Etiqueta y disciplina
Tomado del libro Aikido, etiqueta
y transmisión. Nobuyoshi Tamura
En Japón, decimos que el principio y el fin del budo están el rei. Los
instintos combativos y agresivos se exacerban si se dejan libres durante la práctica
del combate.
Para dirigir una tropa animada por estos instintos agresivos sin que ésta
tienda a la desintegración han resultado ser necesarias unas reglas. La
etiqueta y la disciplina, probablemente nacidas a partir de esta necesidad,
permiten el funcionamiento armonioso de esas reglas. El combate desprovisto de
reglas y ética procede del mundo animal, y no procede en cambio del budo.
El bugei (las técnicas de la
guerra) y bujutsu no son más que los
medios de la guerra.
Rei se traduce simplemente por el saludo.
Sin embargo, rei engloba las
nociones de educación, cortesía, jerarquía, respeto, gratitud. Reigi (la etiqueta) es la expresión del
respeto mutuo en el interior de una sociedad. También se puede entender como el
medio para conocer la propia posición frente al otro.
El carácter rei se compone de dos
elementos: shimesu y yutaka.
Shimesu: el espíritu divino descendido para habitar el altar.
Yutaka: la montaña y el cuenco de ofrenda de madera que contiene el alimento:
dos espigas de arroz, el recipiente desbordado de alimento, la abundancia. Estos
dos elementos reunidos transmiten la idea de un altar provisto de ofrendas,
alimentos, ante el que se espera el descenso de lo divino…la celebración.
Gi: el hombre y el orden. Designa lo que es el orden
y constituye un modelo. Reigi, por lo
tanto, en el origen, es lo que gobierna la celebración de lo sagrado. Es
posible que este sentido luego se haya extendido a las relaciones humanas
cuando hizo falta instaurar el ceremonial que dirigiera las relaciones jerárquicas
entre los hombres.
O Sensei no cesaba de repetir: “El
Aikido existe para dar su justo lugar a las plantas, los árboles, los pájaros, los
mamíferos, los peces, los insectos, hasta el menor mosquito”.
Conocer su justo sitio es para todo ser conocerse a sí mismo. En realidad,
conocerse uno mismo es conocer la misión asignada por el cielo. Cumplir la misión
del cielo es ajustarse al orden del universo: no hay lugar para la indecisión
ni para la oposición, es la verdadera paz.
Que el orden convierta este orden cósmico en modelo de la estructura de la
sociedad humana y que lo convierta en el principio del más mínimo de sus actos
es lo que llamamos reigizaho.
Mediante el respeto de esta regla, el hombre puede elevarse. Existe una jerarquía
natural en la familia: abuelo, abuela, padre, madre, hijos, nietos, hijo mayor,
hijo menor. Para un funcionamiento correcto, la organización militar exige la
jerarquía de los grados: general, coronel, comandante, etc.
Lo mismo ocurre en las iglesias: papa, patriarca, cardenal, obispo…Y por
supuesto en el budo: maestro, discípulo,
sempai, kohai, dohai -*la noción de sempai-kohai-dohai se refiere a la fecha de
comienzo, al primer paso realizado en una disciplina y no al grado. Dohai se
aplica a los que han comenzado la práctica al mismo tiempo-; altos grados,
principiantes, mayores y jóvenes. Todas las relaciones funcionan a la vez. La etiqueta
consiste en determinar, en cada caso, el equilibrio justo. Para conservar este
orden, hay que observar la cortesía hacia el maestro, la actitud correcta hacia
los sempai, la etiqueta justa hacia los kohai y dohai.
Creo que el cumplimiento de estas reglas es la condición para el equilibrio
y la supervivencia de las sociedades de las que acabamos de hablar. Antes hemos
mencionado la exacerbación de los instintos combativos y agresivos por la práctica
del bujutsu (no olvidemos que estos instintos están desprovistos de cualquier
connotación moral: existen, son necesarios para la supervivencia de la
humanidad y nada más). No obstante, si estos instintos se escapan de todo
control y la violencia invade todos los actos, se comienza a tomarla con los débiles,
a despreciarlos o, se arrastra uno ante el más fuerte aunque se le odie.
