Aikido, conciencia de tu fuerza y liderazgo
Tomado de; http://neuromanagement6.com/aikido-conciencia-de-tu-fuerza-y-liderazgo/
Cada vez que nos hacemos más
conscientes en el camino de liderar, guiar, aportar luz, inspirar y servir a
los demás estamos dando un paso en nuestro propio camino de desarrollo y
transformación.
En este post quiero profundizar en las
conexiones y aprendizajes que se pueden hacer poniendo en práctica las
enseñanzas del AIKIDO con el desarrollo del liderazgo y, compartir
específicamente, mis aprendizajes aplicables en el campo del auto-liderazgo.
Llevo 20 años en el mundo del desarrollo de
personas y organizaciones, unos 5 años cuando fui consciente de lo que
significa el mundo VUCA y 1 año en la
práctica del AIKIDO y, me he dado cuenta de las grandes posibilidades que
ofrece su filosofía y la forma de interactuar con lo que nos rodea. Un
aprendizaje fundamental que quiero compartir está relacionado con la conciencia
de tu fuerza. [VUCA. Las siglas responden al acrónimo de volatilidad
(volatility), incertidumbre (uncertainty), complejidad (complexity) y
ambigüedad (ambiguity)].
En nuestro contexto vital actual acentuado por
el mundo VUCA, vivimos marcados por las prisas, la inmediatez, el “no
llego a nada o no llego a todo…” y una continua exposición a las interrupciones
por el exceso de información en todo tipo de formatos. Toda esta manera de
vivir cortoplacista y en el “ASAP” forma el caldo de cultivo perfecto para
estar cada día más alejados de tener el espacio y el tiempo para desarrollar un
cerebro balanceado que nos permita conectarnos más con nosotros mismos
para seguir desarrollando nuestra conciencia.
El primer aprendizaje de mi auto-liderazgo
relacionado con mi práctica del AIKIDO es tener un punto de referencia real
sobre cuál es la “conciencia de mi fuerza”. Cuando estoy realizando
algunas de las técnicas básicas, a veces mi Sensei (Maestro) me dice: “cuidado
Javier, sin romperle la mano…” y de verdad, siempre pienso: “claro,
claro, por supuesto, ya lo sé…” y luego me digo: “si estoy relajado…”. Uno
mismo puede creer o pensar que está haciendo bien o muy bien una técnica pero
no te ves a ti mismo por lo que hay un área de información ciega para mí y
visible para el resto (mi compañero directo, los demás y el Sensei) que me
estaría perdiendo sino la tengo en consideración.
Si bien es muy cierto que lo importante de
conocer esta información es para incorporar nuevos aprendizajes que me permitan
mejorar mi técnica en el AIKIDO; para mí lo más importante de este tipo de
comentarios o feedback que me hacen es que son una ventana de información para
saber “cómo estoy yo por dentro” y el “tipo de impacto” no consciente que estoy
transmitiendo; porque podemos estar generando una situación con consecuencias
no deseadas tanto para uno mismo como para la otra parte. Insisto que creo
necesario hacernos conscientes del impacto no solo de nuestra acción
(comportamiento específico) y además de nuestra intención (sobre todo si es
inconsciente).
Mi “impacto” hacia los demás es que “les puedo
hacer daño debido a la intensidad física” con la que hago las técnicas aunque
yo crea que estoy “calmado y presente” haciéndolas y que mi intención es
honesta. Esto me permite una mayor capacidad de autorregulación y constatar
otro aprendizaje muy importante en el desarrollo del liderazgo personal o
auto-liderazgo y que desde mi punto de vista podemos llamarlo MAESTRÏA y, por
ello, para crecer en la misma se necesitan muchas horas de entrenamiento y
perfeccionamiento para realmente incorporar, alinear e integrar plenamente
cabeza, corazón y cuerpo.
Volviendo al ejemplo, cuando pienso que tengo
dominada una técnica pero mi cuerpo está impactando de otra manera a la
esperada en mi compañero ya me está informando de mi “estado interno” y de que
hay un desajuste entre mi impacto e intención. Aquí es donde está la
oportunidad para dar tiempo al autoconocimiento y al feedback que nos dan desde
fuera y aprovechar la oportunidad de aprender, mejorar y cambiar un poquito más.
Ese comportamiento habitual que genera un impacto es lo que se conoce por mis
hábitos o patrones (tanto de conducta como de pensamiento) y que salen de mí
mismo en automático.
