La naturaleza
absoluta: la reciprocidad de yin y yang
Tomado del libro “El espíritu del Aikido” de K. Ueshiba
El Maestro
Ueshiba aconsejaba constantemente a sus alumnos, especialmente a aquellos cuyo
exceso de apego a la forma limitaba sus movimientos, lo siguiente:
En aikidō no hay
formas ni modelos. Los movimientos naturales son los movimientos del aikidō. Su
profundidad es insonble e inagotable.
El
significado de la declaración del Fundador, expresada con frecuencia en su
esotérico estilo personal, puede no ser siempre claro. Para los alumnos que
empiezan, empeñados en dominar las diferentes formas y técnicas, estas frases
contradicen todo lo que se les enseña. Si el aikidō no tiene formas o modales
¿de qué sirve aprender las direrentes técnicas? ¿qué se entiende por
movimientos naturales? ¿puedo moverme de la forma que yo quiera?.
Lo primero
que hay que señalar es que la formulación del Fundador no va dirigida a los
principiantes, sino a los alumnos avanzados. Es un consejo dirigido a aquellos
que han alcanzado cierto nivel de dominio y que, sin embargo, están todavía tan
apegados a la forma que carecen de la fluidez de los movimientos naturales que
caracterizan la manifestación última del aikidō. Realmente sus palabras tienen
la intención de animar a los alumnos avanzados a trabajar más duramente hasta
alcanzar el objetivo del aikidō. Un proverbio clásico japonés dice “Entra en la forma y sal de la forma”. Ya se trate de artes culturales o de budō,
uno debe entrenarse en el dominio de la forma, pero una vez conseguido debe
liberarse de ella. Para los que aún tienen por delante un largo camino antes
de dominar
la forma, no es de extrañar que las palabras del Fundador les produzcan
confusión.
La
apreciación plena de dicha declaración debe reservarse para aquellos que han
entrenado
verdaderamente y practicado aikido durante muchos años, y que han llegado a
dominar
sus principios y movimientos y han reflexionado considerablemente sobre la
filosofía
del budo, todo lo cual requiere un conocimiento tanto teórico como práctico de
los
principios
básicos del aikido, incluidos la unidad del ki del universos con el ki
personal, el
principio
de entrar y rotar esféricamente teniendo el ki, la mente y el cuerpo
unificados, y la
manifestación
tangible del principio del arte del sable.
Quizás el
significado más difícil de captar sea el de «movimientos naturales», porque es
una
expresión muy común y mucha gente tiene alguna noción, aunque sea vaga, de lo
que
quiere
decir. Pero, en serio, ¿cuánta gente conocemos que de verdad viva
«naturalmente»?
Cuanto más
pensamos en el significado de «natural», más difícil se nos hace explicarlo.
¿Cómo
debería entender el alumno de aikido el significado de «movimientos naturales»,
y su
relación con los movimientos de su arte? ¿Cuál es la clave que lo revelaría y
por dónde
podemos
empezar? Anticipando una conclusión, yo creo que de lo que se trata es de
captar
dentro de
nosotros mismos, de forma exacta y directa, la actividad de la naturaleza que
invade el
universo y afecta a nuestros cuerpos y a nuestras vidas.
Pensemos
lo que pensemos, es fundamental conectar directamente con los cambios en
los
fenómenos naturales -atmósfera, tiempo, medio ambiente-, y recibirlos
abiertamente, y
al hacerlo
debemos desnudar nuestros sentidos y nuestros cuerpos ante la naturaleza e
interactuar
con ella sin forzarla a que responda a nuestras expectativas, ni actuando
selectivamente
en contra de aspectos particulares en ella, ni utilizándola para nuestros
propósitos
particulares. Debemos, pues, ver los fenómenos naturales cómo son y obtener
más
capacidad de penetración de la verdadera naturaleza de la realidad.
Un ejemplo
de esto lo podemos encontrar en la participación de estudiantes en las
sesiones
de verano y de invierno, aceptando a cada momento el calor o el frío y
disfrutando
de ellos
según la estación. Cuando la gente experimenta frío o calor en sus cuerpos,
aprende
a conocer
sus propias reacciones ante ello y llegan a saber lo bien que pueden actuar
bajo
condiciones
adversas o incómodas. Esta intimidad con la naturaleza y con el propio cuerpo
es el
primer paso para dominar sus procesos.
