Leyenda: HIMIKO, LA SAMURÁI QUE CONQUISTÓ
COREA
Fuentes: “Los mitos de Japón.
Entre la historia y la leyenda”,
Carlos Rubio,“Religiones de
Japón” – Yusa Michiko
La palabra “samurái” generalmente se utiliza para
designar una gran variedad de guerreros del antiguo Japón Feudal. Tal era la
fuerza de este sector de la población, que desde el siglo X hasta el siglo XII
detentaron el poder. Sin embargo, “samurái” quiere decir literalmente
“el que sirve” y durante siglos, eso fue lo que hicieron. Eran
guerreros diestros en el arte de la lucha, y muchos de ellos contaban con hijas
o hermanas que también eran entrenadas en este arte. Su función era la de
proteger el hogar, el honor y la familia en tiempos de guerra, y para ello
utilizaban principalmente la naginata, un arma de asta que contiene
una hoja curva en uno de sus extremos. Algunas de estas mujeres pasaron a los
anales de la historia por sus hazañas y su fortaleza. Estas figuras eran
conocidas como “Onna Bugeisha” (mujer samurái). Su número es escaso,
pero tales eran sus proezas que muchas de ellas se convirtieron en leyenda.
Probablemente, de
este reducido grupo la más famosa sea la Emperatriz Okinaga,
conocida póstumamente como la Emperatriz
Consorte Jingū e identificada comúnmente con la reina Himiko o Pimiko de las crónicas chinas. Fue la mujer del Emperador
Chūai y tras su muerte en
209, ocupó el puesto de regente y líder hasta que su hijo accedió al trono en
269. Numerosas son las leyendas en torno a esta mujer. Las crónicas chinas la
describen como una reina chamánica, ocupada en la brujería y que hechizaba a
las gentes. Así mismo, estos textos relatan las relaciones tributarias que el
reino de Cao Wei mantuvo con el reino de Himiko. Según la leyenda
recogida en el Kojiki y el Nihonshoki., los dioses hablaron
con la Emperatriz Okinaga para que liderara un ejército con el fin de invadir
el reino del Oeste (identificado como el Reino de Silla en el suroeste
de Corea). Siguiendo las indicaciones del oráculo, se dirigió a la bahía de
Kashihi, en Kiushu, se desató el cabello y se bañó en el agua del mar.
Inmediatamente, su pelo se dividió en dos partes iguales. Después, se lo
recogió en dos moños, adoptando el aspecto de un guerrero. Tras este hecho, se
dirigió a sus ministros dando órdenes para reunir un gran ejército que ella
misma capitanearía adoptando el aspecto de un hombre.
Una
vez reunido el ejército, la soberana se preparó para la batalla. Al estar
embarazada y a punto de dar a luz, la soberana tomó unas piedras y las puso en
la cintura de su vestido, con el fin de retrasar el parto. Sin duda, el truco
de las piedras funcionó considerando que la campaña duró tres años, y la
emperatriz no daría a luz hasta después de la misma. En el primer mes de
invierno, la flota zarpó desde la isla de Tsushima, próxima a la de Kiushu,
hacia el reino de Silla. Atemorizado ante la llegada de tal potencia naval y
armamentística, el rey de Silla decidió preparar una bandera blanca y mostrarse
ante los conquistadores con las manos atadas a la espalda como gesto de
sumisión.
Los historiadores rechazan esta leyenda alegando que se trata de una
invención para justificar el período interregno durante su regencia. Sin
embargo, las fuentes japonesas sí que describen a una soberana íntimamente
ligada a la diosa Amaterasu, que desempeñaba todas las funciones
sacerdotales y con grandes dotes para la guerra. Aunque el nombre de Himiko o
Pimiko no aparece en las fuentes niponas, la correspondencia en cronología y
descripción de la misma en las fuentes chinas, parece establecer un claro
paralelismo entre ambas figuras. Además, su traducción literal, “hija del
sol”, la relacionan claramente con Amaterasu, de cuyo templo sería suma
sacerdotisa, elevándola a la categoría de deidad.
La verdadera identidad de Himiko sigue siendo un misterio. En
2009, científicos japoneses descubrieron lo que parecía ser su tumba cerca de
Nara. Sin embargo sus resultados no fueron concluyentes. De momento, nos toca
fantasear con una de las grandes mujeres samurái. La mujer que conquistó
Corea.
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