El Hara, fuerza existencial...
Extraído de "Hara, Centro Vital del Hombre"
Autor K. G. Dürckheim.
Desde el principio
hasta el final de la vida, al hombre le preocupa su permanencia en este mundo.
Quiere mantenerse y
preservarse, lo que se traduce por un constante afán de seguridad y de
estabilidad. Ha de poder, tanto afirmarse e imponerse, como defenderse. Si ha
perdido el contacto con el SER supranatural encarnado en un Ser esencial, o si
no lo ha reencontrado aún, necesita contar únicamente con el mundo en el que
vive, y con las facultades de las que el Yo dispone, para tener la vida en sus
manos.
Pero el hombre que
dispone de Hara, no se fía únicamente del mundo, ni lo apoya todo en las
fuerzas del Yo. Vive una doble experiencia: ha comprendido, primero que las
fuerzas centradas en el Yo y dirigidas por éste, al igual que la conciencia que
él tiene de sí mismo, toman su verdadero origen en otra parte, y no en el Yo y,
luego, que el hombre que se repliega en el terreno del Yo es, en el fondo,
débil e inestable. Está bloqueado el surgimiento de una fuerza mas profunda.
Quien dispone de Hara se sirve, sin duda alguna, de todas las fuerzas naturales
del Yo, pero ha aprendido a no apoyarse únicamente en ellas, y a preservar su
nexo con la otra "dimensión", aquella de donde le vienen las fuerzas
que no dependen de las circunstancias, aquéllas que dan libre curso a las
fuerzas naturales, incluso sobrepasándolas.
El hombre que
dispone de Hara, "está ahí" bien derecho. No es fácil hacer que se
tambalee ni que cambie de opinión (...) Aquel que domina la practica del Hara
es también menos fatigable. Puesto que siempre logra recuperar el nexo con su
centro, le es posible en todo momento abrirse a la segura fuente de las fuerzas
que le renuevan (...)
El maestro de tiro con arco Kenran Umeji tenía por costumbre invitar a
sus alumnos a tocar los músculos de sus brazos cuando tensaba el arco, cosa que
no lograba nadie sino él. Sus alumnos podían entonces comprobar que sus
músculos estaban perfectamente distendidos.
Si cualquiera de ellos expresaba su sorpresa a este respecto, el
maestro se echaba a reír diciendo: "El principiante es el único que trata
de tensar el arco con su fuerza muscular; yo lo hago simplemente con Ki ".
Ki, o sea, con la fuerza universal, de la que participamos en nuestro Ser esencial.
Con el Hara hay que aprender a sentirla, y a dejarla venir, al contrario de
como se hace con la fuerza movida por la voluntad, la fuerza del
"hacer".
El hombre que está
en el Hara sabe también esperar. Cualquiera que sea la situación en la que se
encuentre, da muestras de paciencia y siempre tiene tiempo. Puede observar con
calma, sin sentirse obligado a intervenir si algo le desagrada. Cuanto más haya
avanzado en la práctica del Hara, habiendo aprendido a conocer esta fuerza que
le confiere calma y paciencia, toma antes conciencia de aquellos momentos en
que deja el centro "justo", cayendo bajo el influjo del Yo
egocéntrico. Y, con naturalidad, y sin quererlo, recupera el centro.
El hombre que
dispone de Hara, está en calma. También el Hara ejerce una virtud curativa con
respecto al nerviosismo, bajo cualquier forma que se presente. Desaparece la
agitación, y los ligeros movimientos involuntarios. Se podría decir que en el
cuerpo se produce un reconciliación, una paz interior que no es sinónimo de
falta de vida, sino expresión de una fuerza concentrada en el centro vital,
fuente de seguridad, y una armonía a la vez viva, "vibrante" y
apacible, de ese todo que es el hombre.
Quienes no disponen
del Hara, pierden fácilmente la forma. Enseguida montan en cólera, son de salud
frágil, y ante la adversidad, pierden pronto su porte. Por el contrario, en
aquel que está en el Hara, los motivos de irritación no le prenden, o bien dan
paso a una enérgica reacción que es testimonio de la fuerza que le confiere el
Hara.
Excelente artículo..
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