Los grados
Por Nobuyoshi
Tamura
Tomado
del libro Aikido. Etiqueta y transmisión
Historia
El dan (段) de los
grados de judo o de aikido se escribe con un carácter que significa grado,
escalón.
Una escalera se sube o se baja escalón
por escalón, no es posible franquearla de una sola vez como por
medio de una escalera mecánica o un ascensor.
La palabra dan contiene la idea de
separación e indica el método necesario para conseguir una meta. A mi entender
por eso se eligió esa palabra para designar los grados. En resumen, la
aparición de este sistema de grados en el mundo del budō es reciente.
Kano Jigoro, el fundador del judo, lo
instauró durante la era Meiji (1868-1912). En los bujutsu anteriores, los títulos de los grados que existían eran los
inka, menyo, etc. Estos sistemas
siguen sobreviviendo en los bujutsu y
en el budō clásico (kobudo), que aún
se practican hoy en día. Este sistema comprende las siguientes clasificaciones:
-Shoden
-Chuden
-Okuden
-Menkyo kaiden
-Mokuroku, inka
(certificados o títulos otorgados por
escuelas tradicionales que equivalen a menkyo kaiden). Este sistema asegura la
transmisión de los secretos de este arte a los discípulos.
Shoden: transmisión inicial, lo que se
transmite para comenzar.
Chuden: transmisión media que asegura
que se ha recorrido la mitad del camino.
Okuden: Transmisión profunda de las
enseñanzas esenciales en el sentido oculto, es decir, okugi, higi.
Menkyo kaiden: certificado y titulo de
aquel a quien se le han transmitido todos los secretos sin reserva alguna.
El que ha recibido el Menkyo kaiden puede ser llamado para
suceder al maestro o para fundar una rama de la escuela enseñada por su
maestro.
Los sistemas inka o menkyo kaiden
(certificado de transmisión) o los dan están ligados de forma indisoluble a los
métodos de enseñanza.
El sistema progresivo de los
certificados de transmisión que conduce de las técnicas simples a las técnicas
complicadas puede parecer perfectamente lógico. Sólo hay que cambiar de punto
de vista y verlo desde la perspectiva del bujutsu,
que decide sobre la vida o la muerte.
A pesar de que se hable de discípulo y
que dentro de la medida o en el seno de este sistema esté en juego su
personalidad, será obvio que por prudencia el maestro no habrá enseñado de una
sola vez ni todas las técnicas ni todo su contenido.
A lo largo de los años de enseñanza, el
maestro puede observar la técnica, la actitud y los actos de su alumno. Entonces
puede otorgar un diploma con pleno conocimiento de causa a quien se lo merezca
(okugi, inka, menyo kaiden).
Habría que reflexionar sobre el hecho
de que kuden (la transmisión oral), i’shi-soden (la transmisión a un solo hijo)
así como la prohibición de aceptar o provocar desafíos entre escuelas antes de
obtener el menkyo kaiden, parece
indicar que la enseñanza no era transmitida en su integridad.
Ahora bien, el budō moderno es el fruto de una época de paz, lo que explica que tienda
más hacia una evolución espiritual y física que hacia la perfección de las
técnicas. Desde el principio del estudio se desvela la totalidad de las
técnicas, nada cambia en las técnicas en sí, sólo la ejecución evoluciona a la
vez que el ejecutante gana en precisión y se transforma. La progresión está
estructurada de manera que el cuerpo y el espíritu evolucionan de forma
conjunta. Los grados dan son los hitos de esta evolución.
Antes de la guerra y hasta el final de
la segunda guerra mundial, la universidad de los budō japoneses, el Butokukai
otorgaba los grados y los títulos de enseñanza. Los títulos son renshi, kyoshi y hanshi. Los grados van del 1º al 10º dan.
Merece la pena pararse a ver lo que
representa el hanshi:
*Un grado mínimo de 5º dan, una vida correcta
y un gran conocimiento del budō son
las condiciones necesarias para optar al título kyoshi.
