viernes, 8 de mayo de 2015

Un buen Dojo no es un lugar confortable

Un bueno Dojo no es un lugar confortable

Por Peter Boylan

http://www.aikidoenlinea.com/blog/dojo-lugar-incomodo/




La práctica del sábado fue muy buena, pero no en absoluto lo que había planeado. Empezamos a trabajar de acuerdo con el plan, trabajando en kihon jodo. Hacia la mitad, sin embargo, entramos en territorio peligroso. Empezamos a trabajar algunos de los principios básicos. Uno de los estudiantes más recientes en el dojo tiene antecedentes en Aikido y kenpo, e hizo algunas buenas preguntas relacionadas con Ma’ai, la intención y el origen. Las respuestas fueron claramente diferentes a las que él había esperado, y casi podía ver el vapor que salía de sus oídos mientras trabajaba para procesar las nuevas ideas. Se encontró teniendo que revisar su comprensión de cosas que pensaba que entendía. 

Un buen dojo es un lugar peligroso para las ideas preconcebidas y largamente mantenidas. Puede ser francamente brutal con conceptos que no están construidos sobre bases sólidas. Un buen dojo puede hacer que te preguntes quién y qué eres. Un buen dojo no se limita a enseñar técnicas de lucha. Un buen dojo te hace verte a ti mismo y te ayuda a desprenderte del autoengaño y la simple y mala comprensión de las cosas.

De una manera muy contundente mi estudiante está descubriendo que lo que él pensaba que sabía sobre el alcance efectivo de las armas y dónde estar seguro ante ellas no era muy preciso. El sólido método mediante el cual lo está descubriendo consiste en estar en el lado equivocado de un pedazo de madera, presionando en su intestino, o deteniéndose justo antes de que le golpee en la cabeza.

Hay un montón de maneras en que el dojo puede ser incómodo que son físicamente menos sólidas que un palo en el intestino, pero no son menos reales. Todos tenemos áreas en las que somos ni mucho menos perfectos, y la formación en un buen dojo traerá todo esto a flote. Budo es por encima de todo hacer frente a los conflictos. Lo que nadie me dijo cuando empecé era que algunos de los conflictos más difíciles serían conmigo mismo.

Todo el mundo comienza en el Budo con una variedad de objetivos: para aprender a luchar, para dejar de ser intimidados por personas agresivas, para aprender acerca de los samurai, para obtener un sentimiento de poder personal, o para aprender a defenderse físicamente por sí mismo. Esas son algunas de las razones que he escuchado dadas por personas que se inician las artes marciales. Todos ellos son buenos motivos para iniciar el viaje. Pero el viaje implica tratar con muchas partes de nosotros mismos que nunca tuvimos la intención de manejar, y lugares en nuestras mentes que nunca pensamos que tendríamos que transitar.

Muchas personas que comienzan en el Budo no se sienten cómodas con el hecho golpear a la gente o hacer cualquier cosa que piensan que podría lastimar a alguien, o que pueda ser agresivo. Este es un problema para las personas que quieren aprender a defenderse. Y suele ser evidente para la gente antes de entrar por la puerta del dojo, por lo que es algo que ya están dispuestos a enfrentar. El entrenamiento de cada día les trae cara a cara con este problema. Más importante aún, les pone en contacto con un senpai o un maestro que les está diciendo “golpéame” o “proyéctame” o alguna otra versión de un ataque, aunque todos hemos crecido sabiendo que la buena gente no golpea a otras personas.

Cuando un principiante en el dojo dice “Yo no quiero hacerte daño” está admitiendo varias cosas. En primer lugar, que piensa que pueden lastimar a la gente. En segundo lugar, que no confía en sí mismo a la hora de demostrar el suficiente control para no lastimar a alguien, y en tercer lugar, que de alguna manera no cree que el profesor pueda manejar lo que está haciendo. Estas tres son las cosas que hacen que la mayoría de la gente se sienta incómoda.

La sociedad no aprueba el hecho de herir personas, y nosotros internalizamos esta regla a medida que crecemos. El llegar a un dojo es incómodo desde el primer paso, porque el estudio del Budo implica aprender a lastimar a la gente, y todo en nuestra cultura dice que es “malo”. Así que el primer malestar mental que tenemos que superar es la idea de que el saber pelea no es algo que la gente “buena” sepa hacer. Me doy cuenta de que estoy predicando a conversos, porque sospecho que todos los que leen esto ya entrenan en artes marciales. Piensa en ello, sin embargo, fuera del dojo, la gente tiene miedo y se sienten intimidados por las habilidades de combate, incluso si la gente en la oficina nunca ve hacerte nada más agresivo que triturar documentos viejos. Esto es sólo lo primero a lo que la gente tiene que acostumbrarse.

