Chiba Sensei: Descubriendo el Cuerpo
(Título original “Chiba Sensei: On discovering the body”,
Traducción: Atziri Servin
Quien piense que
poner más horas en el entrenamiento necesariamente resultará en un mayor logro
para su Aikido, está pensando como un niño. Fundamentalmente, esta actitud materialista
no lleva a ninguna parte sino a un problema sin solución. No importa cuántas horas
de entrenamiento acumulemos, no podemos evitar, día a día, estar más cerca de la
tumba.
Muchos
estudiantes piensan que por medio del entrenamiento pueden volver sus cuerpos sensibles
y controlables, capaces de moverlos como deseen. No niego que un cuerpo sensible
es una parte importante del aprendizaje. Sin embargo, es sólo una parte del
mismo, una parte con relación a un principio más importante, que es el
desarrollo de una actitud introspectiva en la formación, con una mirada seria
hacia la autoexploración. En muchos sentidos, positiva o
negativamente, nuestro cuerpo es el producto de nuestra conciencia y, a fin de
descubrir lo que es, se requiere un estrecho autoexamen dentro de nuestro
entrenamiento. No es útil añadir más y más información, detalles, energía, etc,
externamente y sin fin a lo "demasiado" que ya está ahí.
El
reconocimiento de un desequilibrio, falta de armonía o trastorno dentro de un sistema,
detectado dentro del cuerpo, así como entre el cuerpo y la conciencia, es un
punto de partida para el crecimiento. Se podría caracterizar el desarrollo de
este reconocimiento como una conversación o diálogo que se produce entre el
propio cuerpo y su conciencia. A medida que este diálogo se desarrolla, la
conciencia se vuelve más clara, y uno empieza a percibir el poder natural o
capacidad potencial que, hasta entonces, había estado oculta. En lugar de
añadirle un elemento externo al cuerpo, cambiándolo para adaptarlo a un deseo o
voluntad, uno simplemente ve lo que ya está dentro. Más importante aún, la
conciencia misma -la forma en que el individuo percibe- comienza a cambiar a
medida que se descubre el "verdadero" cuerpo, en comparación con el
cuerpo que uno cambia de acuerdo a la voluntad.
Lo vital, el
único elemento que hace al Aikido lo que es, es que el progreso en este arte avance
en proporción al descubrimiento del poder natural que todo lo que, junto con un
núcleo orgánico o dinámico, ya existe dentro de cada individuo. Este es el verdadero
elemento que ayuda al cuerpo a funcionar en armonía en su conjunto.
Cuando uno sigue
el camino del Aikido, de manera progresiva, con asombro y alegría, se encuentra
con el verdadero yo, oculto, el ‘yo distanciado’ que, con su potencial
inagotable, espera sin ser descubierto por muchas personas que mueren sin saber
que existe.
Este pasaje de
Dogen Zenji, fundador del Soto Zen, toca el tema de mi conversación de esta
mañana de una manera profunda. "La práctica budista a través del cuerpo es
más difícil que la práctica a través de la mente. La comprensión intelectual en
el aprendizaje a través de la mente tiene que estar unida a la práctica a
través de nuestro cuerpo. Esta unidad se llama SHINJUTSUNINTAI', el cuerpo real
del hombre. Es percibir la mente todos los días, a través del mundo de los
fenómenos. Si armonizamos la práctica de la iluminación con el cuerpo, el mundo
entero se verá en su forma verdadera".
Por último, el descubrimiento
del cuerpo verdadero, con su valor y belleza, no ha de estar sujeta a
comparación o discriminación competitiva, más bien debe destacar por propia
cuenta dentro de cada individuo. De ello se desprende como conclusión natural
que el estudio del arte del Aikido es y debe ser no competitivo. Hace algunos
años tuve la suerte de asistir a una conferencia en el Smith College, en
Hampshire, Massachusetts; dada por un Maestro Zen de Vietnam. Durante el
periodo de preguntas y respuestas, una mujer se puso de pie y le preguntó qué
pensaba del sistema de meditación practicada por los cuáqueros. Él le contestó:
“¿Cómo puede compararse la belleza de la flor de cerezo con la de una rosa?”.
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