Al cabo de siete años y pasada la edad
de los sesenta, se puede pretender alcanzar el siguiente nivel: el de hanshi.
**Entonces el conocimiento de la
técnica ha alcanzado la perfección. El practicante, además, por el ejemplo que
da de una conducta social irreprochable es un modelo para los demás.
***El resultado de las acciones
emprendidas a favor del budō se
manifiesta a todos los niveles. El título de hanshi, por lo tanto, pone de manifiesto la conjunción de los
siguientes elementos: técnica, corazón, espíritu de contribución a la causa de
su disciplina.
Dentro del marco del sistema de grados,
kyu-dan, cada uno ha de encontrar su lugar con respecto al sistema de títulos
de enseñanza. La justificación de este sistema de grados es el hecho de ayudar
a evaluar el nivel de trabajo de cada uno y de comprender su finalidad.
Igual que los escalones de una
escalera, los grados deben franquearse uno a uno con una voluntad inagotable de
progreso. Hoy en día, en Japón se atribuyen los grados en función de los tres
siguientes puntos:
-Técnica.
-Personalidad y realización.
-Lo que el practicante por
contrapartida aporta a su arte.
Incluso si la técnica es excelente, un
practicante cuya vida diaria sea desordenada o cuyo carácter sea inestable no
accederá a los grados más elevados.
Al contrario, a un practicante que
lleve mucho tiempo cuya técnica pueda dejar que desear pero que ponga de
manifiesto grandes cualidades y que haya prestado grandes servicios a su
disciplina se le podrá otorgar un grado elevado, ya sea a título ordinario o a
título honorífico.
A pesar de que los grados honoríficos
pueden ser atribuidos sin mención particular, hay que pensar que el receptor no
cometerá el error de tomarlos por otra cosa de lo que son.
Hoy en día, en algunos países como
Francia, los grados se atribuyen en el ámbito nacional. No obstante, es
corriente que cada escuela, federación, organización o director de escuela
distribuya sus propios grados.
En la actualidad, el Aikikai vuelve a
la antigua tradición y no concede grados superiores al 8vo dan a practicantes
en vida. Es importante recordar que los niveles indicados corresponden a
requisitos mínimos de conocimientos, y que no basta con disponer de un conocimiento
aproximado de ese mínimo para reivindicar el derecho a un grado.
(…)
Actitud durante los pases de grado
Es evidente que de entrada la actitud
durante un pase de grado ha de ser enseñada por los profesores. La única razón de
ser de los exámenes de kyu o de dan en aikido es poder medir los progresos técnicos
y el nivel mental adquirido en un arte donde no existe competición.
Lo que importa, por lo tanto, es poder
manifestar por completo los resultados de la práctica diaria en el sentido de
la unidad del ki, el corazón (kokoro), el cuerpo y la técnica. Durante
el examen las técnicas se encadenan con rapidez, precisión y potencia: la
potencia del cuerpo debe expresarse sin interrupción, tanto en firmeza como en
resistencia.
La calma y la intrepidez del corazón deben
animar la ejecución técnica con una precisión meticulosa. Sin miedo, sin
vacilación, sin altanería, cada gesto debe realizarse con la participación total
del cuerpo y el espíritu. Desde esta perspectiva, es conveniente orientar la
práctica diaria hacia esa intervención total, lo que nos permitirá durante los
exámenes estar distendidos, relajados y mantener el gesto amplio sin dejarnos
distraer por nada, sin ningún cambio con respecto al ejercicio ordinario. Hay que
permanecer libre.
Corre la voz de que después de la
proclamación de los exámenes, algunos se consideran perjudicados. ¡Esto es una
conducta inconveniente e inconcebible que sería preferible poder pasar por alto!.
Si usted ha podido expresar los
resultados de su práctica diaria de manera entera y completa, debe considerarse
afortunado, incluso si ha sido suspendido en el examen.