En Judo y Aikido, el siguiente miedo que la gente tiene que superar es el miedo a caer. Pasamos la mitad de nuestro tiempo recibiendo la técnica de nuestros compañeros, y la otra mitad practicándola, lo que significa una gran cantidad de caídas. La caída es algo que aprendemos a evitar siendo niños, porque duele y es vergonzoso. Puede llevar un tiempo el sentirse cómodos al caer. Es contrario a lo que la gente está acostumbrada a hacer, pero me encanta ejecutar caídas para otras personas. Puedo sentir su técnica, cómo se mueven y preparan una proyección, y cómo hacen o no se hacen cargo de su compañero de práctica. Francamente, yo también creo que es genial que alguien me pueda lanzar al suelo con tanta fuerza como para romperme huesos, y poder rebotar hacia arriba y decir “¡Eso fue genial! ¡Hazlo otra vez!”. Una vez que superas el miedo a hacerte daño, caer es divertido.

Una molestia aún más importante para muchas personas es que tienen miedo a lastimar a la otra persona. No confían en sí mismos, y muchas personas no se sienten cómodas teniendo poder físico. Podemos dejar pasar el hecho de que los principiantes en el dojo realmente no tienen muchas de las habilidades que les harían una amenaza para los estudiantes que han estado practicando durante más tiempo. Los nuevos estudiantes tienen que superar la sensación de que tener el conocimiento de cómo hacer daño a las personas, y -mucho más-ser realmente hábiles en ello, es algo malo.

A esto se añade la voz persistente en el fondo de la mente de muchas personas diciéndoles que no pueden confiar en sí mismos con este conocimiento y habilidad. “¿Qué pasa si me enfado y hago algo me arrepiento?”. “¿Qué pasa si no soy lo suficientemente bueno para controlar mi técnica y lesionar a alguien sin querer?”. “¿Qué pasa si me gusta mucho ser poderoso y me convierto en un matón?”. La gente tiene todo tipo de preocupaciones, algunas de las cuales parecen bastante tontas. Hasta que has estado en un dojo el tiempo suficiente como para ver a unas cuantas personas tomar el mal camino. En ese momento sus preocupaciones no parecen tan tontas.

No confiar en que el profesor sea capaz de manejar lo que el estudiante hace es un obstáculo mucho más fácil de superar que no confiar en uno mismo. Después de unas cuantas rondas con el maestro diciéndote “Golpéame” el alumno finalmente decide que bueno, él realmente lo quiere, por lo que es cosa suya si se lastima. El estudiante trata de golpear al maestro y descubre que el profesor no está en el punto al que golpea. Peor aún, o mejor, el profesor ha contraatacado de alguna manera que sería muy desagradable si no tuviese tan buen control. No hace falta hacer muchas repeticiones de este tipo antes de que el estudiante comience a confiar en que el profesor puede hacer lo que él dice y mantenerse a salvo.

Aprender a confiar en uno mismo, sin embargo, es mucho más difícil. No tenemos mucha experiencia con el conflicto y la violencia física en las sociedades occidentales (Japón es aún más pacífico). La mayoría de los nuevos estudiantes probablemente ni siquiera han estado en una competencia de fuerza desde la escuela secundaria, y mucho menos en una pelea. Antes de que comenzar el entrenamiento, la gente es consciente de que puede herir a los demás, pero no conocen ninguna técnica, por lo que tienen poca idea de lo que pasará si hacen algo. Los principiantes, muy razonablemente, no confían en sí mismos. No tienen ninguna habilidad técnica y no tienen mucho control de sus propios cuerpos, por lo que  probablemente es acertado no confiar en sí mismos para poder atacar a alguien, o ser capaz de aplicar una técnica sin lastimar o herir a sus compañeros de entrenamiento.

Se necesita tiempo para aprender a confiar en uno mismo y entender de lo que eres capaz. El viaje es complicado. En los primeros pasos se aprende a confiar en la técnica básica, que se pueda realizar con seguridad una caída, o proyectar a la pareja, o atacarla con precisión y control. Una vez que los estudiantes empiezan a tener un cierto grado de confianza en sus habilidades físicas, se encuentran con algunas otras preguntas incómodas. ¿Tengo suficiente autocontrol para esto? ¿Podría perder los estribos y herir a alguien? Rara vez he encontrado estudiantes que tuvieron autocontrol y disciplina para seguir con el entrenamiento, pero que carecieran del autocontrol para no utilizar lo que están aprendiendo sin una buena razón. Que los estudiantes se preocupen por esto es buena señal para mí, pero se requiere el tipo de autorreflexión y conciencia que nunca es fácil y casi siempre es incómodo.