Es un
hecho bien conocido que el tiempo afecta a nuestro estado psicológico. En un
día
claro y
soleado nuestras mentes están claras y nuestros cuerpos ligeros y estamos de un
humor
jovial. En días cubiertos y lluviosos nuestros espíritus tienden a estar
decaídos y
nuestros
cuerpos lentos y hay una sensación sombría en el ambiente. En los días nublados
nuestras
mentes y nuestros cuerpos están inestables, y, cuando el viento sopla, si es
una
brisa
suave hace que nos sintamos bien, pero si es un tifón nos causa agitación.
Veamos la
última
relación que hay entre la naturaleza y los seres humanos, incluso a este nivel
de
sucesos
tan comunes. Y cuando se trata de cambios estacionales más dramáticos, ya no
sólo
se ven
afectados la temperatura y la humedad, sino que también los ciclos vitales de
las
plantas y
de los animales experimentan drásticos cambios. Las plantas echan brotes, las
flores se
abren, crecen las hojas, maduran las frutas, y luego, inevitablemente, todo se
marchita y
muere. Tales cambios producen también efectos sutiles en la mente humana y en
el cuerpo
humano, y de hecho sabemos que el ritmo de las mareas gobierna la vida marina e
influye
subliminalmente en la forma de sentir y de actuar de las personas. También las
erupciones
volcánicas y los terremotos desencadenan cambios decisivos en la vida de la
tierra,
que a su vez, tarde o temprano, afectarán a la vida humana. Todas las cosas en
la vida son un vasto tejido de interrelaciones e interdependencia.
Cuando
reconocemos plenamente cómo los fenómenos naturales y sus cambios afectan a
los seres humanos,
sabemos también que de alguna manera están conectados a nuestra
propia
comprensión del significado de la vida. Y cuando llegamos a comprender y a
apreciar
la vida humana, nos acercamos a vivir junto a la naturaleza y el universo. De
esta
manera, sin
perder nuestra individualidad y nuestra autoconciencia, nos hacemos uno con la
actividad
de la naturaleza, y cuando esto se ha conseguido, los movimientos naturales
aparecen
espontáneamente en armonía con el universo. Esta es nuestra manera de entender
lo
natural, que en el aikido se manifiesta en el hecho de que es una forma de budo
basada
en la
realización activa del ki, y aquí está el significado de la expresión «Los
movimientos
naturales
son los movimientos del aikido».
La fuente
más importante de los movimientos naturales es el poder de la respiración.
Cuando el
poder respiratorio fluye espontáneamente, los movimientos de la persona se
hacen
naturales de forma inconsciente. Por el contrario, cuando el poder respiratorio
no se
emite
libremente y su flujo se para, los movimientos se vuelven torpes y faltos de
naturalidad.
El poder de la respiración incluye la respiración normal, pero implica algo más
que la
inhalación y exhalación ordinarias, ya que abarca la actividad del ki.
Desde el
punto de vista fisiológico, la respiración normal es una función del sistema
respiratorio
centrado en los pulmones y en el corazón y que incluye la nariz, la boca y los
poros de
la piel. El sistema respiratorio humano es la manifestación más concreta de lo
que
llamamos vida
y la propia vida es inseparable del funcionamiento del universo, de ahí que
esté
íntimamente conectada a los cambios cíclicos de la naturaleza: la noche y el
día, las
cuatro
estaciones, el flujo y reflujo de las mareas, y demás fenómenos. El poder de la
respiración
está profundamente conectado con el poder inherente a las fuerzas naturales y
es
expresado a través del ki del universo, y sus manifestaciones más precisas y
elementales
en los
movimientos de la naturaleza son, como hemos señalado con anterioridad, entrar
y la
rotación
esférica.
Entre los
muchos movimientos naturales del aikido está la técnica de muñeca conocida
como kote
gaeshi. En esta técnica, la muñeca se dobla lentamente en la dirección natural,
a
diferencia
de las llaves de muñeca del judo y el jujutsu, en las que la muñeca se dobla en
la
dirección
opuesta. La flexión forzada, al no ser natural, presenta el riesgo de causar
daño.
En cambio,
el aikido nunca intenta movimientos que vayan en contra de lo natural y de este
modo evita
lesiones innecesarias y sin sentido.
