viernes, 6 de agosto de 2010

Lo que me gusta del AIKIDO

Lo que me gusta del Aikido
Por Yesid Sierra
Kihon Dojo, México DF, Distrito Federal

http://kihon-dojo.blogspot.com



Dos cosas que parecen superfluas, fueron las que me condenaron a sentir un profundo amor por el Aikido. Fue un flechazo a primera vista. Me atraparon la falda japonesa y la belleza del movimiento. Los giros en el aire de quien recibe la técnica, los movimientos sin esfuerzo de quien ejecuta el waza. La perfección que refleja el Aikido cuando se hace bien; que más que un arte marcial, lo hacen parecer un baile de esos que contienen un alto grado de dificultad, un alto grado de improvisación y una profunda conexión del ejecutante con su interior. Lo confieso abiertamente; me enamoré a primera vista del Aikido gracias a la falda japonesa y a la gracia y belleza de los movimientos.

Ahora bien, como todo amor exige compromiso y alimento cotidiano. Luego de la primera impresión y de la novedosa sensación de enamoramiento vinieron otros detalles que fortalecieron mi sentimiento y me fueron haciendo víctima de una profunda necesidad de ir al tatami una y otra vez, para repetir una y otra vez los mismos movimientos.

En cuanto a la falda japonesa debo decir que luego de comenzar a entrenar descubrí algo de su historia y significado. Esta prenda al inicio fue diseñada como un pantalón usado por los guerreros japoneses, conocidos como samurái, para montar a caballo y prevenir los daños en la piel ocasionados por el roce con el pelo de aquellos animales. Esta falda pantalón, como la mayor parte de los elementos de la cultura, al inicio, fue la respuesta a una necesidad de protección y supervivencia. Con los años se transformó, adquiriendo un significado profundo y se fundió con un camino de vida, el budo, la senda del guerrero. Es claro que esta falda es reflejo de muchos otros símbolos de la cultura japonesa. Al principio sólo fueron respuestas a un entorno agreste de guerra, de escasez de recursos y de miedo; luego esos símbolos se convirtieron en sendas de vida. La misma Adriana, para quien escribo este texto, alguna vez redactó una muy buena reseña sobre el significado y la historia del hakama. Ella les puede decir claramente lo que significa esa prenda. Yo sólo les diré que cada uno de los siete pliegues significa algo y por supuesto, el simple hecho de vestirla, tiene implicaciones.

En cuanto a la estética del Aikido, creo que es algo que debe juzgar quien lo ve, que debe sentir el espectador. Personalmente me encantó observar el vuelo de la gente mientras los amplios pantalones pintaban círculos en el vacío. Aún me encanta ser testigo de la coordinación y la justeza para manejar el tiempo y el espacio de un practicante experimentado. Qué decir de la impresión estética que me dejaron los viejos videos de O sensei proyectando sin dificultad atacantes que lo doblaban en peso y apenas llegaban a tener una cuarta parte de su edad. La estética del Aikido bien ejecutado sin duda raya con el arte.

Con el tiempo me fue gustando el contenido ideológico o la filosofía del Aikido; como se le quiera llamar. El sólo hecho de saber que O sensei transformó toda una serie de técnicas que podían producir daños irreversibles o la muerte misma, en técnicas de control o proyección que buscan fundamentalmente prevenir una agresión sin lastimar al oponente, es algo de una hondura increíble. Saber que practicar Aikido constantemente, lleva en el fondo la idea de entrenar tu cuerpo para defenderse sin hacer daño a tu agresor, es algo que merece un profundo respeto. Mi apuesta personal es que si hago eso todos los días en el tatami, esta actitud debe, en algún momento, reflejarse en mis actos cotidianos. Repito con mi cuerpo una idea que luego se vuelve hábito en mi vida cotidiana. Aprendo a defenderme y a resolver conflictos sin hacer daño y luego eso lo llevo a mis relaciones de vida. Seguro mis días serán más felices si no le hago daño a la gente.

Otro aspecto filosófico muy interesante es el respeto por las leyes de la naturaleza que lleva a aprender el uso eficiente del cuerpo como herramienta productora de energía. No me refiero a un “ki” intangible; me refiero al comprender tu cuerpo de tal manera que puedes guiar a alguien mucho más pesado que tú, a ser consciente de tu centro en cada giro, proyección o inmovilización. Al aprender a respetar ciertas reglas básicas del movimiento universal y aplicarlas con tu cuerpo en el entrenamiento cotidiano, te conviertes en una espada afilada que más que aprender a destruir, deviene en instrumento creador.

No diré más de la filosofía o ideología del Aikido pues es un tema de nunca acabar. Sin embargo, tan sólo con citar estos dos temas, nos damos cuenta que el Aikido es una filosofía en acción. El Aikido no es un argumento escrito en un largo y tedioso tratado, es un argumento que se traza con las manos, los tai sabakis y el cuerpo, en cada clase. Pensar que el entrenamiento de Aikido te permite aprender a resolver conflictos y a usar eficientemente tu cuerpo es algo que en sí mismo encierra un valor incalculable.

Las anteriores son sólo unas notas para mi amiga Adriana que inicia un largo camino al encargarse de un grupo. El sólo hecho de comenzar a jugar al Sensei es algo de lo que quería escribir pero que por ahora queda en suspenso para un próximo escrito. Por ahora me quedo con la reflexión acerca de lo que me enamoró del Aikido (la falda y la estética del movimiento) y de lo que ha alimentado esa primera impresión (su filosofía de resolución de conflictos y de uso eficiente del cuerpo). Este es un amor que ya cumplió más de 20 años y se solidifica con los días.

Felicidades a Adriana por su nuevo grupo y espero que estas notas hayan cumplido con el objetivo de ser un buen texto para incluir en el blog de su reciente dojo. Larga vida al grupo que recién inicia.

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