Aikido es trabajo duro –
Yamaguchi Seigo sensei
Autor:
Andrzej Bazylko sensei
Traducción (autorizada por el autor):
Mauro Novara fukushidoin,
Cecilia Villanueva y Gabriela Pintos
Algunas veces un encuentro puede cambiar tu vida
entera. Te deja una impresión que no puede ser removida hasta el final de tus
tiempos. Para mí, tal extraordinario evento fue conocer a Yamaguchi Seigo
sensei (1924-1996). Solo asistí a dos seminarios dictados por él, en los cuales
entendí muy poco. Sin embargo, la facilidad con la que ejecutaba las técnicas y
la belleza inusual de sus movimientos me estimuló un deseo irresistible en
seguir su mismo camino, aunque no llegue muy lejos. Hasta el día de hoy no se
cual es el propósito de esto, pero tengo en mí el anhelo por este fenómeno
inusual que es el Aikido de Yamaguchi sensei. Tengo la fortuna de ser
estudiante de Christian Tissier sensei – uno de los estudiantes de Yamaguchi
sensei. También he conocido algunos de sus estudiantes más sobresalientes:
Seishiro Endo sensei (1942-) y Masatoshi Yasuno sensei (1948-).
El Aikido de Yamaguchi sensei está presente en la
enseñanza de sus estudiantes (hoy shihanes), aunque ellos difieren mucho entre
sí. Yamaguchi sensei podía generar lo mejor de todos sus estudiantes. Sin
embargo, no quería que lo imitasen. Cuando ellos se fueron para otros países a enseñar
Aikido, no estaban en la posición de enseñar su Aikido. Como si fuera obvio,
los lleno de él pero ellos no podían reproducirlo. Ellos tenían la base, los
cimientos sobre los cuales podían levantar sus propios edificios. Solo podían
hablan en sus propios nombres. Él quería que fueran ellos mismos. Él no podría
seguir a la multitud, valoraba a las personas que tenían sus propias opiniones
y eran capaces de sostenerlas. Él nunca se apoyó en la autoridad de O´Sensei.
Él decía, “O´Sensei es O´Sensei, y mi nombre es Yamaguchi”. Esto no significaba
que no valorase a su propio Maestro. Al contrario, pero sentía que cada uno
debía ser responsable por las propias acciones, por lo que uno transmitía a los
demás. Apoyarse constantemente en la autoridad del propio maestro, él lo veía
como una falta de madurez. Si alguien quiere enseñar a los demás, entonces
primero se debe crecer para dar a la nueva generación los conocimientos y las
habilidades que se recibió. Él sabía cómo escapar del cuidado de su maestro,
como mirar críticamente lo que había aprendido. La técnica (el Aikido) de
Yamaguchi sensei no era transferible, le fue dado exclusivamente a él, pero
pudo construir algo propio. Cada uno es diferente y practica el Aikido a su
forma. Para poder hacerlo, sin embargo, se debe tener un guía. Yamaguchi sensei
fue un guía. Él no quería imitadores, sino sucesores quienes sigan sus propios
caminos.
La relación entre el maestro y el estudiante es
algo especial, basado en una profunda confianza. Yamaguchi sensei se convirtió
en alumno de O´Sensei en el año de 1950. Antes de esa fecha había intentado
convertirse en un funcionario del Japón. Inclusive había pasado el examen que
lo habilitaba a trabajar para el gobierno. Quería trabajar en asuntos públicos
o en la esfera de relaciones internacionales. También consideraba la
posibilidad de trabajar en una gran empresa de construcción. Como última
instancia había decidido irse, posiblemente a Europa, la opción que más le
atraía era Francia. Nyoichi Sakurazawa (George Ohsawa, 1893-1966), el creador
de la Macrobiótica, que era amigo de su padre, y también un amigo cercano de
O´Sensei, le aconsejo que realice algún arte tradicional japonés y le dio una
carta de recomendación para Ueshiba Morihei. Conocer tal extraordinaria figura
fue decisivo para el resto de la vida de Yamaguchi Seigo. Se convirtió en uchi
deshi (estudiante interno) de O´Sensei y decidió enfocarse exclusivamente
en Aikido. Esto era una elección bastante inusual, eran dificilísimos tiempos
de postguerra. La gente no estaba interesada en el Budo (al contrario), solo en
asuntos vitales. Yamaguchi sensei se convirtió en el primer instructor
profesional del Aikido, no tenía otra ocupación. Luego esta situación fue
cambiando ya que la gente comenzó, de a poco, a practicar artes marciales, se
fueron abriendo Dojos, y el Aikido se fue volviendo popular. Sin embargo, al
momento de la decisión de Yamaguchi sensei la situación era otra. Es necesario
tener la visión en la vida de los que uno quiere realmente hacer. Yamaguchi
sensei decidió comprometerse al camino señalado por O´Sensei. Ciertamente, la
habilidad para realizar decisiones maduras no es tomar el camino fácil,
separando las cuestiones importantes de las triviales lo ayudó a sobrevivir
durante la guerra. Cerca del fin de la misma, integraba una cuadrilla kamikaze
y fue llamado a la acción, muchos de sus amigos murieron y estaba preparado
para seguir el mismo destino; y lo hubiera tenido si la guerra no hubiese
terminado antes. Su misión suicida no se materializó pero no era posible que no
influyera en el resto de su vida.