La mayoría
de las técnicas de aikido tienen dos aspectos que se conocen como
movimientos
omote y ura (literalmente, de frente y de espaldas, respectivamente). Aunque
existen
diferencias según la técnica, el principio básico, por ejemplo al contrarrestar
un
ataque
frontal directo, es o bien entrar derecho al espacio ocupado por el adversario,
o bien
girar y
entrar al punto muerto detrás de él. Lo primero es un movimiento omote, y lo
último
un
movimiento ura.
Estos dos
movimientos defensivos, que se encuentran en el budo clásico, están basados
en el
antiguo principio del yin y del yang, principio que el aikido también utiliza
en muchas
de sus
técnicas. Para ilustrar el uso del yin y del yang en las artes marciales
pondremos un
ejemplo
extraído del jujutsu y del arte del sable, pero en primer lugar transcribiremos
la
definición
de estos términos según un texto de la Escuela Kitó de jujutsu:
Kitó
significa levantarse y caer. Levantarse es la forma de yang. Caer es la forma
de
yin. Uno
vence por recurso de yang y también vence por recurso de yin.
Esto está
explicado, como sigue, en el comentario conocido como Densho chúshaku:
Cuando el
enemigo muestre yin, vence mediante yang. Cuando el enemigo muestre yang,
vence
mediante yin. Las técnicas que se enseñan en la Escuela Kitó se limitan al uso
de yin
y yang.
Aunque se utilizan muchísimos otros medios de oponerse a los movimientos del
enemigo,
en una contienda distraen. Limitándose a la técnica del yin y el yang la
victoria
está
asegurada.
Según esta
explicación, la estrategia no es otra cosa que la capacidad de usar libremente
el yin y
el yang, el ataque y la defensa, dependiendo del modo en que se mueva el
enemigo:
contrarrestando
su yin con yang y su yang con yin.
En el caso
del antiguo arte del sable, el principio del yin y del yang se aplicaba a la
postura
resultante del modo de asir el sable, según se encuentra en un texto conocido
como
Ittó -ryú
kikigaki:
En la
escuela Naganuma Jikishinkage enseñan la postura de sostener el sable alto,
siendo
ésta la forma de yang dentro de yang. En la Escuela Itto enseñamos la postura
de
sostener
el sable bajo, basada en la forma de yin. Cuando se usa yang dentro de yang,
cae
en manos
de yin. Cuando se usa nuestro yin de yin, se convierte en yang y funciona bien.
En la
Escuela Munen adoptan el intermedio entre yin y yang, enseñando la postura de
sostener
la espada de frente, apuntando a los ojos del adversario, pero girando luego
las
manos
ligeramente a la derecha.
Las
diversas escuelas de budo interpretan el yin y el yang de manera diferente,
pero
todas las
interpretaciones derivan de las ideas filosóficas básicas de los pensadores
chinos
clásicos.
Como resumen podemos citar un párrafo del Libro de los Cambios:
En tiempos
antiguos, los santos sabios compusieron el Libro de los Cambios con el
propósito
de seguir el principio de la naturaleza y de la vida. Establecieron el Tao del
Cielo y lo
llamaron yin y yang. Establecieron el Tao de la Tierra y lo llamaron lo blando
y
lo firme.
Establecieron el Tao del Hombre y lo llamaron afabilidad y rectitud. Combinando
estos tres
poderes, los doblaron. Por eso en el Libro de los Cambios el signo siempre está
compuesto
de seis líneas.
Dicho en
pocas palabras, el universo se compone de tres poderes -Cielo, Tierra y
Hombre-,
que se revelan como el Tao que opera en la vida a través de los aspectos
relativos
de yin y
yang, lo blando y lo firme, la afabilidad y la rectitud. Esto significa que
cuando
comprendemos
plenamente el funcionamiento de dichas relatividades y vivimos de acuerdo
con ellas
nos unimos con el Tao. Manifestar yin y yang en nuestras acciones es ser uno
con
el Tao.
El
principio del yin y del yang es significativo en sí mismo, pero, finalmente, es
a través
de la
práctica y de la realización como nos permite este principio alcanzar la
realidad última
del Tao.
En aikido, yin y yang se usan concretamente en los movimientos omote y ura,
pero
el asunto
fundamental es que uno alcanza la vía, y en consecuencia la verdad fundamental,
a través
de la práctica, y ya que esta forma una unidad con el Tao del Cielo, estos
movimientos
de aikido son los movimientos naturales.