EL ARTE DEL
AIKIDO
Tomado de http://eb-entrevista.blogspot.com/2009/11/el-arte-del-aikido.html
Licenciado por la
Universidad de Waseda en Tokio y doctor por la Universidad Complutense de
Madrid, Kitaura es un historiador del Arte con especial atracción por la vida y
obra de El Greco. El haber sido discípulo directo de Morihei Ueshiba y de su
hijo Kisshomaru le convierte en uno de los maestros con más historia y carisma
dentro del mundo del Aikido actual y fiel representante y guardian del Aikikai
en España donde viene impartiendo su idea de un Budo basado en el Ki y la
unificación desde el año 1967. Su visita a Gran Canaria nos ha permitido
entrevistarlo.
E.B .Aunque se comprende la dificultad de buscar una definición corta de
un Arte Marcial como el Aikido, ¿podría explicarnos en qué consiste su
práctica?.
Y.K. El Aikido se debe interpretar como una acción
corporal generada por la respiración no corporal del ki. Dos cuerpos nunca pueden ocupar el mismo espacio. Si un sólido
pretende ocupar el mismo lugar de otro se entra en conflicto y en este sentido
no puede existir la unificación ni la armonía. Para evitar este enfrentamiento
uno de los dos debe generar un vacío para que el otro, que empuja, lo ocupe.
Este hecho nos crea una contradicción: si cogemos un objeto con nuestra mano
entramos en una dualidad, podríamos decir “esto nos pertenece”, aún sabiendo
que no forma parte de nosotros. En la
medida en que apretamos reafirmamos esa separación, tomamos consciencia
de que lo que tenemos en nuestro interior es diferente a nosotros.
Nuestra mente
reacciona con este mismo criterio ya que nos reafirmamos en la misma medida que reconocemos nuestra diferencia.
Podemos unirnos a los demás en el plano emocional o ideológico, dos amantes o
dos jugadores del mismo equipo que se abrazan después del triunfo, pero esta
relación sigue siendo irreal, ambos continúan siendo dos personas con un
sentimiento de unión. Esto es aún más drástico en el plano visual donde sí
percibimos una evidente separación con lo que nos rodea así como la distancia
que nos aleja. Para vencer esta dualidad el Aikido emplea el Ki como elemento de unificación. Yo soy Ki y
tu eres Ki y en este sentido sí formamos parte del mismo todo rompiendo las
barreras físicas. Conseguimos entonces una “respiración de Ki unificado” que
podemos trabajar de una forma muy precisa. Gracias a este concepto podemos
superar la distancia física que nos separa de nuestro entorno. Sin duda estamos
hablando del concepto de integración con todo el universo proclamado por Ueshiba y de trabajar el Aikido con
esta intención.
Hoy día compartimos
un mundo mucho más complejo y extenso del vivido por Ueshiba, nuestra vida se
ha complicado y hablar en esta época de
unificación con el universo es muy difícil. Aún así esta idea sigue
vigente y a través del Aikido debemos continuar buscando la unión entre el Hara, como centro del ser, y el Ki. Si
te cogen la mano no debes establecer simplemente un contacto físico y dual sino
una comunicación en ambas direcciones, cualquier ataque o acción, cualquier
técnica, hay que elaborarla en este sentido, dirigiendo y conectando ambos
centros. Las sensaciones que solemos experimentar en nuestra práctica son difíciles
de entender fuera de ella, en nuestra vida y relaciones cotidianas. Tenemos que
aceptar plenamente al otro y no
culminar una técnica sin antes haber unificado nuestro centro con el del
compañero, si no partimos de esta base
sólo estaremos subrayando el yo. Hay que distinguir claramente entre
potenciar el Hara o potenciar el yo. En definitiva, creo que debemos heredar
esos valores dejados por el fundador del Aikido.
“Debemos huir del peligro de intelectualizar el arte y así olvidarnos de
su verdadero contenido”
E.B. Lejos de heredar esos valores, ¿no se está convirtiendo el Aikido
en una coreografía donde la importancia de la forma y la obsesión por la
perfección de la técnica restan tiempo y dedicación en el dojo a la práctica de
principios fundamentales de este arte?