Cuando los actos están regidos por la etiqueta se crea un espacio que permite
vencer las emociones con soltura. La etiqueta sirve para controlar el “yo” que
querría entregarse a los instintos animales para orientar la energía y utilizarla
en un sentido positivo.
En la religión, gracias a la repetición constante de rituales complejos que
han sido transmitidos de generación en generación, las emociones se ponen bajo
control de forma natural y el sentimiento religioso se desarrolla. Esto no sólo
es perceptible para el creyente, sino también para el observador. Un movimiento
ejecutado según una etiqueta rigurosa fortalece la estabilidad del espíritu y
pone bajo control la agresividad, estableciendo la calma. En el mundo del budo ocurre lo mismo que se produce en
el dojo. La eficacia que se desprende de
forma natural de esa etiqueta es perceptible tanto para el practicante como
para el observador. Al mismo tiempo, éstos se ven impregnados del ambiente
transmitido por la tradición. Debemos entregarnos, pues, sin moderación a la práctica
para poner bajo control las emociones menos deseables respecto al budo: el miedo, la confusión, el
menosprecio a los demás, exacerbar el propio ego, y hay que progresar en lo físico
y en lo espiritual. Aquellos que sobrevivieron después de haberse aventurado a
las fronteras de la vida y la muerte no tenían a su disposición una buena técnica,
sino que tenían sobre todo, un juicio lúcido de las situaciones, que era
posible debido a la calma, la serenidad y la sangre fría que le habita. Esto es
lo que permite pasar a la acción con la determinación necesaria. Esta actitud
se sitúa por completo en las antípodas de las bravatas del matamoros y de su
excesiva excitación emocional. Sin duda, progresar, hacerse “fuerte”, consiste
en desarrollar esta calma y esta determinación interior, mucho más que adquirir
una técnica.
En la medida en que somos humanos , ¿no deberíamos desear vivir en un mundo
que quiere a sus hijos?. Para construir una sociedad sobre la base del respeto
mutuo, ¿qué dirían ustedes sobre volver a hacer surgir esa etiqueta que algunos
han querido desechar como un viejo mueble inútil que, sin embargo, es parte de
la herencia común de la humanidad?.
Tomemos por ejemplo el simple hecho de colocar bien los zapatos, que nos
enseña a clasificar y ordenar y nos hace sentir la satisfacción que resulta de
ello y la importancia de este estado de ánimo. Realizar una acción de forma esmerada
significa preparar unas condiciones favorables para la siguiente realización de
la siguiente acción y, por la misma razón, significa practica el budo.
El mundo de rei no sólo persigue
la obtención de una satisfacción personal, también incluye la satisfacción que
sienten los demás. El desarrollo de la conciencia estética crea la necesidad de
ordenar incluso los zapatos de los demás si no están en su sitio justo.
Si el espíritu de gratitud hacia un kohai se expresa por el sólo pensamiento
de “Gracias por haberme permitido trabajar bien hoy”, el kohai será feliz, lo mismo que estará contento el sempai si se le
agradece su enseñanza. La etiqueta, como cualquier cosa, debe salir de dentro
de uno mismo, es decir, que es necesario que la idea de la etiqueta impregne cada
gesto. Resulta grotesco tener que decir “respéteme porque soy su sempai”, “póngame
en un pedestal porque soy su maestro”. El respeto hacia el sempai no debe ser provocado,
el kohai ha de tener ganas, de forma totalmente natural, de respetar al sempai.
El sempai, a su vez cuida del kohai porque éste ocupa su lugar y por ello
merece que se le cuide. El otro percibe de forma natural cuándo la etiqueta está
impregnada por el espíritu de la gratitud, el respeto, el reconocimiento.
De ahí que la etiqueta riga las relaciones mutuas. La jerarquía se establece
de forma natural cuando se respeta la etiqueta. Es necesario que la etiqueta
sea la expresión de humanidad del corazón. No basta con someterse a la forma.
Si el corazón no está habitado por el respeto, la forma no será más que una cáscara
sin alma. Hay que respetar la personalidad del otro. Los actos de acuerdo con
las reglas de la etiqueta engendran un corazón puro y una actitud noble. Me
inclino a pensar que este sentido de la compasión está simplemente ligado a la
armonía y la paz.
Debemos grabar esto en el espíritu de uno mismo para transmitir la etiqueta
y la disciplina.