domingo, 30 de junio de 2019

El Ikebana: Un arte Zen




El Ikebana: Un arte Zen
Tomado de: El zen en el arte de la ceremonia de las flores, Gusty L. Herrigel. Ed. Pensamiento





¿QUÉ ES EL IKEBANA?

Por este nombre se conoce en Japón el Arte del Arreglo Floral. Su significado etimológico proviene de Ikeru (conservar vivo) y Hana o Bana (flores y ramas).

Para los japoneses el término flor es más bien un concepto, una idea, pues abarca todo cuanto tenga afinidad con las plantas y con la esencia misma del Ikebana. Cualquier rama, hoja, flor, raíz, caña, musgo, etc., entra dentro de esa idea de conservar vivas las flores o ramas del Arreglo Floral.

“Conservar vivas” no se refiere solamente a mantener frescas las flores o ramas del Ikebana, sino más bien a impregnarlas de nuestros sentimientos, emociones, estados de conciencia, a fin de dar vida a esa obra de Arte que no sólo surge de nuestras manos, sino que también lo hace de nuestro corazón y pensamiento.

El Ikebana es una de las Artes Zen, por lo que también es un Do, un sendero o un camino de autorrealización. La palabra japonesa Do es equiparable a la china Tao, cuyo significado literal es Vía, Sendero o Camino. En el Ikebana el Do es “la manera”, “el espíritu” utilizado en la ejecución de este Arte, y ese espíritu es la expresión del pensamiento Zen.

En el Japón es difícil encontrar alguna actividad que no haya sido influida por el Budismo Zen. Entre ellas podemos citar el teatro , el Kyudo o Arte del Tiro con Arco y el Cha no Yu o la Ceremonia del Té entre otras.

El Ikebana suele ser interpretado en Occidente como una simple técnica de arreglo de flores; sin embargo es mucho más, pues no sólo nos aporta destreza o exquisito refinamiento en la composición floral, sino que su profundo estudio permite comprender el Camino de las Flores que también es el Camino de Nosotros Mismos.

¿Es nuestro objetivo convertirnos en expertos con la lectura de este artículo? Obviamente necesitaríamos muchos años de entrenamiento en este Arte, bajo la mirada experta de un Maestro de Ikebana, para conseguirlo. Lo que sí podemos es crear expectativas sobre el sentido y esencia del Ikebana, así como aprender a respetar y comprender un poco más la naturaleza que nos rodea.

El nombre original del Ikebana era Ka-Do, “El camino de las Flores”. Este camino filosóficamente involucra el viaje metafísico y espiritual que es la vida para llegar a descubrir quiénes somos, por lo que el estudio del Ka-Do lo es para toda la vida.

EL RECINTO O LUGAR DONDE SE DEBE REALIZAR EL IKEBANA

El recinto donde se desarrolla el aprendizaje siempre ha sido considerado como algo especial. Allí reina el silencio, o todo lo más un poco de música Zen que calma y armoniza los sentidos.

Las ramas y útiles para trabajar deben ser tratados con sumo cuidado y delicadeza, ya que realizar un arreglo de Ikebana es entrar en una ceremonia, y ésta comienza desde que se penetra en el recinto. Es muy importante no tener prisa, frenar la ansiedad de querer ver ya la obra concluida. El discípulo de Ikebana se sienta delante de las flores y comienza a trabajar realizando gestos y actos precisos; poco a poco se sumerge en lo más hondo de sí mismo con la única y firme intención de unirse con el propio corazón de la flores, que no es otro que el Corazón Universal, como dicen los Maestros japoneses. La flor o rama no es sólo un elemento decorativo, es un ser vivo que debe recibir de nosotros el mayor cuidado. El Maestro, que sabe si esta interrelación se produce o no, acepta o rechaza el arreglo floral una vez que el discípulo lo considera terminado.

Una de las condiciones fundamentales del Ikebana es el silencio, la concentración; eso nos hace aprender a disponer las flores con calma interna. Además de todo esto el discípulo también debe aprender a ser humilde y aceptar cuantas veces el Maestro rechace su trabajo, pues sólo a través de la humildad verdadera se toma conciencia de los errores, y el corazón del estudiante, libre de engaños, puede comprender las enseñanzas y encaminarse poco a poco hacia la perfección.