La neurociencia nos dice que uno de los patrones
básicos de funcionamiento de nuestro cerebro es la supervivencia y, en relación
con esto, todo aquello que active una potencial amenaza, seguramente,
además me suponga un gasto extra de energía; por ello, mi cerebro de
forma inconsciente y en automático lo va a sabotear porque actúa desde esa
energía relacionada con lo que quiere evitar. Por ejemplo: en la práctica del
AIKIDO y he comentado antes una situación en la cual me están dando un feedback
específico sobre mi impacto y si, inconscientemente, “no quiero mostrarme
vulnerable por reconocer no saber hacer con la maestría suficiente una
determinada técnica que llevo más de un año practicando….”. ¿Os suena que
esto ocurre todos los días en el liderazgo de personas? o que “no nos
atrevemos a preguntar una duda haciendo que controlo o domino algo por buscar
la aprobación externa…”; ¿Cuántas veces en reuniones de trabajo o
personales hemos callado debido a este condicionamiento?.
En estos ejemplos estaríamos liderándonos desde
un cerebro reactivo, donde la energía que impera es la “urgencia” por
actuar y resolver lo que sea de la manera más rápida posible porque estamos
dominados por la amígdala (el guardián de nuestro cerebro emocional) y la
tensión derivada del miedo o de la amenaza o de ambos que representa esa
situación. El grado de tensión interna en el cuerpo y de agitación muscular más
un neurotransmisor llamado cortisol, aceleran aún más este estado.
Y al mismo tiempo, si mi cerebro ve la
recompensa que supone el auto-conocimiento de trabajarse y ampliar nuestra
conciencia sobre nosotros mismos también lo va a permitir y potenciar. En este
punto estaríamos liderándonos desde un cerebro creativo, en el que ya
estamos incluyendo al reactivo y aunque tengamos el detonante de la reactividad
a punto de boicotearnos (ese hábito o patrón habitual antes comentado) nuestro
cerebro también activa nuestro circuito de recompensa cuando estamos actuando
desde el ser, desde la plena presencia y la conexión apasionada con lo que nos
da sentido de vivir. Por contrario, el grado de tensión muscular es diferente y
estimulante, derivados de la sensación de bienestar, de cierta euforia y
recompensa que producen neurotransmisores como la dopamina o la serotonina y
que nos alejan de nuestro juez interno y esto nos permiten estar en un grado de
presencia plena realizando las técnicas con maestría.
Esto es lo que trabajaba mucho el fundador del
AIKIDO, Morihei Ueshiba, que en japonés se llama el sumi-kiri (la
claridad de mente y cuerpo). Por ello, “Morihei nunca atacaba, pues
esto significaría haber perdido el control… El estado de la mente del aikidoka
debe ser pacífico y en armonía, no violento…”
En este sentido quiero compartir una vieja
historia de un “aprendiz eficiente” que quería estudiar artes marciales, y es
la siguiente:
“Un joven muchacho viajó a través de Japón hacia
la Escuela de un famoso artista marcial. Cuando llegó al Dojo le fue dada una
audiencia por el Sensei y le preguntó al
maestro: ¿Qué esperas de mí?.
“Espero ser su estudiante y convertirme en el
mejor karateca de la isla” y el joven le replicó: ¿Cuánto tiempo debo estudiar?.
“Diez años como mínimo” el maestro contestó.
¡Diez años es mucho tiempo…¡ dijo el muchacho.
¿Qué hay si estudio el doble de duro que el resto de los otros alumnos?
“Veinte años” replicó el maestro.
¡Veinte años! ¿Qué hay si practico día y noche
con todo mi esfuerzo?
“Treinta años”, fue la respuesta del maestro.
¿Cómo es que cada vez que digo que trabajaré más
duro, Usted me dice que me llevará más tiempo?” el joven preguntó.
“La respuesta es clara. Cuando un ojo apunta a
un objetivo, solo queda un ojo libre con el cual hallar el camino.”
Cuando conocí esta historia me preguntaba: ¿cuántas
veces habré corrido más de lo necesario para lograr antes mis objetivos? En
mi experiencia personal, esa “forma de correr” estaba muy ligada a principios,
valores y directrices que me han enseñado (imposición continua, ritmo
acelerado, echar horas hasta las tantas, muy poca tolerancia al error propio y
ajeno, contundencia y poca compasión, hacer antes que ser, tarea antes que
personas, normas antes que cercanía…) y que he visto reflejados tanto en el
mundo de la empresa como en casa, en el colegio, la universidad o en el deporte
y que casi siempre impactaba en otros de una forma no deseada… y, además, uno
cree que lo está haciendo bien, de la manera correcta y que se espera porque es
la cultura que hemos vivido.
Por todo ello, desde mi punto de vista, todos
tenemos experiencias para poder auto-observarnos y empezar a destilar esos
hábitos para adquirir nuevos aprendizajes; y tenemos al menos dos maneras de
aplicar esta filosofía: trabajar continuamente la capacidad de auto
observación desapegada de evaluaciones y juicios previos y estar abierto de
forma permanente a los feedback de los demás de forma curiosa, humilde y
auténtica apreciando la sutil evolución de tu maestría cada día.