jueves, 8 de marzo de 2012

Ampliando el Círculo del Aikido

Ampliando el círculo del Aikido

Tomado del libro “El Espiritu del Aikido”,
Autor Kisshomaru Ueshiba


Junto a la importancia del entrenamiento para niños y jóvenes, otra característica del aikido que le diferencia de otras artes marciales es su gran número de practicantes femeninas.
En años recientes, incluso en el Japón, el número de mujeres en todos los deportes, excepto en el boxeo y en el sumo, ha ido en aumento. En las artes marciales las mujeres están presentes en el judo, el kendo, el karate, el kempo, etc, pero parece que es el aikido el que ha atraído, proporcionalmente, el mayor número de mujeres. Pero este fenómeno no ha sido un estricto asunto de números, sino que también ha sido cualitativo, por el hecho de que el entrenamiento de las mujeres añade profundidad y amplitud al aikido.
Existe entre ellas una considerable variedad de motivos y razones para practicar aikido, y hay mujeres de todas las edades y profesiones que se dedican a esta vía, que permanecen en ella durante muchos años y que aspiran a los más altos ideales espirituales del budo. En cierto sentido parece que el aikido estuviera especialmente abierto a las mujeres, de forma que pueden cruzar fácilmente sus puertas y participar de modo natural en su proceso de desarrollo.
¿Es ésta la razón por la que el aikido es a veces tan extraña y erróneamente interpretado? Son muchas las preguntas simplistas y las declaraciones al respecto. La gente pregunta «¿El aikido es un arte marcial para mujeres?» Dicen: «Parece que favorece a las mujeres.» O incluso: «Es afeminado.» Algunos comentarios son sexistas, como, por ejemplo: «¿La práctica mixta no distrae?» O «¿tantas mujeres no entorpecen la práctica real?» Otras preguntas parecen surgir naturalmente: «Las mujeres no están interesadas en el budo. ¿No piensan sólo en el aikido como una forma de defensa personal, o sólo como un ejercicio para la salud y la belleza?» «¿No son tratadas las mujeres con timidez; acaso no se les dispensa un trato especial?».
Una vez más preguntas y críticas surgen de la ignorancia sobre el aikido. Una persona que hubiera entrenado incluso mínimamente en aikido o que supiera algo de su filosofía, o que sobre todo hubiera realizado la rigurosa disciplina para alcanzar su más alta meta, nunca haría tales comentarios.
Expresado sencillamente, el aikido es un budo abierto a toda la gente que aspira a unificar el ki del universo con su ki personal. Para todos los miembros de la raza humana es el camino por el que se alcanza la armonía con todos los seres. Las puertas del aikido están abiertas a la gente de todas las edades, clases, sexos, nacionalidades y razas, y la no discriminación y no exclusividad son características básicas del arte. Como en el caso de los jóvenes y de los practicantes mayores, que más adelante se abordará, las mujeres no son objeto de ningún tipo de discriminación. Aún más, acusar al aikido de favorecerlas o de garles un trato preferente por ser comparativamente muy numerosas es hacerse reo de sexismo latente.
Mientras que el aikido no da prioridad ni a mujeres ni a hombres, es verdad que el budo tradicional, desarrollado en un época de feudalismo, sí era visto como un dominio exclusivamente masculino. La crítica de que el aikido es afeminado o que favorece a las mujeres no es más que un residuo de esta anticuada actitud. Y ya que éste es un problema serio que corresponde al presente y al futuro de las artes marciales, deberíamos examinar más cuidadosamente tales actitudes.
Las antiguas artes de lucha se originaron en una época en que sólo los hombres se enfrentaban a vida o muerte en el campo de batalla, y la opinión de que el budo era un dominio particular masculino pudo alguna vez estar justificada. Pero en nuestro mundo moderno, cuando las artes marciales deberían ser el entrenamiento de la mente tanto como del cuerpo, esta visión resulta completamente anacrónica. La idea de que las artes marciales deberían reducirse sólo a los hombres descansaba en la aceptación de la violencia, pero dicha aceptación ya no es válida. El budo moderno, considerado como vía de entrenamiento de la unidad mente-cuerpo, está basado en la asunción del amor y la armonía, y de ellos es el aikido el que principalmente intenta cultivar la verdadera humanidad en un mundo pacífico.
El aikido para mujeres es claramente un budo, y no existe diferencia en el entrenamiento de mujeres y hombres. Las mujeres que realmente se someten a la práctica del aikido llegan a saber esto, con lo cual no queremos negar el hecho de que algunas mujeres sí entren en aikido pensando que es útil como defensa personal o un ejercicio ideal para la salud y la belleza. Ellas han sido engañadas por artículos de periódicos y revistas que describen la popularidad del aikido entre las mujeres, y en los cuales se reflejan los prejuicios que acabamos de discutir.