Si ha aprobado el examen sin haber
cumplido los requisitos que en última instancia juzgará usted mismo no debe
sentirse orgulloso. Suspender y responsabilizar al examinador le sitúa en el
nivel más bajo; ¡no espere llegar jamás a poder comprender algo relacionado con
el Aikido si se empeña de esa manera!.
Pensar que el examinador es parcial
simplemente demuestra que el corazón de usted es parcial. Debemos agradecer al
examinador que le ha indicado los aspectos malos de su comportamiento, de su
técnica, antes de estar resentido contra el examinador pensando que no entiende
nada del Aikido. Y, si en un caso extremo, el examinador realmente no entiende
nada…¿Cambiará eso un ápice su trabajo? Incluso si en ese momento no entiende
las intenciones del examinador, llegará el momento en que comprenderá que gracias
a esa derrota momentánea ha tenido que trabajar más y su técnica y su espíritu
han progresado otro tanto.
Seguramente llegará agradecer a ese
examinador que le habrá permitido evolucionar sin orgullo y sin autosatisfacción. Creo que ese estado
de ánimo es el que manifiesta el wa,
la armonía y la paz, del que hablaba O Sensei.
La paz no sólo reside dentro de uno
mismo, sólo puede puede existir a la vez “dentro” y “alrededor” de uno mismo.
El Aikido es una espada de dos filos:
cuando se ha cortado al adversario en dos hay que saber que nos hemos cortado a
nosotros mismos en dos. Si dejamos vivir
al adversario estamos salvados. Esto viene a significar que no debemos permitir
que se genere esa dualidad adversario / yo. Tomemos como ejemplo un examinador
totalmente parcial e injusto. Incluso un examinador de ese tipo, si está bajo
ese encanto, no encontrará nada que censurar en un buen examen: con este estado
de ánimo es con el que uno se debe presentar. Si a pesar de todo se suspende,
no se deje abatir. Aproveche para mejorar sus defectos. Sea recto y digno sin
estar resentido contra nadie y es posible que el examinador que lo haya
suspendido sienta vergüenza. Si recibe un grado que no merece, sepa que sólo lo
ha recibido para señalarle que toda posibilidad de evolución en lo sucesivo le
está vetada. Por el contrario, el que se le deniegue un grado debe
interpretarse como que se le está pidiendo realizar un trabajo más profundo
para el que usted está capacitado.
Actitud del candidato que ha superado el examen de dan
Todos
somos felices cuando aprobamos un examen de dan. No obstante, ello no es razón
para salir del dojo sin saludar o abrazarse en el tatami para felicitarse
mutuamente, actitud que no se debe fomentar. Aprobar un grado o ganar una
competición son dos actos de distinta naturaleza. Lo primero que hay que
agradecer es al examinador, luego a su profesor y los sempais, y sólo a partir
de entonces, se puede compartir la alegría con los amigos. En Francia, durante
los primeros tiempos de mi estancia, los practicantes que acababan de superar
el examen también ofrecían a sus profesores y amigos una pequeña fiesta en un
bar y no se dudaba en descorchar una botella de champán. Incluso cuando yo era uchi-deshi, las personas de educación formal
ofrecían al maestro, a sus sempai y a sus amigos aikidokas una cena de
agradecimiento.
Por supuesto, para los jóvenes eso es
un poco difícil de sufragar, pero ¿acaso es imposible ofrecer por lo menos el
gesto de ofrecer, por ejemplo, un aperitivo para celebrar la ocasión?. Y si
esto aún es pedir demasiado, en cualquier caso, por lo menos será posible de
dar las gracias.
Es cierto que el hecho de haber
conseguido superar un grado se debe al trabajo, los esfuerzos y aptitudes
personales, pero no hay que olvidar la ayuda recibida por parte del profesor,
los sempais y los ánimos dados por los compañeros de trabajo.
De ahí que se ha de educar a los
alumnos en este sentido. Es aconsejable escuchar los comentarios sobre la
actitud de uno mismo durante el examen y pedir la opinión del profesor y de los
alumnos más antiguos para crearse una base de trabajo.