EL AIKIDO Y EL IDEAL
SAMURAI
Por Cuauhtémoc Sotelo
Rosas. Aikikai Cuernavaca.
México. Shodan de
Aikido.
Tomado de:
http://samuraibushi.simplesite.com/418688863
Desde el tipo de
vestimenta o uniforme (keikogi y hakama) que se usa para entrenar Aikido, tácitamente
se da a entender la identificación del arte marcial con la cosmogonía samurái:
las solapas de la chaqueta se cruzan montando la izquierda sobre la derecha.
Tradicionalmente sólo se hacía a la inversa en las mujeres y en los difuntos.
Este motivo es absolutamente pragmático: tradicionalmente los samuráis llevaban
la espada (katana) en el lado izquierdo, por lo que si la solapa derecha de la
chaqueta estuviera sobre la izquierda, existiría la posibilidad de que la
empuñadura de la katana se enganchara con la solapa del traje al desenvainar,
lo cual podría significar la muerte ante un adversario rápido. Por otro lado,
cubrir la solapa derecha permitía esconder en la chaqueta un cuchillo (tanto),
pudiendo desenvainarse rápidamente al introducir la mano derecha bajo ésta.
En lo que respecta a la
hakama, debe decirse que en la época feudal japonesa sólo podían vestirla los
nobles de la corte y los samuráis de alto rango.
Conviene recordar que
el aikido es un arte marcial con profundas raíces y fundamentos históricos,
filosóficos, éticos y, si se quiere espirituales, pero con todo y eso no es un
yoga, ni un tai-chi, ni una contemplación, ya que de otra forma se llamaría
así, tendría cualquiera de esos nombres. El Aikido es un arte marcial completo
y autónomo, que también es deudor, heredero y continuador de distintas
disciplinas marciales provenientes tanto de la antigüedad como de la historia
moderna de Japón, todas ellas relacionadas inextricablemente con la casta de
los samuráis. De ahí que el uniforme o vestimenta que se usa para practicarlo,
se relacione práctica e históricamente con esos guerreros legendarios. De otro
modo, para efectos también prácticos -si el Aikido no se relacionara ni se
quisiera que se relacionase con los antiguos samuráis-, podría usarse cualquier
otro tipo de vestimenta como vemos en distintas disciplinas de contacto
deportivas o diferentes artes marciales de competición.
“Por eso –dice Nobuyoshi TAMURA en su libro “Aikido. Etiqueta y
transmisión”-, en el Aikido para la
práctica (keiko) se lleva un keikogi (pantalón y chaqueta) sin ninguna prenda
interior (las mujeres, no obstante, llevan una camiseta). Después de haberse
atado el cinturón de ejercicio (keiko-obi) se pone el hakama de ejercicio
(keikohakama).”
“Este
conjunto es la adaptación práctica de la vestimenta que antaño llevaban de
forma cotidiana los samuráis. Presenta las siguientes ventajas: comodidad, no
entorpece los movimientos; solidez, y buena absorción del sudor.”
“El aspecto más notable es que, si el conjunto se lleva correctamente,
la actitud se ve mejorada, consolidando en consecuencia lo mental.”
“Si
nos incorporamos a los boy-scouts llevaremos uniforme, si nos incorporamos al
ejército antes de todo nos pondremos el uniforme, lo que provoca de forma
natural una sensación de pertenencia. Lo mismo ocurre en el aikido; el hecho de
vestir el conjunto indumentario tradicional de los samuráis permite al aikidoka
dirigirse a la práctica con el cuerpo y el espíritu unificados desde el
principio del ejercicio.”
NOBUYOSHI, Tamura. “Aikido. Etiqueta y
transmisión”, pág. 122.
La actitud, lo mental,
el cuerpo y el espíritu “unificados” desde el principio, son los signos de
pertenencia –en lo que a la vestimenta se refiere- a la idea samurái en el
Aikido. La vestimenta del aikidoka emula, con intención llena de respeto, el esprit de corps samurái en el Aikido.
