Por Yesid Sierra
Instructor a cargo
Aikido México Kihon Dojo
Tomado de http://kihon-dojo.blogspot.com
Cortesía
Howard Yanes
Alguna vez escuché decir a Sugano Sensei que el Aikido era un arte muy espiritual pero que cada quien debía buscar eso por su propia cuenta y con la práctica. Que de eso él no hablaba, entre otras cosas por respeto a las diferentes creencias, religiones y demás. Llevo un buen tiempo yendo al tatami día tras días y encuentro fascinante lo orgánico de este Arte, lo bello, lo efectivo, lo evolucionado. Seguro que si no hubiera “algo más” ya me hubiera cansado. Pienso que ese “algo más” es cierto camino de desarrollo mental, espiritual, personal….o como lo quieran llamar. Pero sin duda el Aikido me da ese “algo más”. Eso que me pone muy, muy feliz, en muchas ocasiones cuando lo hago; eso que de repente me hace caer en cuenta de algo de mi persona; eso que algunas veces me hace sentir muy vulnerable y eso que a veces me hace sentir poderoso…ja ja ja. Siempre lo he dicho, en muchas ocasiones, Aikido es un laboratorio de vida para mí. En el tatami trato de entenderME. Eso es simplemente maravilloso, encontrar la oportunidad de hacer algo con tu cuerpo que ayuda a entenderte como persona.
Y aunque sólo
quería hacer una pequeña introducción a un texto que me encontré en Internet,
ya me extendí mucho. Va el texto tomado de una web de Aiki (http://www.buckscountyaikido.com/aikido-blog.item.48/making-shoes.html).
Se llama “Haciendo Zapatos”, se refiere a la espiritualidad y me recuerda lo
que un día Sugano Sensei mencionó. Sin más preámbulo.
Haciendo
Zapatos
“Alguien me contó una vez que en Francia en la época medieval, si tu querías hacer una especie de viaje espiritual, y tenías suerte, podrías conocer a alguien que quisiera recomendarte a un maestro. Al ir con él, preguntaría: "¿Qué es lo que quieres hacer?".
Tu dirías:
"Bueno, yo quiero ser un zapatero." Él respondería: "Hay un
zapatero maravilloso en Lyon, quien es alguien muy espiritual. Te voy a enviar
a aprender con él. La única regla es que nunca se debe hablar de lo espiritual
con él."
Tú trabajas, ayudas
y sirves al maestro como aprendiz durante varios años, y llegas a aprender
realmente cómo hacer zapatos. Entonces él dice: "Realmente ya sabes cómo
hacer un buen calzado. Ahora hay una vacante en una sociedad de Dijon con un
hombre muy especial que hace zapatos. Puedo recomendarte a la asociación, pero
nunca deberás hablar de lo espiritual con él. Sólo deberás ocuparte de fabricar
calzado muy hermoso."
Y así tu vas a
Dijon y trabajas durante muchos años, y poco antes de tu muerte, el anciano te
dice: "Bueno, pronto el negocio será tuyo. Te has convertido en un
excelente zapatero. Ahora, uno de estos días, alguien más joven querrá venir a
aprender algo espiritual de ti. “Sólo muéstrale como fabricar zapatos.”
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