El Ikebana nos enseña, a través de las flores, cómo debemos afrontar la vida en su totalidad, pues un verdadero Camino Espiritual siempre abarca todas las facetas del hombre.

He aquí las palabras de un Maestro de Ikebana:

• El hombre y las plantas son mortales y cambiantes, el significado y la esencia del arreglo floral son eternos.
• Debe buscarse la forma exterior desde lo interior.
• Carece de importancia el material que se emplee. El mero pensamiento recto conduce a la perfección, ofreced vuestro sacrificio teniendo esto presente.
• La belleza unida a la virtud es poderosa.
• La belleza sola no conduce a nada, sólo se perfecciona en conjunción con el sentimiento verdadero.
• El adecuado manejo de las flores refina la personalidad.
• Dirigid vuestra casa con quietud interior, autocontrol y justicia.
• No seáis negligentes ni en vuestro hogar ni en vuestra profesión.
• Cultivad la amistad con sinceridad y sentimientos puros.

ORÍGENES DEL IKEBANA

Los orígenes del Ikebana se remontan a la antigüedad del Japón. Desde siempre los japoneses han tenido un profundo sentido del paisaje, un gran respeto por el poder de la naturaleza expresado en las montañas, las cascadas, los árboles y el mar cuajado de islas naturales, en las que la belleza de los árboles y las flores han conmovido hondamente el espíritu nipón. Estos sentimientos están por sí mismos expresados en su religión autóctona, el Shinto, una forma de adoración a la Naturaleza.

Los árboles que permanecen verdes a lo largo del duro invierno siempre se han mostrado a los japoneses como imbuidos de algún poder misterioso. Por este motivo se llevaban ramas de árboles de hoja perenne a los altares Shinto como ofrendas a los Kami o Espíritus de la Naturaleza. Los sacerdotes que atendían estos altares prolongaban la vida de sus ofrendas arreglándolas en jarrones con agua pura.

Cuando el Budismo penetró en el Japón a través de China y Corea en el siglo VI no supuso la extinción de la religión Shinto, sino que más bien coexistieron de manera natural. Con el Budismo llegó la costumbre de las ofrendas florales en recipientes frente a la imagen del Buda. Los primeros artistas florales fueron sacerdotes. Todavía hoy se pueden ver composiciones de flores y ramas en los altares shintoistas y en los templos budistas.

EL PRINCIPIO DE TRES

El Principio de Tres constituye la base del Arreglo Floral, y sólo después de años de entrenamiento el estudiante de Ikebana puede trabajar en sus arreglos con un mayor número de ramas.

Formas básicas del arreglo en Principio de Tres: He aquí los tres principios:

TEN (Cielo)
JIN (Hombre)
TCHI (Tierra)

El Principio de Tres se basa en la construcción de las tres ramas maestras, cuyo equilibrio y armonía dan forma a lo que se quiere expresar a través del Ikebana. El discípulo se arregla a sí mismo y al mismo tiempo a otro ser, pues el corazón de la flor, el corazón del hombre y el corazón universal son una sola y misma cosa.

En el ciclo de tres el hombre se halla en mitad de camino entre el cielo y la tierra. Recibe su alimento espiritual del cielo metafísico mientras su cuerpo es sustentado por raíces terrestres. El discípulo de Ikebana que participa de los principios cielo y tierra debe trabajar hasta lograr la armonía de estos principios dentro de sí mismo.

El Ikebana surge como una respuesta a la belleza e infinita variedad de formas de las plantas naturales. Es un reconocimiento a la fuerza y a la delicadeza de las ramas vivientes que utiliza.

Puede ser una distracción o un pasatiempo para unos, pero para muchos, el Ikebana se transforma en un estudio absorbente que lleva a un conocimiento más y más profundo de la vida, así como les aporta elementos para conducirse mejor en el perfeccionamiento de su propios Ser.


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