Y qué decir del
conjunto de técnicas del que se compone la enseñanza del Aikido, tanto cuando
se enseñan las técnicas a mano vacía, como cuando se practica con las herramientas
y armas que se conocen, sirviendo solo de ejemplo histórico aquellas que le
permitían al samurái no ser desarmado ni inmovilizado en un ataque sorpresivo o
verdaderamente cercano en los caminos, cuyo ataque tuviera como fin evitar que
desenvainara. Las técnicas de Aikido, creadas y modificadas por O Sensei para
no ser letales, guardan en su forma la simiente del combate samurái.
El protocolo y la
etiqueta que los practicantes de Aikido guardamos en nuestros entrenamientos,
en la manera en que ahí nos relacionamos con nuestros compañeros y con nuestro
sensei, o en la manera en que reverenciamos y practicamos la etiqueta y usamos
el bokken, el tanto y la katana. Todo, nos evoca la disciplina y los rituales
de los samuráis.
Quizás el ideal samurái
sea una cosa aspiracional en el Aikido, una búsqueda axiológica, digno de
emularse en su profundo trasfondo ético, como hombres y mujeres de su tiempo:
de honor, de coraje, de rectitud, de benevolencia y de lealtad.
Así, el bushido fue
redactado, entre otros, por Tsuramoto Tashiro, que recogió las reglas escritas
del monje samurái Yamamoto Tsunetomo, samurái famoso por la recopilación de la
tradición guerrera japonesa en el hagakure. En el bushido encontramos elementos
procedentes del zen y del sintoísmo. La formación del samurái era el resultado
de varios componentes religiosos, filosóficos y sociales. Será el budismo zen
el que vuelva el espíritu samurái fuerte como su espada. El samurái debía
demostrar impasibilidad y autocontrol en cualesquiera circunstancias, y para
esto se entrenaba durante años. Gracias al zen samurái llegaba a adquirir un
dominio absoluto de sí mismo en casi cualquier situación. El samurái tenía que
poseer sentido del deber, resolución, generosidad, firmeza de ánimo,
magnanimidad y humanidad.
El bushido posee
influencias de cinco corrientes distintas: el confucionismo chino que hace
culto a los antepasados y tiene como grandes virtudes la lealtad y la justicia,
esta corriente busca la superioridad moral y la búsqueda del conocimiento. El
taoísmo de Lao Tsé y su Tao Te Ching donde el objetivo primordial es alcanzar
la inmortalidad buscando la armonía de las energías yin y yang que conforman el
Tao. El budismo que trasciende la muerte y brinda al guerrero un estado de
armonía absoluta. El zen que aporta características guerreras y valor al
samurái. El sintoísmo que brinda valores éticos y lealtad con el soberano de
forma tradicional. En esta corriente el samurái encuentra su pureza que entre
otras cosas no le permite pensar en la traición.
Si bien el Bushido es
un código muy estricto en cuanto a valores y reglas a seguir, aportaba a los
guerreros una gran disciplina que convirtió a los samuráis en ejemplos no
solamente en el campo de batalla sino en la sociedad japonesa.
“Ya
fuera en tiempo de guerra o de paz –dice Carol GASKIN-, un samurái intentaba
encontrar la paz dentro de sí mismo a través de la meditación. Con frecuencia,
buscaba la tranquilidad de su jardín o de su casa de té privada situada en el
mismo. Los jardines de los samuráis eran obras de arte diseñadas con flores y
árboles, contrastes de luces y sombras, estanques de agua, o simplemente arena
y rocas, todo ello en un esfuerzo por representar verdades acerca de la
naturaleza de la vida.”
GASKIN Carol y Vince
HAWKINS, “Breve historia de los samuráis”, Ed. Nowtilus, Madrid, 2005, págs.
46-47.
A pesar de que el
Bushido era un código seguido por guerreros que eran entrenados para matar
también les daba una faceta humana que tenía como pilares la nobleza, la
humanidad y un amplio sentido de la justicia. El samurái no mataba en vano ni
tampoco hacía alardes de sus habilidades como guerrero. La honradez y humildad
frente a los demás causaban admiración y no temor.
Los ciudadanos comunes
sabían que los samuráis eran capaces de matar, pero en general no se permitían
abusar de su poder, precisamente por estar sujetos a las estrictas reglas
emanadas del Bushido, que prescribía conductas ejemplares para hombres –y
mujeres de la misma casta y linaje-.
