
relacionada con el espíritu del aikido. Buscar tales resultados rápidamente y
con un fin en sí-mismos socavaría la verdadera apreciación de lo que el aikido
tiene que ofrecer.
Algunas
mujeres (así como hombres) pueden resistirse a la práctica repetitiva de
posturas básicas, pero éstas son preliminares, imprescindibles para aprender
las técnicas. Aprender la distancia adecuada (ma-ai) de enfrentar a un
adversario puede resultar inesperadamente difícil, lo mismo que la realización
de movimientos de los pies deslizándose de forma suave, al estilo de la danza
Noh. A otras se les puede plantear inicialmente un problema en el desarrollo
del poder de la respiración, o ki, que se origina en el centro y se extiende a
lo largo de los brazos y de las manos. Puede que haya que practicar una y otra
vez hasta llegar a dominar el ukemi o caída, que se efectúa manteniendo siempre
el centro y el equilibrio. Pero las dificultades con las que se encuentran los
principiantes, que implican confusión, sudores y ocasionales magulladuras, no parecen
desanimarles. Según ellas, estas dificultades son un reto más que un
desaliento, y refuerzan en realidad la motivación para llegar a dominar el
aikido.
Los hombres
suelen hacer comentarios similares, y parece que son las mujeres quienes tienen
más resistencia, paciencia y voluntad de continuar en la brecha, lo que
probablemente esté relacionado con inconscientes poderes creativos que ellas
poseen. Las mujeres que penetran por las puertas del aikido raramente abandonan
la práctica al poco tiempo de empezar. Al menos ocho de cada diez continúan, y
cuanto más tiempo y más profundamente practican, más se embelesan con el
aikido. La razón de todo esto no está del todo clara, pero podemos extraer una
idea general a partir de los comentarios hechos en entrevistas en los
periódicos y las revistas y en ensayos que de vez en cuando aparecen en el
boletín de noticias interno publicado por el Hombu Dojo.
«Cuando comencé el aikido no podía dar ni siquiera una
voltereta, así que cuando rodé por primera vez hacia adelante sentí que el día
había sido provechoso.»
«En medio año mi cuerpo se volvió tan ligero como una
pelota cuando me lanzaban. Creo que el aikido me hizo más fuerte como persona,
y, a pesar de que no tengo especiales ideas acerca del budo, creo que estoy
aprendiendo a apreciarlo.»
«Por la práctica constante de seiza, mi postura ha
mejorado realmente. Mis profesores de la ceremonia del té y del arreglo floral
lo mencionan a menudo, y mi profesor de danza japonesa dice que los movimientos
de mis pies y mi postura se han perfeccionado.»
«Cuando practicaba judo siempre tuve complejo de
inferioridad a causa de los hombres, que eran más fuertes, y algunas de las
técnicas desuelo no me gustaban. Pero con el aikido, como el fin no es la
exhibición de simple fuerza, y ninguna de sus técnicas son ofensivas, disfruto
de verdad.»
«Verdaderamente me gusta ser uke, porque cuando me
proyectan desaparece todo mi orgullo y vanidad. El aikido ha sido llamado el
«Zen dinámico». Cuando consigo abiertamente convertirme en mí misma a través de
la práctica, pienso que en efecto puede ser algo como el Zen.»
«Una de las razones por las que continúo en el
dojo es por su ambiente armonioso.
Procuro practicar con distintos tipos de personas, y no hay rivalidad, puesto
que nadie gana ni pierde. Esto ha influido en mi propia actitud hacia los
demás. Intento trabajar con otros y escucho más cuidadosamente lo que tienen
que decir.»
«Cuando empecé a dominar el principio del movimiento
esférico, mi habilidad para manejar mis quehaceres diarios mejoró. Ya no pierdo
tiempo, y mi mundo- se ha vuelto más rico y más lleno. El aikido es
una parte necesaria de mi vida. Ahora no podría vivir sin él.»
Comentarios como
éstos proceden de profesoras de colegio, oficinistas, amas de casa,
estudiantes, médicos, secretarias y otras, de edades y profesiones diferentes.
A pesar de las diferencias, percibo un fondo común.
Todas han
captado, más o menos, la esencia del aikido intuitiva y experimentalmente, y
sus comentarios, a diferencia de los que hacen los hombres, están estrechamente
relacionados con la vida diaria. Esto significa que, aunque no hay
discriminación entre hombres y mujeres en el contenido y en la práctica del
aikido, aparece una distinción natural en sus respuestas a él, lo cual es bueno
para el aikido porque destruye los estereotipos que tiene la gente sobre las
artes marciales.
En aikido se
respeta la individualidad de cada persona, y se desarrolla y se nutre la fuerza
individual de cada uno. Mientras que el entrenamiento y la filosofía del aikido
tienen aplicación universal, cada respuesta, masculina o femenina, depende del
individuo. El aikido no es masculino ni femenino, y no debería existir ninguna
actitud previa respecto a cómo deberían actuar o practicar el arte los hombres
o las mujeres.