Yamaguchi Sensei tenía memoria fotográfica y podía
fácilmente repetir cualquier movimiento que observara. O´Sensei no explicaba
las técnicas, simplemente las mostraba. Todo tenía que ser descubierto por uno
mismo, ciertamente es mucho más difícil, pero permanece en nosotros por
siempre. El movimiento no es forzado por nadie, se vuelve nuestro propio
movimiento. Yamaguchi Sensei comprendía todo muy rápidamente, solo después de
dos años de práctica comenzó a enseñar. Fue por su propio camino, pero mantenía
un fuerte lazo con su maestro y le tenía un profundo respeto. Se fue volviendo
un maestro muy popular y tenía muchos alumnos no solamente en Japón sino
también fuera de sus límites. Condujo numerosas prácticas en Europa (primero
que todo en París - Francia, pero también en Mannheim - Alemania, en Oxford -
Inglaterra, Suiza, Bélgica y Dinamarca), en los Estados Unidos, en Canadá y en
Sudamérica (Brasil, Argentina, Uruguay). Desde 1958 a 1961 enseñó Aikido en
Burma (Myanmmar). En el Aikikai Hombu Dojo en Tokyo conducía clases especiales
de altos grados. Nadie podía entender sus técnicas, aun instructores con los
más altos grande de Hombu Dojo no podían desentrañar como con el mínimo
esfuerzo era capaz de ejecutar cualquier técnica, más allá del tipo de ataque y
de la persona que lo atacaba. A los ojos de la mayoría de los estudiantes de la
segunda generación de O´Sensei, era considerado un genio del Budo. Casi nunca
ocurría que maestros de Hombu Dojo atendieran otras clases, algunos de ellos
participaban en las clases conducidas por Yamaguchi sensei, lo cual era un
signo de un respeto inusual. Incluían entre otros: Masando Sasaki (1929-),
Mitsugi Saotome (1937-), Yoshimitsu Yamada (1938-) and Kazuo Chiba (1940-).
Muchas personas sentían que Yamaguchi sensei, debido a su gran popularidad y
técnicas inusuales, crearía su propia escuela de Aikido. Sin embargo no lo
hizo, consideraba a las divisiones un sin sentido y era fiel a la memoria de
O´Sensei.
Yamaguchi Sensei tenía un carisma inusual y un gran
don para la enseñanza. Era un verdadero maestro de artes de combate. Hasta que
uno no conoce a un hombre como él, no se puede saber lo que esto realmente
significa. Esta condición se le atribuye usualmente a varias famosas figuras
del mundo de las artes marciales. Muchas veces son evaluaciones justas, pero
basadas en la leyenda más que en la realidad, que se mantiene desconocida. A
veces también nosotros les concedemos este nombre a los maestros en vida. Tal
vez porque por la distancia, en términos de técnica y experiencia, que nos divide
de ellos. Ocurre, sin embargo, que etiquetamos a alguien así naturalmente, como
si fuese obvio y nadie podría negarlo. Este era el caso con Yamaguchi sensei.
Nadie contemplaba que graduación se le había otorgado, lo importante era que
fuese Yamaguchi sensei. Algunos estaban fascinados por la inusual efectividad,
aunque parecía que no había razones más allá de esto. Se veía al ejecutar las
técnicas que no obedecía ninguna regla: no controlaba la distancia, tenía un
centro de gravedad alto, aparentemente se movía con torpeza, inclinado. Hacia
todo aquello que le pedíamos a los principiantes que eviten. Al observador
externo le parecía que la técnica en realidad no era ejecutada, uke imitaba y
todas las acciones consistían en un juego entre el ser atacado y responder.
