martes, 21 de mayo de 2013

No eres tú, soy yo


NO ERES TÚ SOY YO

 

Por Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra,

Sobreviviente del holocausto y el

Fundador de la disciplina que conocemos

Hoy como logoterapia.

 
 

 

No eres Tú, soy Yo... ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?... ¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?... Podrías armar toda una lista de sospechosos o culpables. Probablemente sea lo más fácil.

 
De hecho sólo es cuestión de pensar un poco e ir nombrando a todas aquellas personas que no te han dado lo que te mereces, te han tratado mal o simplemente se han ido de tu vida, dejándote un profundo dolor que hasta el día de hoy no entiendes. Pero ¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la puerta y le entregues el control de tu vida.
 

Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus pensamientos, comentarios o decisiones.

 
Cada día estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme? ¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de espacio voy a omitir. No se sufre por la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien ajeno a nosotros. Si lo quisieras ver de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de hacer algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que la gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo el teatro que estás viviendo en tu mente.

 
Un claro ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es cuando hace algunos años alguien me dijo: "Necesito que Pedro me diga que me quiere aunque yo sepa que es mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero". ¡Wow! Yo me quedé de a cuatro ¿Realmente esa será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para nosotros?.


No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones. Las frases que normalmente se dicen los enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu corazón deje de latir.


Definitivamente nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia.
 

Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede. La siguiente vez que pienses que alguien te lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es ella...ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el control. Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.
 

“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino." (Fragmento del libro El hombre en busca de sentido).

domingo, 5 de mayo de 2013

Psicología del Aikido


Psicología del Aikido


Por: George S. Ledyard

Traducción: Katalin Nemeth (voluntaria)

Tomado de:


 
 

Son muchas las personas que ya conocen el Aikido, un arte marcial no violento de origen japonés que permite la autodefensa sin proporcionar daños serios al atacante. No obstante, son pocos los que saben que el fundador de Aikido, Morihei Ueshiba concibió el Aikido como un medio de transformación personal y, por consecuencia, una manera de mejorar el mundo.
 

Es muy interesante ver un mecanismo que hace que un arte marcial promueva la Paz. Es común escuchar decir a la gente que el Aikido es el Zen en movimiento. Pero sin practicar Aikido es difícil comprender qué significa en realidad esta afirmación. Usualmente el Aikido se practica a través de movimientos en pareja, en la que una de las personas es designada como el atacante (o la persona que inicia la interacción) y la otra como defensor (o la persona que intenta armonizar con la energía del atacante, redireccionarla y resolver el conflicto poniendo al atacante en una posición desde la cual ya no puede seguir atacando). Aún así, lo anterior no se inscribe dentro de un marco de competencia. Más bien, la práctica de Aikido es completamente cooperativa. Cada uno de los practicantes intenta actuar a partir de un compromiso total con su papel, de manera de facilitar la práctica conjunta.

 

Pero, ¿qué es lo que hace que semejante práctica tenga un efecto transformador? Uno de los elementos es la naturaleza misma de la interacción en el Aikido. El papel de cada practicante requiere que éste se concentre por completo en mantenerse "conectado" con el centro de la otra persona. En otras palabras, después del ataque inicial ambos se proponen a experimentar la totalidad del movimiento y de la energía de la técnica de no resistir al otro. Si cada uno pone toda su atención en armonizar con la energía del otro, entonces ¿quién domina la técnica?.

 

Éste es el aspecto meditativo de la práctica de Aikido. Nada puede ser forzado o la interacción se quiebra y se convierte en algo mecánico. La verdadera no-resistencia requiere 'dejar ir' muchas de las inseguridades creadas por el propio ego y que son causantes de muchos conflictos. En la meditación Zen uno no logra la paz mental reprimiendo los pensamientos externos, sino toma conciencia de éstos sin 'engancharse'. De la misma manera, en el Aikido uno no se 'engancha' con la fuerza de un ataque sino, más bien usa movimientos naturales que permiten soltar esa fuerza y lograr un nuevo balance en el que el conflicto intrínseco se resuelve. En palabras de un maestro de meditación "No puedes parar las olas, pero puedes aprender a surfear".

 

Los movimientos de Aikido reflejan los movimientos y energías esenciales de la naturaleza. Y es en este punto donde encontramos otro aspecto de la práctica de Aikido que propicia la transformación personal. La psicología Jungiana dice que no somos una sola y unificada persona, sino una serie de personalidades o egos, siendo algunos de éstos conscientes y otros inconscientes o repudiados. Mejorar la salud mental implica un proceso de integración de estos aspectos, muchas veces en conflicto, en 'una sola persona' consciente de los diferentes lados de su propia naturaleza.

 

Nuestros egos repudiados habitualmente conllevan nuestros aspectos socialmente inaceptables o que no encaja con nuestro yo primario, que es lo que mostramos hacía el mundo externo. Es por eso que muchas veces se les refiere como nuestro 'lado oscuro'. En gran medida una terapia consiste en tomar conciencia de este lado nuestro y reconocer que la energía allá contenida es también parte de nosotros mismos.

Las técnicas de Aikido son diseñadas para ser ejecutadas sin causar daño en el otro, al margen del hecho que las energías que uno canaliza son tanto benevolentes - por ejemplo un chorro de agua o una brisa refrescante - como potencialmente destructivas - como un maremoto, un huracán o un tornado. Ambas son naturales, pero bien podríamos decir que representan los lados claro y oscuro de la Naturaleza. Así, en el contexto de la práctica de Aikido uno puede expresar su lado oscuro e integrarlo con el lado claro de una manera segura, pero que no implica reprimir o repudiar la energía del lado oscuro.

 

Una persona que le tiene miedo a su propia ira reprimida y relegada a nivel subconsciente, puede soltar esta energía repudiada por mucho tiempo sin peligro dado que la naturaleza de la práctica permite hacerlo en una forma segura y en dosis controlables. Un alumno con infancia caótica e impredecible puede haber desarrollado una personalidad primaria controladora, intentando lograr cierto nivel de certeza, y por ende seguridad, en su ambiente. La práctica de Aikido no sólo contribuirá a que esta persona supere su necesidad de 'control' sino incluso le enseñará que la verdadera seguridad no está en tratar de controlar lo incontrolable.

 

El Aikido se trata de lograr un balance, tanto psicológico como físico, entre nuestros diferentes lados. Nos pide darles vuelta a los bloqueos que nos afectan en todos los ámbitos de nuestras vidas. El fundador del Aikido anhelaba que suficientes personas descubrieran su arte porque de esta manera las sociedades y el mundo también serían mejores. Tal como los individuos, cada sociedad tiene su lado primario y repudiado. Mientras más miembros de la sociedad tengan mayores niveles de conciencia, inevitablemente comenzarán a incrementar la conciencia colectiva y permitirá trabajar en ella.

 

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