Es difícil tomar conciencia de que no somos seres humanos perfectamente maravillosos. Eso hace que el autoexamen sea una de las cosas más incómodas en el entrenamiento. Cuándo un estudiante adquiere habilidad, no es infrecuente que se pregunte qué tipo de persona sabe lo mismo. Me parece especialmente cierto para las mujeres. “Las chicas buenas no se comportan así”. “Golpear a la gente no es propio de una dama”.”Las señoras están por encima de ese tipo de cosas.” Añadamos los estereotipos sociales acerca de que las niñas no pueden luchar (“golpea como una niña”, como reza el refrán), y los obstáculos mentales y emocionales pueden sumarse rápidamente. Tengo que agradecer a Ronda Rousey el que demostrase al mundo que, sí, las mujeres pueden luchar. Cada mujer que llega al dojo tiene que hacer ese viaje mental por sí misma.

Todo el mundo tiene que decidir qué tipo de persona es aquella que sabe cómo luchar. Esto no suele ser un problema para los hombres, pero mucho de lo que se enseña en un dojo de artes marciales no se refiere al combate. Es el arte cuidadoso, casi científico de cómo construir otra persona. ¿Qué clase de persona sabe estas cosas? ¿Un monstruo? Hasta que los estudiantes se sientan cómodos con el saber dislocar articulaciones y romper miembros, con la forma de estrangular a alguien hasta dejarlo inconsciente, o tirarlo por la habitación con tanta fuerza que reboten, van a estar incómodos.

Los estudiantes tienen que mirar dentro de sí mismos y averiguar quiénes son, qué tipo de persona son y decidir por qué es bueno para ellos saber cómo hacer estas cosas violentas. Tienen que decidir por qué es bueno para ellos tener este poder. Es fácil decir “Eso no es ningún desafío” cuando se está de pie al margen del tatami. Todos tenemos aspectos de nosotros mismos que no nos gustan en particular, rasgos y características personales de las que no estamos orgullosos, y tal vez –incluso- de los que estamos avergonzados. Esas partes de nosotros consiguen también todo este conocimiento y poder marcial.

Estos son sólo los problemas que cada uno tiene de superar en las artes marciales. Diferentes obstáculos serán más altos o más bajos según las personas. Luego están las cuestiones particulares que la gente puede llevar con ellos. Si alguien ha sufrido abuso o un trauma, simplemente el agarrar la mano de un compañero para practicar un bloqueo articular podría plantear un problema. Permitir que un compañero nos proyecte puede requerir un “salto de confianza”, fe y valor que nunca hemos tenido que tomar hasta ese momento.

Estar en el dojo no es cómodo, pero es bueno. Un buen dojo da a los estudiantes un lugar para trabajar en todos estos temas. Los buenos maestros dan a los estudiantes apoyo para trabajar en ellos. He conocido a personas que pensaban que tenían que “apretar botones EN la gente” para ayudarles a crecer. Me parece que sólo estar en el dojo y entrenar activamente suele ser más que suficiente. Lo que hacemos en el dojo es jugar con la violencia, la agresión y la fuerza. Cosas que no están permitidas en la sociedad educada. Sólo trabajando con estas cosas, aprendiendo a controlarlas y la forma de aplicarlas hará que la gente se enfrente a partes de sí mismas que pueden evitar en su mundo del día a día.

A veces el estrés del entrenamiento expone pedacitos de nosotros a los preferimos no enfrentamos. Quizá estamos demasiado dispuestos a estar enojados con otras personas cuando estamos involuntariamente magullados o heridos durante la práctica. Tal vez descubrimos que no somos tan buenos bajo la presión de un ataque constante y continuo y que empecemos a sentir pánico. Puede ser que sea el descubrimiento de que no podemos permitirnos perder, aunque perder en randori no es realmente perder. Estos son sólo algunos de los problemas que pueden surgir en el dojo.

Trabajar con estas cosas puede hacer que el dojo sea un lugar incómodo, pero un gran viaje para aprender no sólo cómo luchar y causar daño, sino también acerca de qué clase de persona eres. Vernos a nosotros mismos con claridad casi nunca es cómodo, pero el estar en el dojo exige que nos miremos a nosotros mismos una y otra vez a medida que avanzamos. A lo mejor se trata simplemente de descubrir que no sabemos cosas que pensábamos que entendíamos. Todo ello implica hacer el descubrimiento de que no somos tan buenos como pensábamos que éramos.

En el dojo, sin embargo, eso está bien. Eso es para lo que el dojo está. No se puede ser un buen boxeador si no conoces tus propias debilidades, por lo que un buen dojo ayuda a lidiar con los problemas y debilidades que encuentras en ti mismo. Un buen dojo es un poco incómodo, ya que proporciona un espejo para mirarte a ti mismo. Un buen dojo también es maravilloso porque te da el apoyo y estructura para hacer frente a lo que se ve en ese espejo.


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