Pero una vez que comienzan a entrenar se dan cuenta de que el aikido supone una práctica reiterada que requiere la unidad de la mente y el cuerpo y el cultivo del poder del ki, y que el hecho de que pueda ser beneficioso para la salud y la belleza o que sirva como defensa personal es simplemente una consecuencia no relacionada con el espíritu del aikido. Buscar tales resultados rápidamente y con un fin en sí-mismos socavaría la verdadera apreciación de lo que el aikido tiene que ofrecer.
Algunas mujeres (así como hombres) pueden resistirse a la práctica repetitiva de posturas básicas, pero éstas son preliminares, imprescindibles para aprender las técnicas. Aprender la distancia adecuada (ma-ai) de enfrentar a un adversario puede resultar inesperadamente difícil, lo mismo que la realización de movimientos de los pies deslizándose de forma suave, al estilo de la danza Noh. A otras se les puede plantear inicialmente un problema en el desarrollo del poder de la respiración, o ki, que se origina en el centro y se extiende a lo largo de los brazos y de las manos. Puede que haya que practicar una y otra vez hasta llegar a dominar el ukemi o caída, que se efectúa manteniendo siempre el centro y el equilibrio. Pero las dificultades con las que se encuentran los principiantes, que implican confusión, sudores y ocasionales magulladuras, no parecen desanimarles. Según ellas, estas dificultades son un reto más que un desaliento, y refuerzan en realidad la motivación para llegar a dominar el aikido.
Los hombres suelen hacer comentarios similares, y parece que son las mujeres quienes tienen más resistencia, paciencia y voluntad de continuar en la brecha, lo que probablemente esté relacionado con inconscientes poderes creativos que ellas poseen. Las mujeres que penetran por las puertas del aikido raramente abandonan la práctica al poco tiempo de empezar. Al menos ocho de cada diez continúan, y cuanto más tiempo y más profundamente practican, más se embelesan con el aikido. La razón de todo esto no está del todo clara, pero podemos extraer una idea general a partir de los comentarios hechos en entrevistas en los periódicos y las revistas y en ensayos que de vez en cuando aparecen en el boletín de noticias interno publicado por el Hombu Dojo.
«Cuando comencé el aikido no podía dar ni siquiera una voltereta, así que cuando rodé por primera vez hacia adelante sentí que el día había sido provechoso.»
«En medio año mi cuerpo se volvió tan ligero como una pelota cuando me lanzaban. Creo que el aikido me hizo más fuerte como persona, y, a pesar de que no tengo especiales ideas acerca del budo, creo que estoy aprendiendo a apreciarlo.»
«Por la práctica constante de seiza, mi postura ha mejorado realmente. Mis profesores de la ceremonia del té y del arreglo floral lo mencionan a menudo, y mi profesor de danza japonesa dice que los movimientos de mis pies y mi postura se han perfeccionado.»
«Cuando practicaba judo siempre tuve complejo de inferioridad a causa de los hombres, que eran más fuertes, y algunas de las técnicas desuelo no me gustaban. Pero con el aikido, como el fin no es la exhibición de simple fuerza, y ninguna de sus técnicas son ofensivas, disfruto de verdad.»
«Verdaderamente me gusta ser uke, porque cuando me proyectan desaparece todo mi orgullo y vanidad. El aikido ha sido llamado el «Zen dinámico». Cuando consigo abiertamente convertirme en mí misma a través de la práctica, pienso que en efecto puede ser algo como el Zen.»
«Una de las razones por las que continúo en el dojo  es por su ambiente armonioso. Procuro practicar con distintos tipos de personas, y no hay rivalidad, puesto que nadie gana ni pierde. Esto ha influido en mi propia actitud hacia los demás. Intento trabajar con otros y escucho más cuidadosamente lo que tienen que decir.»
«Cuando empecé a dominar el principio del movimiento esférico, mi habilidad para manejar mis quehaceres diarios mejoró. Ya no pierdo tiempo, y mi mundo- se ha vuelto más rico y más lleno. El aikido es una parte necesaria de mi vida. Ahora no podría vivir sin él.»
Comentarios como éstos proceden de profesoras de colegio, oficinistas, amas de casa, estudiantes, médicos, secretarias y otras, de edades y profesiones diferentes. A pesar de las diferencias, percibo un fondo común.
Todas han captado, más o menos, la esencia del aikido intuitiva y experimentalmente, y sus comentarios, a diferencia de los que hacen los hombres, están estrechamente relacionados con la vida diaria. Esto significa que, aunque no hay discriminación entre hombres y mujeres en el contenido y en la práctica del aikido, aparece una distinción natural en sus respuestas a él, lo cual es bueno para el aikido porque destruye los estereotipos que tiene la gente sobre las artes marciales.
En aikido se respeta la individualidad de cada persona, y se desarrolla y se nutre la fuerza individual de cada uno. Mientras que el entrenamiento y la filosofía del aikido tienen aplicación universal, cada respuesta, masculina o femenina, depende del individuo. El aikido no es masculino ni femenino, y no debería existir ninguna actitud previa respecto a cómo deberían actuar o practicar el arte los hombres o las mujeres.

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