Muchas veces escuché tales opiniones, incluso de aikidoka sentados en medio de
sus prácticas. Cualquiera que haya tenido alguna vez el honor de atacar a
Yamaguchi sensei estaba convencido de esto. Independientemente de la potencia,
fuerza, velocidad, movimientos, momentos y otros aspectos del hecho de atacar,
el resultado era siempre el mismo. De plano sobre el tatami más rápido de lo
que uno podría imaginarse, a menudo sin darse cuenta de cómo había sucedido.
Yamaguchi Sensei nunca corregía un ataque, cada ataque era aceptado, al igual
que el atacante. Esto estaba repleto de armonía, adhiriendo al Aikido. La
respuesta del maestro no era obvia, siempre había cierta ansiedad por el
resultado del ataque, que alcanzaría al atacante. Yamaguchi Sensei en el dojo
se veía poderoso, afuera de él se mezclaba con la multitud. Quienes eran lo
suficientemente afortunados para atacarlo, sin embargo, no tenían ansiedades.
Sabían que Sensei cuidaba de todo. Solo quien haya sentido la ejecución de una
técnica sin esfuerzo en respuesta de su mejor ataque, tal vez podría entender
lo inusual que es el aikido como arte marcial. Solo algunos aikidoka pueden
contar con esa experiencia, los alumnos de Yamaguchi sensei tuvieron esa
suerte.
El maestro de las artes marciales enseña durante
toda su vida. La enseñanza no solo se realiza en el tatami, su arte llena su
vida entera. Tiene una individualidad rica y está conectado fuertemente con los
estudiantes. Yamaguchi Sensei tenía dos vicios: el café y los cigarrillos. El primero
lo pudo dejar, pero el segundo desafortunadamente no. Iba todos los días a
cafés. Frecuentemente podía ir allí, cambiar el entrenamiento de la mañana y
quedarse hasta la tarde. Y con él, no tan frecuentemente, sus estudiantes
también aparecerían. Yamaguchi Sensei fue un hombre de conocimientos. Su padre
fue director de una escuela pública y tenía muchos libros que su hijo amaba
leer. Historia, literatura, filosofía, eran sus áreas de interés y podía hablar
entretenidamente de estos temas. Si algún estudiante decidía entrar en la
conversación, tenía que estar muy seguro de sí mismo, para no parecer un tonto.
Estas conversaciones modelaron y les dieron forma a los estudiantes de
Yamaguchi Sensei. Las conversaciones con el maestro, sus historias en el café,
tenían para ellos tanto significado como lo que se aprendía en el tatami. Para
todos aquellos que pasaron algún tiempo con él, era claro que lo que más
valoraba era encontrarse con la gente, estar en compañía de otros.
Frecuentemente reflexionamos sobre las cosas importantes que hemos hecho en la
vida, que dejaremos atrás en este mundo. Recordamos diferentes hechos y
eventos, pero frecuentemente encontramos que lo que realmente importa son las
personas que tuvimos la fortuna de conocer. A Yamaguchi Sensei no le importaba
mucho las cosas materiales. Sin embargo, siempre encontraba tiempo para
encontrarse con otros.
Él trataba al Aikido muy seriamente. En una de las
clases dirigidas a personas que eran al menos 4tos danes y después de varias
prácticas extenuantes, les preguntó que era el Aikido. Se dieron varias
respuestas; una filosofía de la vida, el arte del movimiento, la manera de
resolver el conflicto, el arte de la pelea, o incluso el camino del
autodesarrollo. Yamaguchi Sensei dijo: “Aikido es trabajo duro”. En cada
respuesta había una pequeña parte de la verdad, pero Sensei quería enfatizar
que la única manera de buscar la respuesta era un entrenamiento intensivo.
Aikido es el lenguaje del cuerpo, no puede ser entendido teóricamente. La
conversación es importante, pero el trabajo es lo más importante. Sin embargo,
no depende solamente del esfuerzo. La cosa no es solamente cansarse, pero, y
tal vez primero que todo, es estar siempre preparado para aceptar algo nuevo.
