El
guerrero pacífico: sal de tu ego y entra en tu vida
Por Mario Alfonso
Puig
Tomado de:
https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/empecemos-por-los-principios/2013-09-17/el-guerrero-pacifico-sal-de-tu-ego-y-entra-en-tu-vida_28971/
Hay que desarrollar
poco a poco ese luchador tranquilo que hay en nuestro interior, el que ante un
ataque sabe perdonar, el que da amor en vez de ira.
Hay veces a lo largo de
nuestra vida en las que nos sentimos profundamente heridos. A veces el origen
de ello ha sido un comentario o un gesto por parte de alguien cercano. Otras
veces ha sido una conducta, una actuación que no esperábamos en absoluto.
Cuando sentimos que no se nos valora, que se nos menosprecia o que no se cuenta
con nosotros, algo se fractura en nuestro interior. Es una herida que se ha
producido en el propio núcleo emocional que a todos nos constituye. Es de esta
fractura, de esta herida, de donde surge muchas veces nuestro deseo de
revancha, nuestro resentimiento y ansia de venganza.
Una pregunta pertinente
podría ser: ¿cómo podemos evitar que se produzca este problema, esta fractura
que tanto daño nos hace y que tanto daño acaba haciendo a otros? No cabe duda
de que existen algunas técnicas y algunas estrategias para evitar que la herida
duela tanto. Hay también algunos abordajes altamente eficaces para que la
herida poco a poco se vaya cerrando y finalmente cicatrice. Sin embargo, creo
que hay algo muy superior y que todos podríamos explorar. Lo mejor para
solucionar un problema es evitar que exista dicho problema, porque entonces, ya
no es necesario encontrar ninguna solución.
Debemos desarrollar el
guerrero pacífico que hay en nuestro interior, el que ante un ataque sabe
perdonar, el que ante una humillación sabe respetar, el que ante un rechazo
sabe acoger. Yo practiqué artes marciales durante muchos años aunque sólo me
enamoré de una, del aikido. Basado en la extraordinaria filosofía del maestro
japonés Morihei Ueshiba, el aikido nunca busca contraatacar, sino que lo que
persigue es reeducar. Cuando en karate alguien lanza un ataque a su oponente,
éste bloquea primero el golpe y después contraataca con el puño, el codo, la
rodilla o la pierna. Esto no es lo que ocurre en un arte marcial como el aikido
en el que cuando el atacante lanza su ataque, se encuentra con el vacío, con la
nada. El aikidoka sencillamente se ha movido a un lado, se ha desplazado.
A nosotros nos hieren
las palabras, los gestos y los actos de infravaloración o de exclusión porque
golpean nuestro ego, nuestro narcisismo. El ego herido busca siempre el
contraataque, la venganza. El resentimiento es también una forma de
contraataque y de venganza aunque tenga lugar en la intimidad de cada uno.
Dejando
el ego de lado
Lo que propongo aquí,
siendo consciente de la dificultad que entraña, es que saquemos nuestro ego del
camino. Si no hay ego recibiendo el ataque, tampoco puede haber herida. Para
nada hablo de indiferencia ante los ataques de los demás, sino de algo muy
distinto. La pregunta entonces es: si saco mi ego, ¿qué queda de mí? La
respuesta es que de ti no queda ya nada y eso es lo bueno. El ego es el
resultado de una creencia en la separación. Es una creencia tan honda que nos
lleva inmediatamente a compararnos con los demás y a intentar sobresalir.
Cuando estamos atrapados por el ego, somos prisioneros de una profunda
sensación de soledad, de impotencia y de miedo. La violencia que se observa en
muchos lugares del mundo es una clara expresión de dicho miedo.
Sigamos ahora con
nuestra reflexión sobre el aikido. Cuando el aikidoka se desplaza, no lo hace a
cualquier sitio, sino que se coloca a un lado del oponente. Es entonces cuando
le lleva con su técnica al suelo.
Todos atacamos a los
demás desde nuestro ego y nuestra necesidad de dominio, significancia y
pertenencia. Por eso el aikido es una metáfora tan valiosa. Un ego que no se
encuentra con la reacción de otro ego queda completamente descolocado y
finalmente, sin saber cómo, acaba derribado.
Propongo que
desarrollemos poco a poco a ese guerrero pacífico que hay en nuestro interior,
el que ante un ataque sabe perdonar, el que ante una humillación sabe respetar,
el que ante un rechazo sabe acoger. Soy consciente de que tal vez mis palabras
puedan generar rechazo o incluso sonar como algo imposible de alcanzar. Al
final, el miedo sólo desaparece frente al amor, no un amor sentimental sino un
amor resultante de comprender hasta qué punto, todos necesitamos conectar con
nuestra verdadera esencia y recuperar por fin nuestra libertad. No existe
libertad si entre lo que me ocurre y lo que yo hago, solo hay una reacción. Es
cierto que cuando Narciso se vio reflejado en el agua se ahogó. Narciso
ciertamente dejo de existir, pero en su lugar apareció una flor.