El Bushido posee siete
reglas o virtudes que lo definen: Justicia -Rectitud (Gi) donde se busca ser
justo y honrado, en la justicia no hay términos medios, las cosas son correctas
o incorrectas. Coraje (Yuu) es tener valor, ser arriesgado, no tener miedo y
actuar con inteligencia, respeto, fuerza y precaución. Benevolencia (Jin) es
sentir compasión, ayudar a los demás en cualquier oportunidad, utilizar las
habilidades adquiridas para ser útil a otras personas. Respeto (Rei) ser cortés
aún con los enemigos, ser digno del respeto y no imponerse por la fuerza, jamás
ser crueles o despiadados y recordar que el respeto es un valor que nos
diferencia de las bestias. Honestidad (Makoto) ser sincero ante todo, tener
valor en la palabra y en los hechos, hablar y hacer debe ser lo mismo, cumplir
siempre las promesas aun cuando la vida está en juego. Honor (Meiyo) esta
virtud es siempre juzgada por uno mismo, el conocimiento profundo del propio
ser es el más claro reflejo de la realidad, el samurái sabía que nunca podía
engañarse y evadir la realidad. Lealtad (Chuu) responsabilidad total por
aquellos bajo su cuidado, el samurái es fiel ante todo e incapaz de traicionar,
daba la vida por sus protegidos sin pensarlo dos veces.
El Bushido es un código
muy noble, con ideales muy humanos que le brindan al guerrero la posibilidad de
darse cuenta de que a pesar de haber sido entrenado para matar, se debe
respetar y honrar la vida humana y la vida de todos los seres vivos, guardando
el sentido de su responsabilidad social para con los demás, aún con sus
enemigos. Aun cuando el samurái siempre estaba preparado para la muerte y la
aceptaba con resignación estoica, tampoco mataba por placer, ya que estaba
seguro de sus habilidades guerreras y no sentía necesidad de demostrarlas. Su
mente estaba en paz, normalmente quieta, y su espíritu se enriquecía con los
valores del Bushido.
Esta filosofía ha
trascendido con el paso de los años y acompaña a muchas artes marciales
japonesas tradicionales como por ejemplo el Kendo y el Aikido. Pero es
indudable que los mayores seguidores del Bushido fueron los samuráis que no
solamente respetaron el Bushido sino que vivieron a través del mismo.
Bushi no ichi-gon o
"la palabra de un samurái" trasciende a un mero pacto de confianza y
completa fe. Cuando un samurái daba su palabra era su propia vida lo que ponía
como garantía, razón por la cual ningún pacto, tarea o misión de un samurái fue
jamás recogida por escrito. El samurái también necesitaba un completo
auto-control y estoicismo para ser totalmente honroso. No debían mostrar en
público signos de dolor o alegría. Soporta todo interiormente, ya que tiene
prohibido gemir ni llorar. Siempre mostraba un comportamiento calmado y una
compostura mental que hacían que ninguna pasión de ningún tipo debería
interponerse.
“Jorge
Luis Borges glosa la historia de los cuarenta y siete samuráis relatada por
Algernon Freeman-Mitford en sus viajes al Japón decimonónico. Lo que rescata
Borges después de haber expuesto la esencia del relato de lo que el propio
narrador argentino llama “la historia de los cuarenta y siete hombres leales”,
es una conclusión de orden ético. Borges dice que la historia de los samuráis
que vengaron la muerte de su amo contra la humillación en manos de Kotsuké no
Suké, “no tiene final, porque los otros hombres, que no somos leales tal vez,
pero que nunca perderemos del todo la esperanza de serlo, seguiremos
honrándolos con palabras”. Este no es un detalle menor cuando pensamos en una
cultura como la japonesa, en especial porque lo que remarca Borges no es sólo
el tema de rendir culto a la memoria de un amo al que se le debe lealtad, es
también el doble compromiso con uno mismo –el samurái debe ante todo cumplir
con su propia ley- así como con el compromiso con lo que se debe hacer en
términos sociales, vale decir, una conducta frente a los demás.”
FREEMAN-MITFORD
Algernon, “El mundo del samurái”, ladosur ediciones, Buenos Aires, 2006, pág.
12.