La concentración constante es necesaria para no repetir los movimientos viejos
y para aprender los nuevos. Usualmente no escuchamos lo que nos dice el maestro
y no observamos lo que nos muestra. Suficiente que escuchamos alguna frase
conocida y el resto lo ajustamos a lo que ya hemos aprendido antes. Descansamos
en los viejos hábitos. Yamaguchi Sensei combatía contra este tipo de actitud la
cual era (es) común entre los aikidoka. Él exigía atención. Constantemente
repetía que uno “en la práctica debería tener el espíritu de un principiante”
(shoshin). Siempre percibía la falta de concentración de los estudiantes. Todos
aquellos presentes en su clase querían ser llamados como uke, ser llamados para
la demostración de una técnica, o más bien a un conjunto de técnicas porque el
maestro rara vez llevaría a cabo una sola técnica. En sus clases en Hombu Dojo
participaban muchas personas y Yamaguchi Sensei tenía dos o tres veces el mismo
uke. Frecuentemente llevaba a cabo las técnicas con Yasuno Sensei, que tenía un
cuarto de su edad. Sin embargo, si alguno dejaba de prestarle atención era
llamado de inmediato por Sensei para ir al frente como uke. Los uke potenciales
estaban casi siempre preparados, pero Yamaguchi Sensei siempre los llamaba en
el momento en el que no estaban preparados. Sus clases estaban llenas de
pasión. Uno no solo tenía que estar atento en la anticipación, sino también en
la práctica. Yamaguchi Sensei no diferenciaba las técnicas, no las analizaba.
Era más bien un proceso, una conversación entre dos compañeros formando un todo,
más que una serie divida en técnicas. Una técnica fluía suavemente en otra. La
técnica previa determinaba la apertura para el inicio de la siguiente. Sensei
no trataba de ser espectacular. La técnica no era para él el objetivo en sí
mismo. Servía de comunicación con el compañero/a. Esto se ejercitaba en un
contacto constante. Cada movimiento en un compañero/a causaba una reacción en
el otro. La conversación no puede ser rota.
Yamaguchi Sensei era muy estricto con sus mejores
estudiantes, les exigía al máximo y tenían que trabajar duro. Podía ser
riguroso con ellos, pero pensaba en su futuro. Relacionado a eso Endo Sensei
comentó que después de diez años de estar practicando Aikido, tuvo una grave
contusión en el hombro derecho. Un día se encontró a Yamaguchi Sensei en un
café, quien le dijo “Has practicado Aikido durante diez años, pero ahora puedes
usar solamente una mano ¿Entonces, que vas a hacer?” Movilizado por esa
pregunta, Endo Sensei comenzó a practicar casi exclusivamente bajo su
dirección. Así comprendió que Yamaguchi Sensei practicaba completamente
diferente a otros maestros, y eso era exactamente lo que más le convenía. El
maestro le dijo “Incluso si no entiendes lo que yo propongo, confía en mí y haz
el sacrificio los próximos diez años”. Diez años parecían una eternidad, pero
Endo Sensei confió en él y su Aikido se transformó por completo.
El lugar más importante donde enseñaba Yamaguchi
sensei, aparte del Hombu Dojo, era el Zoshukan Dojo en Shibuya, Tokyo. Era un
dojo de Kendo por lo que no había tatami; sólo los estudiantes más cercanos
practicaban allí. La falta de tatamis significaba que incluso durante la
práctica del ukemi era necesario mantener una absoluta concentración. Sin
embargo, las técnicas se realizaban a toda velocidad. Había solamente una
desaceleración en las proyecciones. Esto permitía a los uke realizar el
movimiento, parar en el último momento y completar el ukemi normalmente. Esa
forma de trabajar significaba que cada momento del movimiento era esencial, la
concentración no se podía perder incluso ni por un instante. El trabajo duro
realizado en común, produjo profundos lazos. Incluso los más grandes maestros
de Aikido ganaban poco, así que al final del año, los estudiantes más cercanos
de Yamaguchi Sensei recaudaron dinero para él. Éste fue un gesto simbólico,
pero con una dimensión material.
Uno de los resultados del régimen alimenticio de
Yamaguchi Sensei fueron úlceras intestinales. Su médico le recomendó una
operación y afirmó que sería capaz de permanecer activo por otros veinte años.
Sin embargo, Yamaguchi Sensei creía en el orden natural de las cosas. El no
decidía sobre esas medidas radicales. Sentía que iba a poder lidiar con ello.
Supuestamente, en la víspera de su muerte, participó en una demostración de
Aikido siendo atacado por tres ukes. Después de la demostración Sensei tuvo
problemas con la respiración y se sintió mal. Regresó a su casa a pie y allí
murió mientras dormía el 24 de enero de 1996.
Su Aikido, aunque fugaz, tuvo una gran influencia
sobre muchos de los maestros destacados actuales, en este arte marcial. Fue uno
de los pilares del Aikido moderno, aunque no universalmente reconocido. Sus
logros son considerablemente mayores que su popularidad. No conocemos al autor,
aunque a menudo nos familiarizamos con él a través de su trabajo. Después de
todo, sus técnicas parecían imposibles de transmitir… ¿Por qué no murieron
junto con él? Porque dejaron una huella permanente en aquellos que tuvieron la
suerte de entrar en contacto con su arte.