Y.K. Los detalles aislados son difícilmente
inteligibles por eso la práctica tiene realmente sentido sólo cuando entendemos
su principio, su verdadero significado. No se trata de repetir hasta la
saciedad una serie de clichés y en determinado momento sentirte ya un gran
maestro. La obsesión por acumular experiencias y conocimientos a base de
repetición puede llevarnos a la creación de hábitos y muchas veces a una
concepción errónea imposible de superar. Desde luego que es importante la
práctica pero manteniéndose alerta para no generar hábitos. Cualquier acto
humano debe ir encaminado a entender lo que se hace, evitando así caer en
actitudes pedantes centradas en la forma y no en el fondo. Debemos huir del
peligro de intelectualizar el arte olvidándonos de su verdadero contenido. Creo
que la discreción y una actitud básica de modestia deben acompañarnos en
cualquier actividad.
“Hay que distinguir entre potenciar el hara y potenciar el ego”
E.B. Posiblemente sea esta el Arte Marcial con más escisiones y
enfrentamientos. Todos los días parecen surgir en todo el mundo nuevas
asociaciones, federaciones o grupos que se arrogan la representación real de
las ideas defendidas por Ueshiba o maestros que gracias a unos ukes
maravillosos consiguen, con cada movimiento, retar la ley de la gravedad. En
definitiva, la exaltación del ego se ha convertido en un mal habitual de muchos
de los actuales instructores de este Budo. ¿Qué consecuencias puede tener esta
constante diversificación en una actividad que nace y se basa en criterios de
armonía y unificación?.
Y.K. Antiguamente el alumno abandonaba la pretensión
de entender y comenzaba su labor desde la humildad, limpiando el suelo o
haciendo labores para el dojo para al cabo de muchos años comenzar a asimilar
el verdadero conocimiento de esa forma se lograba conectar con los auténticos
principios del Aikido, dejando a un lado cualquier tentación de alimentar el
ego. Hoy día el proceso de aprendizaje no sigue estas pautas y el abandono de la modestia y la humildad en
la práctica puede traer consecuencias.
El nombre del Aikido
abarca toda esta diversidad al igual que un campo lleno de flores diferentes
que florecen en distintos momentos cada una a su manera, pero ¿Dónde está el
verdadero Aikido?. Para que el arte se mantenga con vida en el futuro este
estado no debe eternizarse, muchos valores que hoy alimentan las ilusiones de
los aikidokas probablemente no tengan nada que ver con el origen de esta
disciplina tal y como puede ser la necesidad de practicar formas de control
sobre otras personas. Ese instinto primitivo de dominio que experimentamos a
través de técnicas como sankyo o nikyo, de alguna forma satisface sólo a
nuestro ego por lo que pensar únicamente en ello reduce al mínimo los valores
reales del Aikido. Hay que tener especial cuidado con esta forma de enaltecer
el ego. Las sensaciones que solemos experimentar en nuestra práctica son
difíciles de entender fuera de ella, en nuestra vida y relaciones cotidianas.
Por otro lado, aunque
este hecho separador se pueda entender como algo negativo, si funciona bien
puede llegar a valorarse positivamente. Esa diversidad o ese egocentrismo es,
como en el mundo del arte, una manifestación donde cada individuo puede
expresarse a través de la creación. Gracias a este proceso diversificador la
forma ya no es simplemente una copia o cliché de la de nuestro maestro sino que
se va enriqueciendo cada vez más con la transmisión del conocimiento. Lo que
sucede es que a veces las variaciones son mínimas y, lo que es peor, a veces
nos dedicamos a transmitir y acrecentar errores aprendidos haciendo que el
camino se transforme de nuevo en una gran exaltación del ego debilitando los
verdaderos principios de este budo y convirtiéndolo finalmente en una especie
de chapuza fantástica.
No nos olvidemos que la experiencia acumulada, cuando es errónea,
crea un hábito muy difícil de erradicar. Hay que dejar madurar al Aikido y que de esta forma llegue a expresar su
propia personalidad, su propio estilo. Entendido de forma correcta y
positiva, este arte debe ser la manifestación de la persona, integrada en una
raíz común y originada en el mensaje de Ueshiba. Para que esto sea así, cada
enseñanza, cada maestro, cada alumno debe incidir en aquello que les une, que
les comunica. Una indagación constante que no deja de estar en manos de cada
practicante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario